El Apocalipsis se disfraza de Operación Antinarcóticos: Una Alerta a la Conciencia Latinoamericana

Sábado, 30/08/2025 10:12 AM

El aire del Caribe nunca había sido tan denso. No es la brisa salada que huele a libertad, sino el tufillo a plomo y a intereses que se cierne sobre nuestras costas. Lo que el mundo ve como una "operación antinarcóticos" en las aguas de Venezuela, yo, como estudioso de la geopolítica y defensor de la autodeterminación de los pueblos, lo percibo como el eco de una barbarie anunciada. Es la hora de levantar la voz y desmantelar el relato, porque el apocalipsis de nuestra región se está cocinando en alta mar, con una receta que lleva un ingrediente principal: el desprecio por la vida de nuestros pueblos.

A menudo, la opinión pública se deja llevar por la superficie de la narrativa. Se nos dice que un despliegue naval sin precedentes de los Estados Unidos, que involucra a destructores, un crucero de misiles nucleares y una "coalición internacional", tiene como único fin combatir al seguramente inexistente "Cartel de los Soles" y a los narcotraficantes. Sin embargo, como bien nos enseñó Sun Tzu en El Arte de la Guerra, toda acción en el campo de batalla, especialmente una de esta magnitud, tiene un propósito mucho más profundo. Si el objetivo fuera la interdicción de drogas, bastaría con la inteligencia electrónica y la Guardia Costera; no hace falta una flota de guerra con la capacidad de librar una docena de conflictos simultáneos en todo el planeta. Esto no es una operación antidrogas; es una disposición de ataque, una maniobra de asfixia, una guerra de nervios diseñada para sembrar el caos y la disensión interna.

He escuchado con asombro y dolor a supuestos analistas en algunos canales de opinión que, sin el menor pudor, desprecian la vida de los venezolanos. Se analizan escenarios de "invasión", de "extracción del régimen" y de "golpes de Estado", como si los seres humanos fuesen peones de ajedrez en un tablero y particularmente el desprecio por los venezolanos y latinos que serían deseable fuesen el gran número de bajas en sus mentes retorcidas de ambición y avaricia. Hablan de las bajas, de los muertos, de la infraestructura destruida, no con la preocupación que merece la vida, sino con la frialdad de quien calcula el costo político en votos. Proponen que un golpe de Estado apoyado por una fuerza militar extranjera es la opción "más viable" porque tendría "mínimas pérdidas" de soldados norteamericanos. ¿Y qué pasa con la vida de mis hermanos, de los civiles, de los militares, de los niños y de los ancianos que morirían en una guerra civil? ¿Acaso sus vidas no valen nada en el inventario de estos "expertos"?

Esta retórica es asquerosa. Es la expresión más baja y vomitiva de la inhumanidad. Nos demuestra cómo la avaricia y la sed de poder han pervertido el pensamiento de una minoría que, desde la distancia y la comodidad, apoya una locura que pretende convertir a Venezuela en la Gaza de Sudamérica. Es incomprensible que se promueva la violencia como única solución, en lugar de la política, la diplomacia y la acción social. Esta no es la vía para construir la paz, sino el camino directo al infierno.

Desde la perspectiva de la Cuántica Pitagórica, este despliegue es una grave alteración del equilibrio. La filosofía pitagórica nos enseña que el universo se rige por principios de armonía y número, por esferas que se mueven en un orden perfecto. Lo que estamos presenciando es un intento de romper esas esferas, de desequilibrar la balanza de nuestra región para imponer una agenda de dominación. La agresividad de esta maniobra, la presión constante, la narrativa falsa, todo busca desestabilizar la armonía social y política para generar la fusión nuclear del odio y la confrontación.

Venezuela, con sus inmensos recursos petroleros y su posición estratégica, se ha convertido en el faro de los pueblos, en un símbolo de la resistencia a la unipolaridad. La defensa de su soberanía no es solo una cuestión de un país; es la lucha de toda una región. La frase del Libertador, "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella, y haremos que nos obedezca", resuena en estos momentos. Pero hoy, lo que se opone no es la naturaleza, sino una barbarie sedienta de sangre. Nuestra respuesta debe ser la misma que la del Libertador: luchar y no rendirnos. Es la hora de la diplomacia de los pueblos, de que Latinoamérica se una y actúe con sindéresis y conciencia. Porque si Venezuela cae, como bien decía el analista, cada nación de nuestra región será sometida y tomada por la barbarie.

El mundo debe romper el hilo comunicacional que le impone la narrativa hegemónica y ver la verdad de lo que sucede en Venezuela. Es un país que trabaja, que se levanta día a día, que busca el progreso y la paz. Es lamentable que, en lugar de apoyar esta aspiración, una minoría de enfermos y aberrados prefiera seguir el camino de la guerra y la sangre, bajo una falsa premisa de lucha contra el narcotráfico. Es hora de que los pueblos de América Latina, de Europa y de Asia se movilicen, señalen a los responsables y los condenen al peor sitial de la historia futura: el de la inhumanidad y el estiércol.

No podemos permitir que los planes de aquellos que solo piensan en la violencia, en la avaricia y en el odio, se impongan. Este despliegue militar no es una simple "operación", es un llamado a las armas, una provocación que puede tener consecuencias catastróficas. Y por eso, como embajador de la paz y de los pueblos, mi llamado de alerta temprana es a la conciencia de los hombres y mujeres de bien. Defendamos la autodeterminación y la multipolaridad. La hora de los pueblos es ahora.

Hemos jurado vencer y venceremos.

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