Kast y el manual fascista (Cuando Chile sbraza la xenofobia que sufrió)

Lunes, 08/12/2025 06:48 AM

José Antonio Kast no es un "conservador con propuestas duras". Es un político que aplica el manual de la extrema derecha global con precisión quirúrgica: identificar un enemigo (los migrantes), deshumanizarlos, y prometer "limpieza" mediante expulsiones masivas. Es el mismo libreto de Trump, de Bolsonaro, de Orbán. Y es fascismo, sin eufemismos.

Kast ha afirmado repetidamente que los migrantes en situación irregular en Chile, se habla de más de 330.000 personas, deben abandonar el país: “tienen 133 días para partir” de forma voluntaria, advirtiendo que de lo contrario serán expulsados “con lo puesto”. Su plan, enunciado bajo nombres como “Operación Rescate Capital” o “Escudo Fronterizo”, combina retórica de mano dura contra la migración irregular con promesas de represión del crimen y regulación estricta del orden público. 

Las similitudes con el movimiento MAGA no son coincidencia, son copia descarada. Trump prometió deportaciones masivas, Kast promete expulsar migrantes. El ICE de Trump separó familias, encarceló niños en jaulas, realizó redadas en lugares de trabajo y vecindarios. Kast propone "mano dura" sin especificar qué significa eso en la práctica, pero sabemos exactamente qué significa: operativos violentos, separación de familias, vulneración de derechos básicos.

Trump culpó a los mexicanos de ser "violadores y criminales". Kast culpa a los venezolanos de la delincuencia en Chile, ignorando completamente las estadísticas que muestran que la criminalidad es un problema sistémico, no atribuible a una nacionalidad. Trump construyó el muro. Kast propone "cavar una zanja" en la frontera norte de Chile.

Es el mismo discurso, las mismas tácticas, la misma deshonestidad intelectual y escatológica. Y funciona porque explota el miedo y ofrece soluciones simples a problemas complejos.

Aquí está lo verdaderamente repugnante: miles de chilenos fueron refugiados políticos durante Pinochet. Venezuela los acogió. México los acogió. Europa los acogió. Canadá los acogió, la URSS los acogió. Esos chilenos huían de un régimen que Kast, por cierto, ha defendido repetidamente, llegando a justificar el golpe de Estado de 1973.

Entonces tenemos esta secuencia grotesca: Pinochet, a quien Kast admira, genera el exilio de miles de chilenos. Venezuela y otros países los acogen solidariamente. Décadas después, los venezolanos huyen de su propia crisis. Kast propone expulsarlos masivamente de Chile.

Es la amnesia histórica más conveniente y cínica que se pueda imaginar. Los chilenos que vivieron el exilio, que dependieron de la solidaridad internacional para sobrevivir, deberían estar en las calles gritando contra esta hipocresía. Pero muchos han olvidado, o peor aún, nunca les importó.

El fascismo contemporáneo es más sofisticado. No llega con uniformes militares y saludos nazis. Llega con traje, con lenguaje de "seguridad nacional", con discursos sobre "proteger nuestras fronteras" y "defender a los ciudadanos de bien". Pero la esencia es la misma.

Construcción de un enemigo interno y externo: los migrantes como chivo expiatorio. Promesas de soluciones autoritarias: expulsiones masivas, militarización de fronteras. Nostalgia de un pasado mítico: el Chile "puro" que nunca existió, ni existirá, no son especiales, menos aun pariente de lo que se llamó la raza aria. Desprecio por los derechos humanos: las expulsiones masivas violan tratados internacionales, pero eso no importa. Retórica supremacista: la idea implícita de que algunos seres humanos valen más que otros. Kast representa exactamente esto. Y no es "alarmismo" llamarlo fascista. Es precisión.

Muchos de ellos presumen de ser o parecer miembros latinos de la "raza aria" y  no están tan lejos de serlo, aunque sus razones étnicas lo desdicen. El discurso de Kast, como el de MAGA, se basa en un supremacismo apenas velado: "nosotros" (los chilenos "de verdad", blancos, católicos, de "buenas costumbres") versus "ellos" (los migrantes oscuros, pobres, peligrosos).

Es la misma jerarquía racial y de clase que siempre ha existido en América Latina, ahora reciclada para el siglo XXI. Los migrantes venezolanos son mayoritariamente mestizos, muchos de origen humilde. Eso los convierte en el blanco perfecto para un discurso que siempre ha estado ahí, latente: el clasismo y el racismo disfrazados de "preocupación por la seguridad".

Hablemos claro de lo que significa "expulsar migrantes" al estilo ICE. Redadas en escuelas, hospitales, tribunales. Detenciones sin orden judicial. Centros de detención privados que lucran con el encierro de personas. Separación de padres e hijos, algunos perdidos para siempre en el sistema. Deportaciones a países donde las personas enfrentan persecución o muerte. Violencia, abusos sexuales, negligencia médica en los centros de detención.

Esto es lo que Kast promete cuando habla de "expulsar migrantes". No es retórica abstracta. Es violencia estatal sistemática. Y tiene modelos recientes y documentados de cómo se ejecuta.

Lo más aterrador no es solo que Kast proponga esto. Es que tiene apoyo electoral significativo. Eso significa que hay millones de chilenos dispuestos a olvidar su propia historia, a ignorar su propia humanidad, para votar por alguien que promete crueldad sistemática.

¿Dónde están las voces de los hijos y nietos de los exiliados? ¿Dónde están los que recibieron solidaridad internacional y ahora voltean la cara? La amnesia histórica no es accidental. Es deliberada. Es cómoda.

Kast no es un "candidato controversial" ni un "político de derecha dura". Es un fascista que aplica el manual de la extrema derecha global. Sus propuestas no son "polémicas", son violaciones a los derechos humanos. Su discurso no es "nacionalista", es xenófobo y supremacista.

El viraje hacia un discurso que polariza: “nacionalistas vs. migrantes”, “nosotros vs. ellos”, recuerda peligrosas dinámicas de exclusión e intolerancia. Cuando un grupo político asume que ciertos seres humanos “sobran” según su estatus migratorio, fecha de entrada, o nacionalidad, se abre la puerta al despojo sistemático de derechos. Eso es históricamente riesgoso, y socialmente autodestructivo.

Y Chile, al darle una plataforma electoral sería, muestra que la dictadura nunca terminó de exorcizarse. Que el pinochetismo sigue vivo, mutando, adaptándose. Que la memoria es frágil cuando conviene olvidar.

La pregunta no es si Kast es peligroso. Lo es. La pregunta es si Chile tendrá el coraje de rechazar lo que representa, o si repetirá los errores históricos que ya conoce demasiado bien.

 

La respuesta no definirá solo un gobierno: definirá el alma de un país entero.

NO HAY NADA MÁS EXCLUYENTE QUE SER POBRE

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