En Venezuela los opositores son unos triunfalistas fracasados. Cada vez que han querido tumbar al gobierno, sienten que su piso tiembla, y la culpa es del que no se dejar tumbar. ¿Cuál es la razón por la que no me dejas Tumbarte? Razona con mucha inteligencia. Si de verdad viviera en un país democrático, hacer rato ya te hubiera tumbado, pero no, no, te dejas. El opositor apoya todo lo que se haga contra el gobierno. Incluso, sabotear la industria petrolera para que no le entre un solo dólar al régimen. Pero tiene que hacer la cola, igual que el chavista, pero eso sí, en la cola debe decir todas las pistoladas que se le ocurre, de porque han destruido la empresa, y cómo sin el gobierno revolucionaria con los gringos la recuperarían en un mes.
Hasta José Gregorio Hernández, será descanonizado si el chavismo lo que sigue mentando en sus discursos, José Gregorio no merece que lo sostengan en su gloria ningún papa, y menos Dios, que no tienen vela en este entierro.
Lo más interesante es que la mayoría de opositores, óigase bien la mayoría-digo, entre ellos- es una clase desposeída de recursos, de propiedades, pero ha encontrado que ser opositor le da más beneficio que perdida, sobre todo, si el patrón donde trabaja lo expolia, es escuálido. O el jefe enchufado es su amigo o compadre.
Y si el escenario se complica aún más, llegamos al espécimen cumbre de esta fauna política criolla: El opositor disfrazado de enchufado. Este personaje es una obra maestra de la esquizofrenia ideológica. Su jefe es un "enchufado" de pura cepa, un Comisario Político con el estómago abultado con una lista de escuálidos como base política que sostiene su liderazgo en el sector donde se desempeña. Y nuestro opositor, lejos de la resistencia heroica, se convierte en su sirviente más abnegado, su groupie oficial.
En la Oficina del gobierno, es más chavista que el mismísimo Comandante Eterno reencarnado en un tucán. Le lustra los zapatos a la figura de Bolívar con el puño en alto, recita consignas con una devoción que espanta y organiza las rifas de hallacas con una eficiencia militar. Su devoción es tan palpable, tan pegajosa, que el jefe chavista piensa: ¡Caramba! ¡Este sí es un cuadro revolucionario!
A la hora de la verdad, tiene un secreto bien guardado, ¡El voto es secreto! Cuando le toca votar, el dedo se tuerce y marca la casilla contraria con una satisfacción silenciosa, casi orgásmica. Es su pequeño, privado y único acto de "resistencia". Es su manera de decir. -Te sirvo, te adoro, pero te traiciono en el único lugar donde no me puedes ver.
Su labor en la gerencia es la cumbre del arte abstracto. Inventa más alcabalas burocráticas que la Guardia Nacional en Semana Santa. Retrasa todos los procesos con una justificación legalista de trescientas páginas. Es más estricto que su jefe a la hora de aplicar la normativa, pero lo hace con un odio visceral y un fin último: demostrar que "la revolución no funciona". Cuando algo colapsa, no dice "lo saboteé", sino: "¡Ven! El socialismo es ineficiente por naturaleza. Yo soy un mártir que intentó salvar este desastre.
Par el opositor, el socialismo va impregnado de un Fastidio Revolucionario, a tal punto que detesta profundamente el lenguaje revolucionario, esa "metralleta" de consignas que, según él, fastidia hasta a las moscas. Pero, ¡Oh, ironía!, es el que mejor canta las canciones revolucionarias en los actos oficiales. Grita el "¡Patria o Muerte!" con un sentimiento que le saca lágrimas al Primer Combatiente. Lo hace con tanta convicción que los verdaderos chavistas lo miran con sospecha: tanto entusiasmo... debe ser súper chavista o está simulando muy bien.
¿Y la música? Ah, la música. Su alma vibra con el reguetón más capitalista y bling-bling de Puerto Rico. Pero en los actos oficiales, pide con descaro al DJ: "¡Métele reguetón! ¡Vallenato! ¡Merengue!" Sabe que es una patada en el trasero del acervo cultural bolivariano, y lo hace porque en el fondo, su espíritu escuálido no puede vivir sin un toque de Miami. Y así, el opositor infiltrado baila perreo frente al retrato de Chávez, completando el círculo del Absurdo Nacional.
Él es el agente doble perfecto, como la fábula del Súper Agente 86, cobra del Estado, cobra su bono de guerra, sirve a la burocracia, se disfraza de rojo, pero en su corazón, se consuela pensando que cada cola que crea, cada trámite que retrasa, y cada dembow que baila en un acto oficial es un punto menos para el chavismo y un paso más cerca de la (imaginaría) liberación.
El liderazgo del chavismo lo ve y sonríe complaciente, seguro de que lo ha rescatado y lo tiene seguro en sus filas. Y aunque en su desespero por intentar sabotear la gestión de gobierno, que siempre lo hace, hay una sonrisa maquiavélica en la que se demuestra así mismo, que su poder de cooptación y su habilidad para hacer que hasta sus enemigos le sirvan con una devoción ridícula.
Imaginemos que se da una conversación personalizada por wasap entre el presidente Maduro, y como cualquier opositor que sabe cómo y a que, hora Maduro se engancha en el wasap.-y Maduro le dice los siguiente: Mi querido y persistente opositor, usted pregunta con una frustración casi poética. He aquí su pregunta: ¿Cuál es la razón por la que no me dejas Tumbarte?
Maduro le responde, no sin antes de conversar con Cilita, su opinión, acerca de si es conveniente o no responder por un wasap que seguramente el sujeto de marras del otro lado, lo difundirá a nivel mundial para que todos sepan cómo piensa el dictador. Cilita mueve la cabeza silenciosa y responde con su lenguaje no verbal acostumbrado afirmando con la cabeza de manera positiva. La respuesta es un secreto a voces, pero debo formularla con la exquisitez de un cálculo infinitesimal, le responde a Cilita. -No me dejo tumbar porque usted me ha convertido en su coartada existencial.
Verá, si en el remoto e improbable escenario de que usted me "tumbara" (una palabra tan popular como el billete de 100), la vida dejaría de tener ese exquisito drama que tanto alimenta el espíritu opositor. ¿A quién le echaría la culpa de la cola? ¿De la falta de dólares? ¿De que su vecino le ponga la música llanera a todo volumen a las 6 a.m.?
Yo, el Régimen Inmisericorde, soy su enemigo perfecto. Un villano de Marvel con presupuesto infinito y un plot armor impenetrable (Armadura argumental). Yo soy el muro contra el que usted golpea su cabeza, no porque espere derribarlo, sino porque el eco le recuerda que está vivo.
Un afamado político de oposición moderada, lo escribió en un Wasaap, que por cierto su emoji del diablito rojo muy molesto, estuvo muy bueno: él lo ha dicho: son triunfalistas fracasados. Un oxímoron maravilloso, como decir "dictadura democrática" o "eficiencia revolucionaria".
Cada vez que anuncian el "quiebre final" o el "fin de la usurpación o del régimen", lo hacen con una pompa y circunstancia que ya quisiera Hollywood. Despliegan mapas, usan punteros láser, nombran "presidentes ad hoc" que duran menos que un kilo de harina en un apagón, y terminan siempre con un "ya falta poco", o "Ya casi Venezuela". que, en términos geográficos venezolanos, significa "falta la distancia de Caracas a Tokio, ida y vuelta". Ustedes han desarrollado una habilidad asombrosa para proyectar sus propios errores sobre la pared del chavismo, como si fuera un proyector de diapositivas defectuoso.
Déjeme que aquí le amplío el repertorio de las pistoladas que sostienen sus narrativas fracasadas triunfalistas:
Usted sabotea la industria petrolera (porque eso sí lo apoya, ¡Bravo por la economía nacional!), regocijándose de que "no le entre un dólar al régimen". Pero al llegar a la cola de la gasolina, qué por supuesto es infinita gracias a ese mismo sabotaje, usted se transforma en un catedrático de Petróleo, Geopolítica y Moralidad para el resto de los mortales. Su discurso es un performance obligatorio: ¡Si los gringos vinieran, en un mes esto se resuelve! ¡Un mes, lo juro! Yo tengo un primo en Houston que me lo dijo. Y lo más glorioso: si el Gobierno le diera la gasolina gratis y sin cola, el opositor diría que es un "populismo irresponsable" y que por eso es que el país está quebrado. Es un ganar-ganar la queja.
Continua el Presidente Maduro: Usted apoya toda medida coercitiva, bloqueo, sanción y conjuro vudú contra la nación. Cuando el país se ahoga en las consecuencias de esas medidas, usted se pone la máscara de indignación y le grita a su smartphone: -¡Maldito Gobierno, nos están matando de hambre! ¡Esto es culpa del socialismo del siglo XXI! Su razonamiento es de una lógica aplastante:
Paso 1: Pido que corten todos los ingresos.
Paso 2: No hay ingresos, hay escasez y crisis.
Paso 3:¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡El comunismo no funciona!
Usted, que en su mayoría es un fervoroso creyente de clase media y baja, ha cooptado hasta a los santos. Si mi persona en gestión de Gobierno, lo menciona en un discurso, se activa la alarma divina: ¡José Gregorio no merece ser mancillado por el chavismo! ¡Será descanonizado ipso facto si lo siguen nombrando! ¿Usted cree, con una fe ciega, que el status celestial del Doctor de Isnotú depende de si un político chavista lo saluda en cadena nacional? Usted señor opositor considera que Dios y el Papa no tienen "vela en este entierro", claro, a menos que sea para apoyar la causa opositora, en cuyo caso sí son bienvenidos los santos pastores pitiyankis a la tarima.
La mayoría de la oposición, representada por esa "clase desposeída de recursos y propiedades", ha encontrado en la disidencia un "beneficio" existencial y hasta económico. En el trabajo con el patrón "escualido" (un término que ya es vintage), ser opositor no es solo una postura, es una credencial de pureza moral que te da puntos extra. Es un salvoconducto para que el jefe explotador te explote, pero con el consuelo ideológico de que ambos son "víctimas del régimen". Y así, el explotado y el explotador, unidos por un enemigo común, se dan palmaditas en la espalda mientras hacen la cola. ¡Qué bella estampa de unión nacional!
Y para cerrar este monólogo de cabaret político, le recuerdo que usted, mi estimado y vehemente crítico, fue quien me forzó a definirme. Esa manía de inventar "historias alocadas de comunismo" desde el primer día, esa insistencia rabiosa en vernos como la URSS tropical, fue lo que obligó a Hugo Chávez a decir: "¿Comunista, dices? ¿Sabes qué? Seré entonces socialista."
Usted gritó "Lobo", y cuando el lobo (o algo que se le parecía, pero con mucha más música y arepas) apareció, se asustó. Me obligó a levantar una bandera que, en un país cuya economía aún respira al ritmo de la mano invisible del mercado (cuando no está ocupada contando billetes o repartiendo dádivas), era un desafío fascinante. Por eso no me dejo tumbar, opositor. Porque usted me necesita más de lo que yo lo necesito a usted. Yo soy la razón de su existencia, el combustible de su rabia y el justificativo de su fracaso. Soy el guionista de su eterna y épica derrota.
¿Y ahora, mi querido antagonista, cuál será el próximo plan maestro? ¿Intentará la mudanza forzosa del Ávila? O ¿Jugará a la tierra arrasada, quemando el Ávila para acusar al gobierno, del peor desgobierno de su vida? Amanecerá y veremos. Ayer sobrevolaron unos aviones de guerra sobre nuestras fronteras marítimas. ¿En que estará pensando el opositor, de los comanditos que no está en el gobierno? Seguro agazapado en el rancho, preparando drones, molotows, miguelitos y tumba ranchos, por aquello de que se adelantó la navidad. ¡Ya llegó la navidad, vamos a todos a gozar!