Civilización, Petróleo y Resistencia: Cómo la Venezuela Bolivariana puede prosperar frente al declive de la hegemonía estadounidense

Viernes, 05/12/2025 08:56 AM

En un mundo signado por la profunda reconfiguración de las relaciones internacionales, donde las estructuras de poder global se fragmentan y emergen nuevas alianzas, resulta pertinente conjugar los postulados del Samuel P. Huntington, la amenaza del llamado "Chat Control" (o intervención tecnológica/mediática global), y la condición de PDVSA como pilar estratégico de la economía venezolana. A continuación desarrollo una reflexión crítica, con tono académico y, simultáneamente, con un marcado carácter militante a favor de la soberanía y el desarrollo nacional.

El marco teórico: Huntington y el mundo de las civilizaciones. Samuel P. Huntington, en su obra clave The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (1993), propuso que en la era post-Guerra Fría la dinámica de las relaciones internacionales dejaría de estar regida fundamentalmente por ideologías o bloques geopolíticos rígidos, como el comunismo vs capitalismo, para centrarse en tensiones culturales y civilizacionales: los conflictos entre "civilizaciones", entendidas como macro-unidades culturales, religiosas e históricas, serían la principal línea de fractura mundial.

Huntington identificó, civilizaciones occidentales, latinoamericanas, sínicas, islámicas, ortodoxas, entre otras; y estimó que los pueblos latinoamericanos, en su momento, estarían llamados a posicionarse en su propia civilización, no meramente como satélites de Occidente, lo que implicaría afirmar una identidad cultural, política y económica autónoma.

Para Huntington, el "choque" no era simplemente un conflicto armado sistemático, sino un choque de valores, de visiones del mundo, de aspiraciones culturales. En consecuencia, el mundo —según su perspectiva— se había convertido en un mosaico de civilizaciones con distintas aspiraciones, muchas veces irreconciliables, y donde la hegemonía occidental enfrentaría crecientes desafíos ante el resurgir de potencias no occidentales.

Críticas a su teoría destacan que la globalización, las mezclas culturales, los flujos migratorios y la interdependencia han generado profundas hibrideces, que contradicen la noción de bloques civilizacionales rígidos.

No obstante, aun con sus limitaciones, la tesis de Huntington puede ofrecer una herramienta analítica útil para interpretar, de forma dialéctica, la situación actual de Venezuela: un país latinoamericano que busca preservar su soberanía, consolidar su identidad y resistir presiones externas en un mundo convulso.

Chat Control: tecnología, hegemonía mediática y control global. Cuando hablo de "Chat Control", lo hago no como una conspiración trivial, sino como símbolo de una tendencia más amplia: la tentativa del bloque hegemónico occidental (liderado por EE.UU.) de usar herramientas tecnológicas, mediáticas y de inteligencia global para monitorear, influir y, en última instancia, manipular sociedades ajenas a sus valores. Ese control se ejerce mediante vigilancia, censura, guerra informativa, intervenciones digitales, inteligencia artificial y presión económica.

En un contexto global donde civilizaciones diferentes buscan autonomía cultural, política y económica, ese tipo de control representa una manifestación contemporánea del viejo colonialismo: no mediante cañones, sino mediante bits, sanciones, manipulación mediática, y coerción sicológica y financiera.

Para un país como Venezuela, que ha buscado construir un proyecto alternativo al capitalismo liberal occidental, la amenaza no es solo militar o económica: es también el asedio mediático, el boicot tecnológico, la desinformación, la criminalización internacional. Esa tensión remite directamente al escenario de "choque civilizacional" descrito por Huntington: un conflicto no convencional, donde lo cultural, lo simbólico, lo mediático y lo económico convergen.

PDVSA: recurso, soberanía y pieza clave del tablero internacional. La empresa estatal PDVSA, creada tras la nacionalización petrolera de 1975–76, ha sido siempre un pilar fundamental de la soberanía económica venezolana.

Con reservas petrolíferas entre las más grandes del mundo (a fines de 2013 se estimaban en 298.353 millones de barriles, cerca del 20 % de las reservas mundiales). PDVSA ha significado no solo un activo económico, sino un club de poder estratégico: permite a Venezuela proyectar autonomía frente a potencias externas, negociar con grandes potencias que compiten con EE.UU., y mantener una base para construir desarrollo nacional. No sorprende, entonces, que PDVSA se haya convertido en objetivo clave de las políticas agresivas estadounidenses: sanciones, presión financiera, bloqueo de operaciones con socios extranjeros.

En ese sentido, la reciente aprobación (noviembre de 2025) por parte de la Asamblea Nacional venezolana de la extensión por 15 años de los convenios entre PDVSA y una filial rusa Roszarubezhneft (operados por su unidad Petromost) demuestra un viraje estratégico hacia alianzas multipolares.

Este giro no solo representa una alternativa frente al acoso norteamericano, sino que se inscribe en el nuevo orden mundial, donde potencias como Rusia, China, India, los países del bloque BRICS, emergen como contrapeso real a la vieja hegemonía occidental.

El contexto global: declive relativo de EE.UU., fractura geopolítica y ascenso de nuevos polos. Veamos: 1. Dependencia energética de EE.UU. y contradicciones estructurales. Pese a su retórica de "independencia energética", EE.UU. sigue dependiendo, en grado significativo, del petróleo y combustibles importados. Según un informe del Council on Foreign Relations (CFR), la dependencia energética de EE.UU. socava su seguridad nacional y condiciona su política exterior. Durante décadas, esa necesidad estratégica impulsó intervenciones militares, políticas de presión, sanciones y guerras por procuración para asegurar accesos a recursos en Medio Oriente, Venezuela, América Latina, África. Las guerras contra Irak, Libia y ahora Venezuela van en esa dirección. La paradoja es patente, un país que declara su hegemonía mundial depende estructuralmente de recursos externos; lo que lo vuelve vulnerable a las dinámicas del mercado global, la competencia emergente de otros grandes consumidores (como China o India), y a la pérdida de su dominio absoluto sobre los flujos energéticos; 2. Declive simbólico y real de la hegemonía occidental / estadounidense. La tesis del choque de civilizaciones anticipaba que Occidente dejaría de ser visto como universal; que otras civilizaciones. sínica, islámica, ortodoxa, latinoamericana, recuperarían protagonismo.

Hoy, ese escenario parece cada vez más plausible: el ascenso económico, demográfico y tecnológico de países como China, India, Rusia —y la pujanza del bloque BRICS— cuestiona la preeminencia histórica de EE.UU. y Europa.

A su vez, los crecientes problemas internos de EE.UU.: desigualdades sociales grotescas, polarización, crisis económica, tensiones raciales y económicas, hacen cada vez menos viable esa pretensión universalista de exportar democracia liberal, "libertad" y estabilidad bajo su hegemonía. En ese contexto, su tendencia a recuperar hegemonía mediante la guerra, sanciones, intervenciones, se vuelve cada vez más desesperada y anacrónica, un síntoma del agotamiento estructural de su poder.

El mundo ya no es eurocéntrico: múltiples centros de poder y civilización emergen. La estrategia clásica de "divide y vencerás", de fragmentar regiones para asegurar influencia , el fraccionamiento, la balcanización, la manipulación de élites regionales, es cada vez más costosa, incierta y contraproducente.

Escenario de amenaza para Venezuela y oportunidades reales de resistencia y triunfo. Ante ese panorama global, la Venezuela bolivariana enfrenta un doble desafío: resistir la presión externa: sanciones, coerción financiera, amenazas militares, guerra informativa; y al mismo tiempo construir soberanía real: económica, tecnológica, social y política.

Aquí algunas claves de cómo podría navegar y, en el mejor de los casos, salir ilesa y triunfante: a) Consolidación de alianzas estratégicas multipolares. La extensión de los convenios entre PDVSA y Roszarubezhneft es un paso en esa dirección. Venezuela debe profundizar sus vínculos con potencias no-occidentales (Rusia, China, India, países BRICS) para sortear el cerco financiero y petrolero impuesto desde Washington. Esta estrategia no es solo táctica, sino un reconocimiento de que el mundo ya no gira exclusivamente en torno a Occidente.; b) Diversificación económica: reducir dependencia del petróleo. Aunque PDVSA sigue siendo central, y lo seguirá siendo en el corto y mediano plazo, Venezuela debe invertir en industrialización, minería, energías alternativas, agroindustria, ciencia y tecnología. La dependencia absoluta del crudo convierte al país en un blanco vulnerable; diversificar su economía es esencial para consolidar soberanía; c) Desarrollo tecnológico autónomo y soberano. Frente al "Chat Control" global, Venezuela debe promover su propia infraestructura tecnológica, telecomunicaciones, telecomputación, redes nacionales de datos, educación técnica, ciencia aplicada. Una sociedad educada y tecnológicamente autosuficiente es menos vulnerable al chantaje mediático, sanciones o bloqueos digitales; d) Reafirmación de identidad civilizacional y cultural propia. Tal como prevería Huntington, Venezuela —y América Latina— debe definirse como una civilización con sus valores, su historia, su proyecto social. No aceptar el rol de colonia informal del "Occidente liberal" sino afirmarse como actor autónomo. Esa conciencia colectiva puede fortalecer la cohesión interna, la resistencia y la dignidad nacional; e) Justicia social, inclusión y bienestar popular. La crisis global, el ascenso de la desigualdad en las sociedades occidentales, muchas veces condicionadas por las mismas potencias hegemónicas, demuestra que el modelo neoliberal ha fallado. Venezuela tiene la oportunidad histórica de construir un modelo alternativo: soberanía, equidad social, integración latinoamericana, justicia distributiva. Eso no solo es reivindicación histórica, sino una estrategia de supervivencia, legitimidad y resistencia.

Crítica a EE.UU.: un poder en decadencia, pero peligrosamente agresivo. Es evidente que EE.UU., no solo como país, sino como proyecto civilizacional imperialista, vive una crisis estructural: dependencia energética, desigualdad creciente, pérdida relativa de hegemonía, crisis de legitimidad interna. Pero lejos de buscar una transformación pacífica, su estrategia habitual ha sido la coacción: sanciones, intervenciones, guerras proxy, presión diplomática, intento de desmantelar entidades regionales, fragmentar bloques de integración, desestabilizar gobiernos soberanos.

Esa lógica perversa, caprichosa y peligrosamente anacrónica, apunta a preservar su supremacía simbólica y material a costa del sufrimiento de pueblos enteros. En ese sentido, países como Venezuela deben estar alerta: no basta con resistir, hay que proyectar un modelo propio, alternativo, basado en soberanía, justicia social, desarrollo autónomo.

El intento de fragmentar América Latina, dividir regiones, debilitar bloques de integración, fomentar conflictos étnicos o internos, es parte de esa estrategia de balcanización global que busca perpetuar la dominación. Pero ese proyecto no es sostenible, especialmente cuando emergen nuevas potencias y cuando los pueblos reasumen su dignidad.

Cómo debe moverse la sociedad venezolana: rumbo a un proyecto de largo plazo. Frente al escenario de amenaza permanente y presiones externas crecientes, la sociedad venezolana debe orientarse hacia un proyecto estratégico de mediano y largo plazo, con los siguientes ejes fundamentales; a) Educación, ciencia y tecnología: invertir en formación técnica, en investigación aplicada, en desarrollo industrial nacional. Crear redes de cooperación científica con países aliados (Rusia, China, otros) y fomentar la transferencia tecnológica. b) Industrialización y diversificación productiva: no depender únicamente del petróleo. Potenciar minería responsable, agroindustria, manufactura, energías alternativas, economía circular; c) Integración latinoamericana y cooperación Sur–Sur: fortalecer vínculos con naciones hermanas de la región que compartan valores de soberanía, justicia social, integración y resistencia al neoliberalismo; d) Fortalecimiento institucional y democrático soberano: consolidar instituciones nacionales independientes, transparentes, con un fuerte contenido social, que representen las aspiraciones populares, sin depender de la legitimidad concedida desde el exterior; e) Conciencia civilizacional, cultural y de identidad colectiva: promover una narrativa venezolana-latinoamericana autónoma, basada en historia, cultura, valores propios, dignidad nacional. Defender el derecho a ser diferente, plural, diverso, sin sumisión a los valores universales del "Occidente liberal".

Para concluir, hay que avanzar hacia un triunfo civilizacional y soberano. La conjunción de las variables que aquí analizo, los postulados de Huntington, la amenaza de control global mediante tecnología y sanciones, y la centralidad estratégica de PDVSA, sitúa a Venezuela en una encrucijada histórica. Pero también ofrece una perspectiva de esperanza real. Si Venezuela entiende que ya no estamos en un mundo unipolar dominado por Occidente, sino en un mundo multipolar, diverso, civilizacionalmente plural, entonces el proyecto bolivariano, su identidad latinoamericana, su soberanía petrolera y su aspiración al desarrollo social pueden constituirse en una alternativa viable, digna y moderna.

Venezuela tiene o puede tener, los recursos, la historia, la conciencia, la vocación para emerger no solo como resistida frente a la agresión, sino como protagonista de un nuevo orden mundial: uno donde los pueblos ya no sean meras piezas en un tablero imperial, sino sujetos auténticos de su destino. El desafío es enorme. Pero no es imposible. Que este artículo sirva como llamado desde la reflexión y la convicción a construir ese camino de dignidad, independencia y justicia.

De un humilde campesino venezolano, hijo de la Patria del Libertador Simón Bolívar.

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