En el escenario contemporáneo de la política venezolana, las declaraciones y llamados de María Corina Machado (MCM) hacia los Estados Unidos han generado un debate profundo sobre los límites de la oposición política y las fronteras de la soberanía nacional. Sus exhortaciones a sanciones, bloqueos económicos e incluso a la intervención militar directa contra Venezuela no solo se inscriben en el terreno de la confrontación ideológica, sino que rozan peligrosamente las disposiciones del Código Penal venezolano en materia de traición a la patria.
Este artículo busca analizar, desde la perspectiva del derecho internacional público y la geopolítica antiimperialista, cómo el discurso de MCM se convierte en una forma de “máxima presión” que no proviene de Washington, sino de una oposición interna que se alinea con los intereses de la hegemonía estadounidense.
El marco jurídico: traición a la patria y soberanía
El Código Penal venezolano establece que incurre en traición a la patria quien, en tiempos de paz o de guerra, promueva acciones que comprometan la independencia, la integridad territorial o la seguridad de la nación. Los llamados de MCM a sanciones y bloqueos económicos se acercan a este tipo penal, pues implican solicitar medidas coercitivas unilaterales que afectan directamente al pueblo venezolano.
Desde el punto de vista del derecho internacional, estas medidas coercitivas violan principios fundamentales como:
La no intervención en asuntos internos de los Estados (artículo 2.7 de la Carta de la ONU).
La prohibición del uso de la fuerza salvo en legítima defensa o autorización del Consejo de Seguridad (artículo 51 de la Carta de la ONU).
El respeto a la autodeterminación de los pueblos, principio consagrado en la Resolución 2625 de la Asamblea General de la ONU.
Al invocar sanciones y bloqueos, MCM se coloca en una posición que contradice estos principios, pues legitima la injerencia extranjera y la subordinación de la política nacional a intereses externos.
La geopolítica de la presión: Washington y sus aliados internos
La estrategia de “máxima presión” contra Venezuela ha sido diseñada en Washington como un mecanismo para forzar cambios políticos mediante el estrangulamiento económico y diplomático. Sin embargo, lo que resulta más grave es que esta presión se amplifica desde dentro del país por actores políticos que, en lugar de defender la soberanía, la entregan discursivamente.
MCM, con sus llamados a la intervención militar, reproduce la lógica de la doctrina Monroe y del intervencionismo estadounidense en América Latina, que históricamente ha significado invasiones, golpes de Estado y tutelaje político. En este sentido, su discurso no es autónomo ni genuinamente opositor, sino funcional a una estrategia imperial que busca recolonizar espacios de decisión en Venezuela.
El odio político como estrategia
El título de este artículo, “El odio político es la máxima presión de MCM”, refleja cómo la oposición radical convierte la confrontación en un ejercicio de odio que trasciende la crítica legítima. No se trata de un debate sobre modelos económicos o proyectos de país, sino de una incitación a destruir las bases materiales de la vida nacional mediante sanciones que afectan la salud, la alimentación y el desarrollo.
Este odio político se traduce en:
Deshumanización del adversario, al presentar al Estado venezolano como ilegítimo y susceptible de ser eliminado por la fuerza.
Legitimación de la violencia externa, al invocar la intervención militar como solución política.
Desconexión con el pueblo, pues las sanciones y bloqueos golpean directamente a la población, no a las élites gobernantes.