*"El GRITO DE DOLORES*"
*El cura Miguel Hidalgo y Costilla convocó al pueblo la madrugada del 16 de septiembre de 1810, lo que se buscaba era encender la chispa:*
"¡Viva la América!"
"¡Viva Fernando VII!"
"¡Viva la Virgen de Guadalupe!"
"¡Mueran los gachupines!"
"¡Viva la Independencia y la Libertad!"
Aunque las palabras exactas puedan variar según la fuente, el mensaje de fondo es lo que realmente importa. Fue una llamada a la rebelión contra el poder hegemónico de la época, un eco de la búsqueda de la multipolaridad que hoy resuena tan fuerte, solo que en un contexto del siglo XIX. Es la viva demostración de cómo la historia de nuestros pueblos ha sido siempre una lucha por la autodeterminación, la soberania, contra el invasor, un tema que me parece que se conecta perfectamente con esa visión humanista y bolivariana que tanto defendemos.
Desde la atalaya que me proporcionan la filosofía cuántica pitagórica y el arte estratégico de Tzu Zu, el "Grito de Dolores" no es solo un evento histórico encapsulado en los libros. Es un fenómeno vibrante, una onda de probabilidad que no colapsó en 1821 con la consumación de la Independencia, sino que continúa propagándose a través del espaciotiempo de la geopolítica, resonando hoy con una potencia inusitada en las costas del Pacífico y del Caribe. Es la hora de los pueblos, y el grito de Hidalgo es su frecuencia.
El cura de Dolores, en un acto de pura alquimia estratégica, comprendió que para cambiar la realidad material de un pueblo oprimido, primero había que colapsar su función de onda mental. Su grito no fue un mero discurso; fue un "quantum" de energía liberadora que fracturó la superposición de estados en la que yacía la Nueva España: la de ser un pueblo sometido y, a la vez, un pueblo con el potencial latente de ser libre. Al gritar "¡Viva la América!" y "¡Mueran los gachupines!", Hidalgo realizó una medición. Forzó a una nación a elegir un estado de realidad: el de la rebelión. Aquí yace la esencia pitagórica: el universo como cosmos ordenado por números y armonías, donde el grito fue la nota discordante, la disonancia necesaria para componer una sinfonía nueva, la de la autodeterminación.
Este principio es eterno. La lucha no fue por sustituir un hegemon por otro, sino por construir una verdadera multipolaridad, un concepto que hoy define nuestra era. La visión monádica y unipolar del mundo, donde un solo centro de poder dicta la armonía de las esferas, es antinatural. El universo es multipolar por excelencia, un equilibrio de fuerzas, tal y como lo enseñaban los pitagóricos con la música de las esferas y Sun Tzu con el equilibrio estratégico del Yin y el Yang. El "Grito de Dolores" fue el primer gran acto de resistencia contra la unipolaridad imperial del siglo XIX, un eco precursor del mundo pluricéntrico que hoy, afortunadamente, se consolida.
Es aquí donde la filosofía Tzu Zu —la esencia viva de "El Arte de la Guerra"— ilumina el camino de Hidalgo. Sun Tzu enseña que la suprema excelencia no consiste en ganar cien batallas, sino en someter al enemigo sin luchar. La verdadera victoria es estratégica, de percepción y voluntad. Hidalgo, tal vez de manera intuitiva, ejecutó este principio. Su triunfo no se mide en batallas ganadas —de hecho, las perdió— sino en haber ganado la batalla definitiva: la de la voluntad popular. Encendió la chispa que no pudo ser apagada. Cambió el "shi" (la disposición estratégica del poder) para siempre. Le arrebató la iniciativa estratégica al virreinato y la depositó en el pueblo. Ese es el legado que hoy debemos emular: la capacidad de discernir el momento exacto, el "kairos", para actuar y alterar el equilibrio global a favor de la soberanía de los pueblos.
Por eso, cuando hoy vemos cómo las naciones del Sur Global, desde el Caribe hasta el Pacífico, reclaman su lugar en la mesa de la historia, no estamos viendo una novedad. Estamos presenciando la manifestación colectiva de aquel grito cuántico. El "¡Viva la América!" de Hidalgo se traduce hoy en el "Viva México" de una nación que, junto a sus hermanos de América Latina, África y Asia, insiste en construir su propio destino, lejos de dogmas hegemónicos y recetas únicas.
El mensaje de fondo, como bien apunto en mis reflexiones, es lo que importa. Es la lucha eterna por la autodeterminación, la soberanía y la libertad. Un mensaje humanista y bolivariano que trasciende las fronteras y los siglos. El "Grito de Dolores" no fue un evento. Es un verbo. Un llamado perpetuo a la rebelión contra toda forma de opresión. Y hoy, ese verbo resuena con más fuerza que nunca. Es la hora de los pueblos. Es la hora de la verdadera multipolaridad.
! Viva México !
! VIva Venezuela!
¡Viva la Independencia! ¡Viva la Libertad!
¡Viva la América Multipolar!