En una reciente sesión de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, el presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez, lanzó una acusación contundente: la Unión Europea (UE) es, en sus propias palabras, "los mayores lavadores de dinero de la historia". Esta declaración no solo es un grito de solicitud de respeto por parte de un país que enfrenta sanciones y bloqueos, sino que también pone de manifiesto una realidad incómoda sobre la complicidad de ciertos gobiernos europeos en actividades ilícitas.
Rodríguez destacó que la UE se beneficia del dinero proveniente del narcotráfico, del tráfico de armas y de la trata de personas, al tiempo que señala que Venezuela, bajo un brutal bloqueo económico, está excluida del sistema financiero internacional. La ironía no puede ser más evidente: mientras se señala a Venezuela como un país de alto riesgo en el lavado de activos, son los países europeos los que manipulan y blanquean esos fondos ilícitos.
La Asamblea Nacional ha dado un paso audaz al proponer declarar "persona non grata" a la directiva del Parlamento Europeo, en respuesta a su implicación en lo que consideran genocidio y exterminio de civiles en la Franja de Gaza. Esta acción refleja un creciente descontento con la postura de Europa hacia América Latina y, en particular, hacia Venezuela. No se puede ignorar el hecho de que las decisiones tomadas en el viejo continente tienen repercusiones directas en la vida de millones en nuestra región.
Rodríguez no se detuvo allí. En su discurso, cuestionó la noción romántica de Europa como "la cuna de la civilización". ¿Qué civilización? Se preguntó retóricamente, enumerando culturas antiguas que han dejado huella en la historia. La provocación es clara: Europa se presenta como un bastión de moralidad y civilización mientras participa en prácticas que contradicen esos ideales.
El informe presentado por Rodríguez sobre el flujo de fondos ilícitos en el sistema financiero europeo es alarmante. Según sus datos, cerca de 750.2 mil millones de dólares han sido colocados en este sistema durante 2023, con una parte significativa movida a través de fronteras europeas. Esto plantea preguntas cruciales sobre la integridad del sistema financiero europeo y su papel en el sostenimiento de actividades criminales.
El hecho de que Europa haya obtenido 948 millones de euros por la venta de armas a Israel en 2023 es un recordatorio escalofriante de cómo las decisiones políticas pueden estar motivadas por intereses económicos a expensas de vidas humanas. La retórica de derechos humanos y civilización se desmorona ante la cruda realidad del comercio de armas y su impacto devastador.
La propuesta de la Asamblea Nacional para evaluar la ruptura de relaciones comerciales con empresas europeas que operan en Venezuela es un llamado a la acción. Es hora de que el gobierno venezolano tome una postura firme frente a aquellos que se benefician del sufrimiento ajeno. La relación entre Venezuela y Europa debe ser reconsiderada a la luz de estas acusaciones y realidades.
El mensaje es claro: Europa no puede seguir disfrutando del título de "cuna de civilización" mientras sus acciones contradicen esa narrativa. La hipocresía debe ser expuesta y confrontada. Así que, Unión Europea, váyanse al carajo. La dignidad y los derechos humanos son más importantes que los intereses económicos y políticos. Es hora de que los pueblos del mundo exijan justicia y transparencia.