Vivimos tiempos complejos en lo político, en lo económico y en lo social, además cargados de gran incertidumbre, que requieren de profundas reflexiones e introspecciones, para lograr ver la luz de soluciones al final del túnel, pero nos resistimos a ello, estamos aferrados a nuestras tesis políticas y convicciones personales, que indudablemente nos fueron útiles en otros tiempos, pero que en los tiempos actuales, resultan insuficientes desde lo explicativo, comprensivo e interpretativo, para encontrar soluciones reales a los problemas colectivos que nos aquejan.
Continuamos en combates de sombras, buscando responsables en los "otros", rivales o adversarios, olvidándonos del principio constitucional de la corresponsabilidad, tan responsable de lo que nos acontece como sociedad, es el gobierno y nosotros como pueblo con comportamiento en sí, en lugar de sujeto histórico colectivo (pueblo para sí). El diálogo nacional ha sido entre pares políticos, sin incorporar plenamente la vocería del pueblo organizado en movimientos sociales, sindicatos y gremios, seguimos en la democracia representativa y le hemos dado la espalda al consenso de fraternidad, que nos puede dar luces a los propósitos y soluciones que todos anhelamos, buscamos, pero no las encontramos, porque cerramos la puerta a lo consensual.
La invitación es para que desde nuestras subjetividades pluriversas del ser, el amar y el tener-estar que nos caracteriza como pueblo para sí, que debería decir mucho sobre nuestra salud mental decolonial, como camino para que nos apartemos de 531 años de colonialidad del poder, colonialidad del saber y colonialidad del ser, a la que nos hemos referido en anteriores artículos, colonialidad que se encuentra "vivita y coleando" en nuestros encuentros, diálogos, conversatorios, formación, educación y otras múltiples expresiones de participaciones democráticas, con poca "democracia participativa y corresponsable".
Esas colonialidades, son los nubarrones que encubren, oscurecen, obstaculizan las soluciones y caminos que nos conduzcan por la senda del consenso fraterno pueblo-gobierno, pueblo-oposición, sin olvidar que existen unos compatriotas tanto del gobierno, como de la oposición, que hace rato que se apartaron de la senda del consenso de fraternidad, con ellos hay que ser radicales, "ni a la esquina con ellos"; no sigamos perdiendo el tiempo, haciendo asaltos de sombra como en el entrenamiento de boxeo, buscando responsables sólo en el otro y no en nosotros mismos, porque seguiremos patinando en estos lodos de polvos del pasado.
Estas reflexiones iniciales, que iniciamos la semana pasada sobre el 27 F de 1989, desde las tesis políticas de Enrique Dussel (2010), nos develan aprendizajes de esa fecha histórica, con impacto en el acontecer político, económico y social actual, en nuestras vidas y salud mental como disciplina de la Salud Colectiva Nuestramericana y Decolonial, con 40 años de vigencia, producción bibliográfica, científica, investigativa, territorial y praxis social comprobada, que hoy encuentra resistencia para su implementación, formación y difusión en nuestras Universidades y Ministerios de Salud, por la preponderancia del Modelo Médico Hegemónico que siguen asumiendo los procesos de salud/enfermedad desde lo mercantil y funcionalismo de los determinantes sociales de la salud (OMS), y no desde la determinación social y territorial de los procesos de salud/enfermedad (ALAMES).
Los sucesos del 27 F de hace 35 años, fue una rebelión espontánea y solitaria del pueblo contra el sistema político vigente de entonces, que no logró concretar esa transformación y cambio político necesario, hubo necesidad que pasara casi una década para que mediante la vía electoral, se concretara la esperanza de cambio y transformación del sistema político vigente de democracia representativa y superar las frustraciones del 27 F de 1989 y del 4 F/27 N de 1992, con la elección del Comandante Hugo Chávez Frías, cuyo ofrecimiento electoral interpretando el sentir del pueblo fue Refundar la República, para tener una nueva partida de nacimiento político, mediante una Asamblea Constituyente Originaria, que nos dio la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Han pasado ya 3 lustros de este significativo hecho constituyente, nos encontramos viviendo una prolongada crisis económica, política y social, que nos indica que no se han logrado los propósitos de cambiar el sistema político vigente, cambio que creímos, estaba a la vuelta de la esquina con la elección de Chávez. Pero no ha sido así, muchos políticos revolucionarios y políticos restauradores e importantes sectores de la sociedad nacional, se preguntan ¿Por qué no ha sucedido otro Caracazo?, se acude desde nuestra perspectiva, a opiniones y análisis superficiales simplistas, que tratan de ver responsabilidades y equivocaciones, solo del lado del gobierno, sin pasearse por el principio constitucional de la corresponsabilidad, que nos señala que cada uno de nosotros como ciudadanxs y como sociedad tenemos responsabilidad en la crisis que sufrimos; no es hora de seguir perdiendo tiempo en establecer, quienes tienen más responsabilidad que otros y buscar caminos de consenso fraterno para mejorar, superar y transformar dicha situación.
Hablando empíricamente, es imposible humanamente sistemas políticos perfectos, porque no serían sistemas políticos humanos, sino divinos. Toda acción política como actividad humana es imperfecta (Dussell, 2010) y cargada de incertidumbre (Edgar Morín. 2000). Todo orden político vigente, se hace evidente su imperfección e incertidumbre mediante las víctimas que produce y sus consecuencias en lo personal y comunitario. Como pueblo "en sí" tenemos escasa formación sociopolítica y conciencia de clase, que nos hace indiferentes, poco participativos y nos desmoviliza, si a ello le agregamos la falta de organización, para que más allá de posiciones ideológicas, ante los problemas sociales que nos aquejan, no somos capaces de identificar y organizarnos alrededor de reivindicaciones sociales equivalentes que nos unen para crear un consenso reivindicativo hegemónico y equivalencial, que haga efectiva nuestras demandas.
Cuando pasamos de la abstracción comunidad política, a la categoría política pueblo (potentia) como totalidad concreta, se hacen evidentes las contradicciones y conflictos como problemas sociales, que expresan reivindicaciones insatisfechas, derechos humanos y derechos constitucionales incumplidos, convertidas en demandas hacia los gobernantes y la institucionalidad pública (potestas), haciendo necesario que el pueblo se organice en movimientos sociales reivindicativos diversos: movimientos feministas, racistas, de adultos mayores, de jóvenes sin estudios o desocupados, trabajadores desempleados o mal pagados y explotados entre otros, es decir, son movimientos con reivindicaciones sociales diferenciales, que requieren de una integración que las organice y movilice, en demandas de reivindicaciones equivalenciales Ernesto Laclau (1995), diálogo y traducción de reivindicaciones sociales Boaventura de Sousa Santos (2005) o hegemón analógico Enrique Dussel (2010).
El pueblo como autor protagónico, colectivo y político, es poder constituyente, desde abajo (potentia), que demanda al gobierno y la institucionalidad pública (potesta) el cumplimiento obediencial de sus demandas, lo que requiere de una toma de conciencia crítica del bloque social de los oprimidos y excluidos. La voluntad de vida de ese bloque social de oprimidos y excluidos, es negada por la voluntad de poder (colonialidad del poder) de los poderosos o de gobiernos fetichizados, que subalternizan e inferiorizan al pueblo.
De ahí que, la explicación de la no "aparición de otro caracazo", es debida a que el pueblo no ha tenido la suficiente formación política, ni conciencia de clase, que le permita identificar que su fuerza política está en develar que sus reivindicaciones diferenciales, son coyunturalmente unidad de demandas equivalentes, como "hegemón analógico", más allá de posiciones ideológicas o político partidistas de quienes singularmente reclaman, que obligue a gobiernos y poderes facticos de la sociedad, a gobernar obedeciéndole al pueblo, y como gobierno/pueblo se inicie un nuevo orden político revolucionario de gobernanza democrática participativa corresponsable, de derecho y justicia. Los partidos de izquierda agrupados en el llamado Gran Polo Patriótico, a excepción del PSUV y los no agrupados en ese polo, perdieron la calle, la vanguardia y orientación política, abandonando al pueblo en sus luchas reivindicativas, pareciera que la vanguardia social de izquierda, no se reponen de la cultura de la derrota y de la escasa voluntad de poder.
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