Entre el Bolívar y la Geopolítica: La Encrucijada de Venezuela.

Sábado, 30/08/2025 12:23 AM

Venezuela vive hoy una de las encrucijadas más complejas de su historia contemporánea. No es solo una crisis económica o política, sino la convergencia de dos tormentas perfectas: la ruina de su sistema cambiario y una escalada de tensiones geopolíticas que la enfrenta a Estados Unidos y a varios de sus vecinos latinoamericanos. Entender la situación actual implica reconocer que estas dos crisis no son independientes; se alimentan mutuamente en un círculo vicioso que amenaza constantemente todo un sistema social y político que se alimenta de una narrativa basada en las garantías sociales.

La crisis del sistema cambiario es, sin duda, la más palpable para el ciudadano de a pie. Vivir casi seis años de hiperinflación (2017 cuando superó el umbral del 50% de inflación; pico extremo alcanzado en septiembre 2018, 235% mensual, una interanual de 2.295.000 %; fin técnico 2022, se alcanzó menos del 50% durante 12 meses.), alcanzar una estabilización de crecimiento con una inestabilidad de la moneda, las paginas destructoras de dólares paralelos, tomadas en cuenta por la misma población, ignorando las páginas del BCV, generando la pérdida de confianza en el valor de la moneda nacional, y una política de control de cambio rígida y disfuncional, es decir no ayuda en nada a mejorar las condiciones de la población, en cuanto permitir que le alcance a la familias que puedan comprar un mercado que dure más allá de los tres días, todo esto, ha pulverizado el valor del bolívar. La devaluación se ha convertido en una rutina diaria, un fantasma que persigue a los salarios, los ahorros y el poder adquisitivo de millones.

Las consecuencias son devastadoras: la dolarización informal se ha impuesto como una medida de supervivencia, mientras que los servicios básicos, la infraestructura y el acceso a productos esenciales se han desintegrado en algunos casos, como el servicio eléctrico, deterioro de infraestructuras culturales y educativas en muchos casos. La economía, desde 2017, se encuentra aparentemente asfixiada por la volatilidad, en principio no había alimentos, pero había dinero, ahora, hay alimentos pero el dinero no alcanza, lo cual obligó y ha obligado a una migración masiva, desmembrando familias y vaciando el país de su capital humano más valioso. Y aunque hay programas de regreso a la patria, los problemas de estabilización, son favorables para una minoría, sobre todo cuando son deportaciones como las generadas por Donald Trump, donde prácticamente robaron las propiedades materiales (electrodomésticos, celulares, muebles) que no pudieron vender para recuperar sus inversiones.

Sin embargo, sería simplista atribuir toda esta debacle a un problema de gestión interna. Aquí es donde entra en juego la geopolítica. Las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y sus aliados han sido una herramienta de presión política con un impacto directo y contundente. Si bien los defensores de las sanciones argumentan que buscan forzar un cambio de régimen, sus críticos señalan que han paralizado sectores clave de la economía, como el petrolero, agravando la escasez y acelerando la crisis del bolívar. Estas sanciones son una respuesta política para combatir al gobierno, ya que no se le puede ganar las eleccionesbajo el esquema planteado por la oposición y representa una forma de bloqueo económico que castiga indiscriminadamente a la población, por mantenerse fiel al gobierno que intenta de alguna manera protegerlo de ellas.

Paralelamente, la región se ha convertido en un tablero de ajedrez donde la retórica militar y las amenazas de intervención son cada vez más frecuentes. Las tensiones con países como Colombia y Brasil han escalado, no solo por diferencias ideológicas, sino por la influencia de actores externos. Independientemente de que ahora, hayan cambiado de parecer, viendo que ellos mismos, pueden convertirse en amenzas para los estados unidos, basadas en la narrativa falsa que se le aplica a Venezuela.

Estados Unidos, con su doctrina de "América para los americanos" y su firme postura contra el gobierno venezolano, ha movilizado a sus aliados y ha incrementado la presión militar en las fronteras. La presencia de ejercicios militares y la constante advertencia de una posible intervención, real o simbólica, añaden una capa de inestabilidad y miedo que paraliza cualquier intento de solución pacífica (Simbólica).

La conexión entre estas dos crisis es ineludible. La inestabilidad geopolítica ahuyenta la inversión, bloquea el comercio y obstaculiza cualquier posibilidad de reforma económica. La amenaza de sanciones y el riesgo de una escalada militar impiden que Venezuela pueda acceder a créditos internacionales o a mercados claves, perpetuando así la crisis cambiaria. A su vez, el colapso económico y la desesperación social son el combustible perfecto para la retórica de la confrontación, permitiendo que el gobierno se presente como víctima de un "bloqueo imperialista" y que los opositores busquen apoyo en la intervención externa.

En esta encrucijada, el futuro de Venezuela parece estar atrapado entre dos frentes: las dificultades económicas desde adentro y la presión geopolítica desde afuera. La solución no reside en una sola variable, sino en la capacidad de los actores internos y externos para desescalar la confrontación y encontrar un camino que priorice el bienestar del pueblo venezolano por encima de los intereses políticos y estratégicos. Veremos si los egos, pueden calmarse.

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