El telefonito

Lunes, 08/12/2025 11:30 AM

Escuchamos alguna vez esa canción de Popy. Decía algo así: "el telefonito es una necesidad, llamada tras llamada y blablablabla". Me acordé de ella cuando me preguntaba cómo cuadra, engrana, funciona, un payaso en una maquinaria de terror como esta que informa sobre otro muerto bajo su custodia (Alfredo Díaz; y van 25) como si dijera "se me chispoteó", a la manera de Chespirito. No faltan los referentes en la industria cultural, desde el Jocker, hasta el clown de la película "It". Por supuesto, el análisis de una personalidad, así sea el que aparece en la pantalla, no sustituye un buen estudio sociológico, histórico y político. Pero sí es pertinente porque precisamente en las apariencias aparece la esencia. Revisando más allá, me enteré de que había todo un complejo psicológico, representado en un arquetipo, que se caracteriza así, el payaso.

En este torbellino donde nada importa, el telefonito repica y repica. De allá para acá y viceversa. En ellas, se amenaza, se hacen ultimatums, se ofrece todo el país, se pretende engañar y ganar tiempo, contando con que la oposición al clown anaranjado en EEUU crezca y pueda gastarle un buena broma en las elecciones de medio término. Y, mientras los payasos hacen su función, los que sufrimos las consecuencias estamos sin información. Mientras tanto, mi guitarra gentil gime por los mil y pico de desaparecidos y presos políticos, el pueblo sufre por los aumentos diarios de precios, el hambre cunde. Sin querer, sentimos la necesidad de recurrir a Jung y sus arquetipos para explicar tanta locura cruel y mortal.

Dicen los psicoanalistas junguianos, que el arquetipo del bufón aparece en los mitos y el folklore, como los típicos embaucadores, payasos y bufones, que utilizan el humor, la astucia y la picardía para sus fines. O, incluso, para tratar de engañar al más poderoso, como en el caso del Tío Conejo frente al temible Tío Tigre. Esta figura, dicen, nos anima a abrazar al niño que llevamos dentro y a encontrar alegría en medio del caos. Pero también el payaso manifiesta la irresponsabilidad y/o la imprudencia. O sea, el propio caos. Usa la comicidad como una máscara para evitar asumir la responsabilidad de sus acciones o para escapar de las consecuencias de su comportamiento. Pueden presentarse como personas despreocupadas, pero, en última instancia, pueden tener dificultades para enfrentarse a las realidades de la vida y la edad adulta.

Otro aspecto sombrío del arquetipo del bufón es la tendencia al sarcasmo y la crueldad. Menosprecian o degradan a los demás, utilizando su lengua afilada para infligir dolor o humillación. Pueden presentarse como bromistas, jodedores, bailadores compulsivos o hasta predicadores a gritos de "la Palabra de Dios" (otro sketch del payaso referido), pero en última instancia pueden causar daño y sufrimiento a quienes los rodean.

Además, la sombra del bufón puede incluir una sensación de nihilismo o desesperación. El humor es también un mecanismo de supervivencia para enmascarar sentimientos más profundos de tristeza o vacío. Estos tipos pueden presentarse como el alma de la fiesta, el chistoso, el jodedor, el bailarín contorsionista, pero, en última instancia, pueden sentirse desconectados y solos, incapaces de encontrar la verdadera satisfacción o el significado de sus vidas. Evidencian un gran miedo a ser percibido como aburrido por los demás, a perder su atención, su reconocimiento, así sea expresada en risas. Muestran frivolidad, banalizan el mal (desaparecidos, torturados, muertos), hacen perder el tiempo y quieren ocultar emociones bajo un disfraz cómico.

La cosa se complica porque el mismo payaso se presenta también como superhéroe de capa, de ostentosa musculatura, insignia en el pecho, volando y atacando con rayos y golpes de una manopla de acero en su mano derecha. Un superhéroe de DC o de Marvel. Un arquetipo se yuxtapone al otro, y el clown ahora es el héroe. El casco tiene una víscera que es una máscara que oculta su personalidad secreta, el tímido y discreto. Los héroes arquetípicos se presentan, en su combate contra los presuntos archienemigos, como campeones de la justicia, con un magnífico espíritu de coraje y valor. Pero no pueden ocultar su faceta sombría del héroe que es la propensión a la agresión o la violencia. Pueden usar su fuerza y poder para intimidar u oprimir a otros. Quieren mostrarse como guerreros justos, pero sucumben a la tentación de abusar de su poder e infligir daño a quienes perciben como enemigos. La sombra del héroe puede incluir un miedo profundamente arraigado al fracaso o la inadecuación. Las personas poseídas por este arquetipo albergan dudas e inseguridades sobre su propia valía y competencia, lo que las lleva a adoptar un comportamiento imprudente o a compensar en exceso las debilidades que perciben. Pueden presentarse como líderes intrépidos, pero, en última instancia, pueden estar motivados por una necesidad desesperada de demostrar su valía y silenciar sus dudas internas. Tienen miedo a ser percibidos como débiles o asustados. Son arrogantes y siempre necesitan otra batalla para luchar y afirmarse.

¿Cómo logran juntarse los dos arquetipos, las dos máscaras, la del payaso y la del superhéroe? Tom y Matt Morris en su libro "Los superhéroes y la filosofía", se preguntan cómo es que Supermán, siendo tan poderoso, y además extraterrestre, o sea, sin posibilidad de identificarse con un terrícola, mantiene esa ética de la Justicia tan fuerte, y no se siente tentado a ejercer su poder absoluto en una tiranía planetaria, como lo han hecho tantos tiranos en la historia, ilustrando aquel pensamiento famoso de que "el poder absoluto corrompe absolutamente". ¿Es cierto que Superman siempre antepone la necesidad ajena a la propia? ¿Acaso el altruismo del Hombre de Acero no es en realidad una forma velada de egoísmo? La explicación es la siguiente: al estar completamente solo en este planeta (y en el universo, porque Kripton fue destruido), Superman tiene un dolor que solo puede aplacar siendo aceptado y hasta querido por los demás que, aunque no sean los suyos, aunque no sean de su propio planeta, aunque sean debiluchos terrestres, le brindan una admiración y un reconocimiento que compensa su profunda soledad. Es la misma angustia del payaso quien hace bromas y payasadas para ser aceptado, porque su principal miedo y dolor es no serlo, es ser rechazado, es que no se rían, es haber perdido incluso unas elecciones, es no ser reconocido como líder, es perder ese poder que al final no es personal, sino de una banda.

Pero ahí está el telefonito. Él representa el ultimátum, la amenaza, pero también la posibilidad de negociar, de que lo dejen, así sea entregando todo el país a la nueva doctrina de seguridad hemisférica del Supermán auténtico, el que sí tiene superpoderes y desprecia a los terrícolas. Sí, el telefonito es una necesidad, llamada tras llamada y blablablabla.

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