Amarga verdad que tenemos que asumir, y que el gobierno debe decir

Jueves, 26/06/2025 04:43 AM

En diversas ocasiones, la vicepresidenta ejecutiva de la República, Delcy Rodríguez, ha afirmado que Venezuela, a partir de la implementación de las llamadas "sanciones" en el año 2015, partiendo del tristemente célebre y deleznable "Decreto Obama", a través del cual se declaró a nuestro país como "Una amenaza inusual y extraordinaria" para los Estados Unidos de América, ha perdido la muy voluminosa cantidad de 232000 mil millones de dólares, lo que para el momento se tradujo en el noventa y nueve por ciento de la entrada de divisas.

Todos hemos vivido las consecuencias de ese brutal golpe y esa larguísima e ilegal agresión que, aún hoy, goza de buena salud. Ahí se puede encontrar la génesis de muchas cosas que sucedieron a posteriori en Venezuela, con los venezolanos y nuestros derechos. Ninguna economía en el mundo está en la posibilidad de soportar semejante acometida. Así vimos cómo, entre otras cosas, la hiperinflación (de la mano del dólar "negro") se agigantó hasta llegar a límites otros inimaginables, la ingesta calórica de los ciudadanos bajó considerablemente, el poder adquisitivo prácticamente desapareció, muchísimos negocios quebraron o se fueron del país, sin olvidarnos del éxodo continuo de compatriotas que, hasta la fecha, sigue ocurriendo (aunque en menor medida).

No fue coincidencia que, al mismo tiempo, el gobierno, desesperado por sobrevivir, aplicara una serie de medidas que afectarán directamente y como consecuencia de lo anterior, los derechos laborales de los venezolanos. Desde el "inexistente" pero aplicable instructivo ONAPRE, que acabó con los derechos, convenciones y salarios de los trabajadores universitarios, pasando por la pírrica remuneración de los maestros y trabajadores del sector salud, tres años sin recibir aumento salarial, más la estrategia (necesaria, así lo ve el gobierno) de bonificar el salario y crear algo llamado Ingreso mínimo integral indexado, hasta la creación de una Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales que, dentro del mismo marco de actuación del ejecutivo, anula los derechos de los trabajadores que se desempeñen en tales zonas económicas y crean las maquilas, quienes dirigen el destino del país han arremetido (según ellos se han visto obligados y no ha sido de mala fe) contra todo lo que huela a derechos laborales y mejoras salariales.

Ahora bien, esta precaria situación económica que vive Venezuela continúa, y muchos venezolanos se han visto obligados a recurrir a diversos oficios y emprendimientos para poder paliarla, pero el hecho cierto es que, según lo señalado arriba, no existen los recursos suficientes como para darle cumplimiento a las leyes laborales, a la Constitución, a los reglamentos y convenios suscritos por el país y, por ende, no hay forma de que los trabajadores venezolanos podamos aspirar a un salario digno y suficiente (Art.91 CRBV). Esta es una verdad que sabe muy bien el gobierno, pero que se ha negado en redondo a reconocer con su posición orgullosa, mentirosa y llena de altivez como cuando expresan que no necesitamos los permisos de exportación petroleros de los americanos. Porque aunque yo sea un patriota a todo dar, que lo soy, reconozco que, al menos por ahora y en un período que puede ser muy largo (por como se desenvuelve el mundo) necesitamos con suma urgencia poder exportar sin trabas y limpiamente nuestro petróleo y sus derivados. Lo demás es patrioterismo hueco, y el gobierno, sin ceder la soberanía de nuestros recursos, puede hacer mucho para mejorar esta situación, pero lo que ha hecho es empeorarla.

Por lo ya explicado, es que cada vez vemos más venezolanos que se dedican a andar en motos como "deliverys", o aquellos que forman parte de una de tantas aplicaciones de taxis, bien sea en moto o en carro (que ahora hasta eléctricos los hay en el país), u otros que ya han probado vender diferentes mercancías, desde los que venden mango con sal y adobo hasta los que venden ropa y calzado. Todos ellos, trabajadores dignos pero desesperados por sobrevivir, perciben un ingreso mucho mayor al de un profesional con posgrado. ¡Cuánto duele, por ejemplo, ver a parte de nuestra muchachada que no puede estudiar, esclavizada en una de las tanísimas mega farmacias que han invadido el país y cuyo capital de formación nadie investiga!

En conclusión, profesionales y trabajadores venezolanos tenemos que elevar nuestra mirada y ver el cartel en la puerta del infierno de Dante que nos dice que abandonamos aquí toda esperanza; Claro está, todo esto sobre la base de lo que retacha el gobierno una y otra vez, que no es más que lo mismo dicho por Milei durante y después de su campaña presidencial en Argentina: No hay plata.

Distintos profesionales le han señalado en una y otra ocasión al ejecutivo diversas maneras para mejorar la situación aludida; Sin embargo, este está atrapado en la teoría monetarista, ha decidido quemar los escasos dólares que ingresan al erario público para tratar infructuosamente de estabilizar la moneda, y rechaza cualquier propuesta que no esté en esa línea (ver las de Boza, Curcio y Valdez, por ejemplo).

Lo dicho es la verdad, esta a veces es muy dolorosa, pero hay que decirla. Otra situación de interés que es necesario comentar, es que todo indica que mientras gobierne el chavismo las sanciones seguirán en pie. No importa cuántas marchas hagan, no importa cuántas elecciones hagan (opacas, por cierto), no importa cuánto digan que la economía ha crecido mucho (no se nota en la calidad de vida de los venezolanos, pero sí en el bolsillo empresarial), las sanciones y el bloqueo yanqui estarán allí, para atrasarnos, muchas veces maniatarnos, y, seguramente limitarnos a nosotros ya nuestros derechos.

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