El 10 de octubre del año en curso, Día Mundial de la Salud Mental, el Comité noruego y la Academia sueca, que anuncia el ganador anual del Premio Novel de la Paz, dio a conocer a quien habían otorgado el Premio Nobel de la Paz este año.
Nuestro Libertador Simón Bolívar, sentenció hace más de dos siglos: "Nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza"; este año el Comité Noruego del Premio Nobel de la Paz en su decisión, sufrió de ignorancia y un "tantico de falta de cordura", como para festejar el Día Mundial de la Salud Mental, siendo totalmente congruente, con la "coherencia invertida" que en algunas fechas, sufre el renombrado Comité y sus sesgos geopolíticos, siempre con relevancia genocida de algunos de los escogidos o escogidas.
Cada octubre, el mundo se detiene ante el ritual moderno occidental, el anuncio del Premio Nobel. Las cámaras apuntan a Estocolmo y Oslo, las palabras "mérito", "humanidad" y "paz" se repiten como mantras universales. Pero, detrás de ese brillo, se esconde una narrativa de colonización y colonialidad del reconocimiento, el poder simbólico de quienes deciden qué vidas, qué saberes y qué luchas merecen ser premiadas.
En un planeta despedazado y polarizado por guerras hegemonicas inútiles, desplazamientos migratorios e imposición bélica de hegemonías culturales, el Premio Nobel, ese mito nórdico al mérito universal, parece no escapar a la lógica colonial y colonializadora que marcó la modernidad occidental hace 533 años, con el Encubrimiento de 1492 de Abya Yala (Enrique Dussel, 1994): un Norte Global que define la excelencia, las formas de gobernar democráticamente, ¿como y qué investigar?, ¿qué conocimiento es científico?, alienar, cosificar las subjetividades humanas y los territorios mentales: memoria colectiva, inconsciente colectivo, imaginarios colectivos de los pueblos del Sur Global, como "patio trasero" que les pertenece.
Alfred Nobel (1833-1896), inventor sueco y empresario de la dinamita, escribió en su testamento, que su fortuna logrado a punta de dinamita, debía premiar a "quienes hubieran conferido el mayor beneficio a la humanidad", mayor paradoja imposible, pero es un refrente no para la sorpresa, sino para la reflexión paradojal y poco cuerda del sustento de dicho premio.
Así nacieron los premios en Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. En 1969, el Banco de Suecia añadió uno más: el de Ciencias Económicas "en memoria de Nobel", no podía faltar lo económico, la acumulación genocida, etnicida, epistemicida e historicida, para poder pagar el premio y conservarlo para el bienestar y la persistencia del Norte Global, usufructuando y robando las riquezas biodiversas, energéticas y minerales de los pueblos de Nuestramérica, , Africa y Asia.
Desde 1901, el Premio Nobel ha sido otorgado más de mil veces, consolidando la jerarquía del "conocimiento y la moral" del Norte Global. La Fundación Nobel, creada en 1900, administra los fondos, mientras diversas academias suecas y el Comité Noruego del Nobel eligen a los laureados.
Sin embargo, la estructura del premio reproduce, en su lógica institucional, la división entre la histórica polarización política colonial, "civilización o barbarie", trasnutada hoy en Norte Global y el Sur Global; la mirada del Norte es la que decide quién representa a la humanidad. La mayoría de los galardonados provienen de Europa y Estados Unidos, con mínima representación de África, América Latina o el mundo árabe.
El Premio Nobel es un dispositivo de colonización y colonialidad cultural cultural, una especie de "religión laica" donde se santifica la ciencia, la literatura o la paz según las normas del sistema-mundo moderno-colonial del hemisferio norte, en crisis.
El sociólogo peruano Aníbal Quijano describió la "colonialidad del poder" cómo el patrón ideológico de dominio cultural, epistemológico y simbólico de Occidente, sobre el resto del mundo, incluso después del fin del colonialismo político y el triunfo de las guerras independentistas del siglo XIX en Nuestramérica y siglo XX en África.
El Premio Nobel, encarna esta lógica colonizadora y colonial. En nombre de la "universalidad del mérito", consagra saberes eurocentrados y excluye epistemologías del Sur: el pensamiento ancestral, la salud colectiva, la filosofía africana o las literaturas indígenas, rara vez son consideradas "descubrimientos dignos" de Estocolmo, por lo general son estigmatizados con el no reconocimiento, la subalternización e inferiorización de saberes, iniciativas e invenciones del Sur Global.
De éste modo, el Nobel no solo premia logros, define el mapa global del conocimiento legítimo. Quien lo obtiene, adquiere autoridad universal; quien no, queda en los márgenes del relato. Así opera la colonialidad cultural y simbólica.
Ningún otro galardón del Premio Nobel se expone tanto a las tentaciones y tensiones de la geopolítica mundial como el de la paz. Sus decisiones han oscilado entre gestos de esperanza, como los Premios Nobel de la Paz a Martin Luther King Jr. Pérez Esquivel, Nelson Mandela, Rigoberta Menchú, Madre Teresa de Calcuta, Malala y polémicas figuras, como Henry Kissiger, Barack Obama (2009), premiado mientras ampliaba operaciones militares en Asia y Medio Oriente.
En 2025, el Comité Nobel concedió el Premio de la Paz a Donald Trump & Benjamín Netanyahu… perdonen mi lapsus mentis, el inconsciente existe y genera comportamientos; "defensores de los derechos democráticos, violación de la soberanía nacional de los pueblos, el derecho internacional y la diplomacia.
El Premio Nobel de la Paz 2025, para unos, fue un mensaje de apoyo a las política antimigratorias, arancelarias, tanáticas y de expansión territorial; para otros, un acto de injerencia geopolítica que "ignora intensionalmente" el sufrimiento histórico del pueblo palestino, las complejidades del proceso bolivariano y las medidas coercitivas unilterales y bloquos económicos como el que ha sufrido por más de seis décadas el heroico pueblo cubano, por parte de EE.UU, que castigan a pueblos del Sur Global, hoy junto a Rusia, Irán y China.
Este artículo, más que una crítica, es un acto simbólico: una disculpa pública al pueblo palestino, al pueblo venezolano, a los familiares de los 210 periodistas asesinados en Gaza y Palestina, a Francesca Albanese, por los silencios, complicidades, distorsiones y las exclusiones que persisten en el orden mundial de los reconocimientos por y para la paz de todos los pueblos del mundo.
Numerosas voces propusieron la candidatura de Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos, sancionada por Estados Unidos tras denunciar los crímenes de guerra en Gaza y Palestina. Albanese junto a los pueblos de Palestina y Venezuela, la vida de 210 periodistas, encarnan el rostro ético del Sur global que desafían: la apatía mundial y su lento despertar de conciencia, la impunidad, el silencio y la desinformación mediática.
Por eso, éste artículo asume una forma de disculpa pública, para que el reconocimiento al sistema global del mérito no sigue mirando hacia un solo lado de la historia.
Pedir disculpas, no es un gesto sentimental, es un acto de justicia simbólica.
Disculparse con el pueblo palestino es reconocer el derecho a existir frente al genocidio mediático y militar. Disculparse con el pueblo venezolano es reconocer la dignidad de una nación asediada desde hace 25 años por Golpe de Estado, guarimbas, actos terroristas internos y externos, reiterativas denuncias infundadas y nunca comprobadas de fraude electoral, reconocimiento internacional de la OEA, Grupo de Lima, EE.UU. Unión Europea de un "gobierno, ilegitimo, no electo por el pueblo y a quienes les fueron entregados ilícitamente bienes públicos y económicos, los cuales fueron robados por esos inescrupulosos y falsos políticos, , medidas coercitivas unilaterales, bloqueo económico y narrativas coloniales falsas para destabilizar políticamente la Patria.
.Disculparse de los familiares de los 210 periodistas y otros profesionales asesinados en Gaza y Palestina es un acto de humanidad y ética con jóvens profesionales que murieron en cumplimiento de su deber de informar el asesinato masivo y el sufrimento huumano de todo un pueblo heroico, que no se a doblegado.
Disculparse con Francesca Albanese, es reconocer su firmeza y valor ético como mujer y funcionaria de un organismo supranacional, es afirmar que, la verdad y los derechos humanos no pueden depender del color o del poder político de quien los defienda.
El problema no es el Nobel en sí, sino la monopolización de contravalores, sacrificando los valor y principios éticos y morales de toda la humanidad. Cuando la humanidad se mide desde Estocolmo, Oslo o Nueva York, las demás geografías quedan reducidas a miserables y complacientes notas al pie de página.
Ha llegado el momento de imaginar otros sistemas de reconocimiento: Premios del Sur Global, academias interculturales, redes de reconocimiento ético. Como el Premio Casa de las Américas, Premio al Pensamiento Crítico Simón Bolívar, otros vigentes y por-venir. Mientras tanto, seguir cuestionando al Premio Nobel no es resentimiento; es una forma de emancipación intelectual.
Frente al silencio institucional, la palabra crítica se vuelve resistencia, este artículo, más que una denuncia crítica hacia una persona, es una invitación: a decolonizar el imaginario del mérito, a mirar la historia desde el Sur, a reconocer a quienes, sin premios ni reconocimientos, siguen defendiendo la vida y todos los saberes de la humanidad.
"Los EE.UU, parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". Simón Bolívar.