(Segunda parte de Historia insurgente y la escritura racista)
Letras de la supremacía blanca negadora de nuestras raíces.
EL historiador insurgente debe juzgar con rectitud toda escritura, debe interpretar los hechos y someterlo a un riguroso análisis dialéctico, debe honrar su labor pedagógica con el manto de sabiduría descolonizadora, sin ser o convertirse en un censor romano, debe interpretar y escribir sin contemplaciones, con un ácido a limón, sobre la escritura de nulidades engreídas, que narran una historia de superhéroe, exaltan el individualismo, niega el protagonismo del pueblo, la lucha de clases y son usufructuarios de las limosna del poder, "olvidando" el ejercicio pulcro de la escritura crítica. La "santa" crítica a la que la sociedad le debe todo lo bueno que en ella hay, al decir de Don Simón Rodríguez.
Al historiador insurgente le está prohibido exaltar, rendir pleitesía y culto cuando se trata del ejercicio de su grafito, "debe ser como la muerte que no discrimina" (José Eutacio Rivera, *La Vorágine*). No solo debe analizar los hechos históricos, las circunstancias en los cuales ocurren, sino también pensar, estudiar las escrituras de los textos históricos, al autor, desmenuzar las intenciones que esconden la escritura, sus circunstancias, incluso también el relevante protagonismo de LAS EDITORIALES.
Cuál es sentido del compromiso ideológico político de la editorial, que fines persigue, si su norte es simplemente la ganancia económica sin detenerse en los linderos ideológicos y clasistas, o si por el contrario, le es relevante la pedagogía militante, una editorial insurgente para la educación histórica del pueblo, con sentido transformador, que permita coadyuvar el esfuerzo de los ciudadanos para alcanzar una sociedad de felicidad, o también, que presente, quite el velo de las oscuridades históricas escritas por los eternos amos de siempre.
Tan relevante es el protagonismo de las editoriales insurgentes, que solo basta ubicar su sello para tener una idea sobre la relevancia del texto producido. Así es el Fondo de Cultura Económica, Ocean de Sur, América, Trincheras, Galac, Ayacucho y otras.
El historiador insurgente somete a su juicio, análisis e interpretación no solo la escritura de un autor, sino también la editorial que lo difunde. En esto, las casas impresoras insurgentes deben tener cuidado, darle suprema importancia a cada publicación -sin ejercitar función censora ni inquisidora- ello, cuando las editoras representan una propuesta revolucionaria.
En los casos, que por interés histórico-cultural, las editoras insurgentes, decidan imprimir un texto cuyo contenido contradiga la línea editorial transformadora, las proclamadas líneas descolonizadora y antiimperialista, los postulados o lineamientos de planes gubernamentales para la liberación cultural y cognitiva del pueblo, al texto, al libro por imprimir se le debe agregar pequeños análisis o comentarios, a menos a pie de página, que aclaran o desmonten su contenido racistas o tergiversador de la realidad histórica y de esa manera se salva el sagrado ejercicio de la historia insurgente.
Lo contrario es ser -como casa editora- sujeto reproductor de mentiras históricas que confunden, educan y entronizan un conocimiento para la dominación perpetua del saber colonialista e imperial, aunque este no haya sido su propósito inicial.
Que se publique todo lo que se tenga que publicar, pero en el caso expresado, cuando la escritura es racista, individualista, mesiánica, tergiversadora, interesada y ocultadora, se deben escribir las debidas notas aclaratorias o análisis insurgentes. Lo primero y relevante es la verdad y ética revolucionaria, por encima de la estética y del éxito editorial, hay que destacar en todo momento la verdadera historia, la útil y necesaria, la insurgente, para derrotar e imponerse a más de cinco siglos de dominio cultural colonial. Se debe hacer el esfuerzo y la inversión económica. ¡¡Lo contrario es pura paja, charlatanería engreída!!
Recientemente, en julio de 2025, La Fundación Ayacucho, institución pública, editó un libro, titulado El país del Orinoco, que nos adentra en un mundo maravilloso de aventura, en el transitar de una mujer expedicionaria, nacida en Inglaterra, que deja constancia de su recorrido por pueblos y aldeas de la Venezuela de 1931, describe las poblaciones desde Caracas hasta Maracaibo y luego su viaje al fabulosos río Orinoco, en un itinerario que deja por el grafito sobre las hojas la vida, paisaje y acontecer de pueblos como Caracas, Villa de Cura, Calabozo, San Fernando, Caicara, Ciudad Bolívar, y el Amazonas, así como sobre las comunidades indígenas, su cultura y costumbres, relatos y experiencias vividas por demás interesantes, pero que en ese *hacer de inventario y de ejercicio cartográfico*, nada inocente ni de exclusivismo turístico de "peripecias vital y suscitación de imágenes" deja ver con marcada insistencia, en huellas, oraciones escritas, el racismo de su pensamiento, la "SUPREMACÍA BLANCA", la visión eurocéntrica difundida través de la obra memorialista y bibliográfica.
Es obligación de todo historiador insurgente profundizar en la reflexión, enfrentar, combatir, las "preocupaciones" y narrativa de la prosa para la meditación estética y su investida "neutralidad", profesionalismo y difusora de cultura o registros históricos no insurgentes, con un discurso colonialista y opresor, a través de un "inocente" viaje de exploración "turística". El grito, la alerta es más que necesario. ¡¡El silencio nos entierra!!
Divino el relato, bellos los paisajes, en el encuentro con una Venezuela de ayer, osada la dama por la incertidumbre de un viaje, en un país sin caminos ni comodidades, con un precario transporte terrestre y acuático, no obstante lo agradable, viene la ruina o lo ruin, el marcado desprecio hacia comunidades enteras, el cuestionamiento del pensamiento europeo en contra de una originaria civilización.
El libro revela, sin titubeos, una escritura racista, excluyente, maltratadora, justificadora de la violencia contra el hombre y la mujer originaria de nuestra Pachamama, de la América la nuestra, la de Guaicaipuro, Martiana, Bolivariana. Un cúmulo de líneas que tergiversan la verdad histórica y social, que justifica la dictadura gomecista y que exalta la vida norteamericana en los campos petroleros, *sin las obligatorias aclaratorias, ni comentarios, ni análisis a pie de páginas, quedando como verdad histórica lo afirmado en los calumniosos trazos. Un libro editado por una fundación de relevante prestigio, como lo es la mencionada Ut supra.* ¡¡Da profunda melancolía que se reafirme y difunda el relato opresor colonizador!!
Veamos el por qué. La autora Lady Dorothy Mills de Bain (11/3/1889- 4/12/1959+) en su libro El país del Orinoco, volumen de la Fundación Biblioteca Ayacucho, Impreso en los talleres Fundación Imprenta de la Cultura, Guarena Venezuela, en julio de 2025, afirma refiriéndose a los indígenas:
"...Son los motilones feroces y primitivos, quienes odian a los hombres blancos… más de un empleado de los campos petroleros ha sido asesinado" De acuerdo a esa escritura nuestros indígenas motilones se caracterizan por ser feroces y asesinos. Continúa diciendo "…es el indígena más feo…bajito, rechoncho, barrigón y con cara de animal ceñudo… las mujeres con el mismo tipo de fealdad…"
Al referirse a los indígenas del Orinoco expresa: "...ningún deseo de mejorar el estado de primitivismo animal… los guaharibos es una raza guerrera que odia a los blancos… Los caracteriza el odio …Viven una vida de animales…" Corresponde preguntarnos ¿No son seres humanos?
Luego, la escritora inglesa mediante un juicio valorización racista expresa: "...¡qué feo eran los yaruros!... sus rostros eran rostros de bestias… Las mujeres su caricaturesca feminidad impresionaba hasta la repulsión… rostros de molde animal…"
Sobre la mujer panare -dice- que conoce la pasión no el amor "…la selva del Amazonas es refugio de gente débil o menos inteligente… viviendo como animales…"
Según la exploradora, en el indígena lo que existe y le es relevante es su grado de "animalidad", la falta de sentimiento y humanidad, llega al extremo de relatar, como a una identidad aborigen (creando un abominable ambiente para el desprecio por parte del lector) le atribuye un supuesto e inverosímil hecho al expresar que "un indígena luego de enterrar a su fallecida esposa, los niños presentes en la inhumación (hijos de esta) lloraban y no paraba de hacerlo, parecían infelices sin ella, el viudo padre indígena, al ver tal escena de dolor de sus menores hijos, -según la escritora- decidió matarlo y enterrarlo con ella…"
He ahí la descripción repulsiva de un piaroa sin sentimientos hacia lo humano, según el relato de la dama europea, añadiendo que "...el único objeto que parece despertar sentimiento en un piaroa es su perro de caza... sobre el cual tiene un afecto personal, casi conmovedor…" Mayor desprecio hacia nuestros pueblos indígenas es verdaderamente imposible. Es el pensamiento europeo expresado en la pluma racista, sin límites fundamentado en una supuesta "supremacía blanca", de puebELlos elegidos por Dios, que impuso el pensamiento del destino manifiesto y posteriormente doctrinas como la Monroe.
La escritura, PAÍS DEL ORINOCO, fue en la tercera década del siglo XX, durante el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez, quien gobernó 27 años, caracterizado por la persecución política, la falta de libertad, de democracia, con el recurso energético (petróleo) como fuente principal de los ingresos económicos del país, bajo el control de las transnacionales, de los carteles imperialistas, un país que había entregado su soberanía, donde reinaba el terror y las persecuciones, el asesinato del opositor político o la cadena perpetua hasta morir en las mazmorra de la rotunda o en el Castillo de Puerto Cabello, un país administrado como una gran hacienda feudal, con una población sin asistencia médica, analfabeta, desnutrida, sin futuro, sin libertad de expresion. En un país con esa características, la dama escritora, autora de la obra en comento, nada de esa realidad vió y menos la refirió en su narrativa, se limitó a decir: "... Gómez es el espíritu del país… ha sofocado revoluciones que diezmaban el país, ha controlado a los disidentes y a todos los contrarios a él…" y en otro párrafo expresa "...tuve el honor de conocer al general *Gómez*…"
Muy por el contrario al referirse al expresidente Cipriano Castro se expresa en estos términos: "...Su régimen fue de crueldad, injusticia, extravagancia, retroceso, despotismo y celo de la popularidad de Gómez, cuyo creciente poder condujo a Castro a fraguar un atentado. Pero Gómez se había establecido firmemente y en 1909, bajo una nueva constitución, fue electo presidente…"
Es evidente la tergiversación, desfiguración y silencio de los hechos históricos. La mentira abierta e interesada, nada se refirió al bloqueo, ni al golpe de Estado de Gómez contra Castro y el apoyo de la marina norteamericana a favor de Juan Vicente Gómez, como tampoco la presencia preponderante de los capitales gringos en la industria petrolera. Una editorial insurgente necesariamente debe aclarar, al menos en pie de página, las falsedades históricas para que no queden como verdades.
Si bien importante es la edición y difusión de de libros, encomiable labor de una Fundación, como la Ayacucho, creada para ello y con un haber que contribuye a los saberes de nuestra letras latinoamericana, hecho que reconocemos como muy valioso y honorable, no menos cierto es que debe hacerse (sin caer en inquisición y prohibiciones que impidan la universalidad y democracia del conocimiento) los aportes y aclaratorias necesarias a pie página o en una separata analítica y crítica, que juzgue con rectitud las escrituras o los textos racistas y colonialistas que coadyuve e impulse la descolonización cultural y cognitiva prevista en la Ley Orgánica de la siete Transformaciones, específicamente en la 4ta Transformación.
La impresiones o ediciones de libros como el titulado EL PAÍS DEL ORINOCO, son importante como material pedagógico, que permiten conocer no solo el paisaje, la geografía, los modos de vida de las ciudades y del campo, su economía, sus caminos y carreteras y vías fluviales, sino que también permiten ilustrar -con la debida crítica, con el enseñaste juzgamiento- el pensamiento positivista racista de los que se consideran una "raza única y superior", por lo tanto, *no se trata de no editarlo, sino al contrario hay que editarlo,* para que nos ponga en contacto con un pensamiento e interpretación de la dominación y el intento de justificar el ultraje, y el pensamiento verbal y escrito de la violencia de siempre, ejecutada por los amos de la historia, pero con las obligatorias, las debidas y precisas exposiciones argumentadas, de profunda crítica que desmonte la narrativa y el lenguaje colonizador, en el propio cuerpo del libro, hecho imperativo, forzoso cuando se trata de casa editoras insurgentes y del Estado, no hacerlo es ser un vehículo, un instrumento para reproducir y confirmar las ideas racistas.
Polvorín. Explosión de ideas insumisas.
Un combate por la vida. (A)