Desmontando la guerra mediática multifactorial de Trump contra la soberanía simbólica venezolana

Miércoles, 27/08/2025 11:53 AM

 

La administración de Donald Trump no solo impone sanciones económicas y amenazantes acciones militares a Venezuela. También ha puesto en marcha una estrategia de guerra híbrida muy elaborada, en la que los medios, las plataformas sociales, los influenciadores y las campañas de desinformación actúan como herramientas de control simbólico. Esta iniciativa atípica tiene como propósito someter la voluntad popular, dividir la identidad nacional y legitimar operaciones de intervención bajo la apariencia de "la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la promoción de la democracia". Además, un grupo de países del Caribe y bolivarianos aprovechan esta situación, mostrando su verdadero rostro como delincuentes y criminales de guerra, políticos implicados en narcotráfico, que piensan que encontrarán un camino a la salvación, cuando en realidad están atrapados, como las ranas en agua caliente. Los venezolanos han estado al tanto de este tema desde hace más de una década, y aunque para algunos parezca repetitivo, los estadounidenses nunca se detienen ni se cansan de repetir su fórmula.

Desde el año 2020, Trump ha hecho acusaciones infundadas contra el presidente Nicolás Maduro, acusándolo de ser el líder del supuesto "Cartel de los Soles", aumentando la recompensa por su captura a 15 millones de dólares, posteriormente incrementada a 50 millones. Esta narrativa, propagada por medios de comunicación internacionales como CNN, Fox News y El País, así como por influenciadores vinculados a la migración asociada a la banda de María Corina Machado, ha creado una percepción de Venezuela como un estado fallido, narcoterrorista y una amenaza para el hemisferio.

Carlos Fazio, en su artículo para Rebelión, indica que Venezuela se ha convertido en un "laboratorio de las variadas tácticas bélicas del imperio en el siglo XXI", que abarcan guerra cognitiva, mediática, judicial y cibernética. Estas estrategias se entrelazan y se adaptan de acuerdo con la coyuntura política, produciendo una saturación simbólica que intenta debilitar la legitimidad del gobierno y desmovilizar a sus bases populares. Observamos en la actualidad que se aplica de manera constante la estrategia de Joseph Goebbels, quien fue el ministro de Propaganda del régimen nazi y propuso once principios para manipular la opinión pública, simplificar los conflictos y crear enemigos claros. A pesar de que su contexto fue el fascismo en Europa, sus técnicas se han reutilizado por las industrias mediáticas y operadores digitales en América Latina. (Recordemos a J. J. Rendón, un estratega político venezolano que ha trabajado durante años desde Colombia y ha sido señalado como uno de los principales responsables de campañas de propaganda negra en elecciones latinoamericanas. ) En Venezuela, estos principios son evidentes en los discursos de influenciadores, medios internacionales y campañas digitales que buscan desmoralizar a la población y justificar agendas de intervención.

Como resultado, la guerra no solo ocurre en los titulares. En el ámbito digital, se lanzan campañas de desinformación, con bots y perfiles influyentes que propagan opiniones adversas. Rogelio Polanco, en su investigación sobre guerra híbrida en el entorno digital, señala que "el elemento informativo cobra una importancia aún mayor" al utilizar algoritmos que manipulan la percepción pública.

Así, personas influyentes con apoyo externo propagan discursos de odio, resignación o ilusiones engañosas, mientras que se silencian voces críticas y se bloquean contenidos que defienden la soberanía de Venezuela. La comunicación se comporta como un ejército oculto, con un poder financiero abrumador y objetivos geopolíticos específicos. Muchos venezolanos en el extranjero también se adhieren a este algoritmo, difundiendo información errónea sobre Venezuela, su población, sus líderes y las Fuerzas Armadas.

Por lo tanto, la narrativa imperial se construye con imágenes de desorden, hambre y opresión. La crisis se dramatiza para justificar una "salvación" externa. Michelle Ellner, en su artículo sobre la estrategia antidrogas de Trump, explica cómo se utiliza el término "narcoterrorismo" como un recurso para llevar a cabo intervenciones militares sin la aprobación del congreso de Estados Unidos en nuestro país.

Así se alimenta la estética del conflicto, que se nutre de imágenes coloniales: Venezuela como una selva, Maduro como un dictador, el pueblo como una víctima pasiva. Esta representación busca quebrantar la resistencia popular, la organización comunitaria y la memoria simbólica del proceso bolivariano.

Sin embargo, ante esta ofensiva, surgen narrativas alternativas a través de la música popular, el teatro comunitario, las crónicas testimoniales, los noticiarios y nuestros propios influenciadores. La fusión popular de la unidad cívico-militar-policial, doctrina que reemplaza el enfoque estadounidense de seguridad nacional, no solo es una táctica defensiva, sino también una afirmación simbólica de la soberanía, que se resguarda en las narrativas, en la música, y en los homenajes rituales.

Por ello, la labor urgente es revitalizar el tejido simbólico, desmantelar las estructuras de poder y crear una estética de resistencia que celebre la dignidad, la memoria y la autonomía poética del pueblo venezolano.

Referencias bibliográficas

Trump y la guerra contra Venezuela – https://www.aporrea.org/tiburon/a343711.html

ONGs como epicentro de la guerra mediática – ONGs son "epicentro de la guerra mediática" en Venezuela, Cuba y Nicaragua

La administración Trump y la guerra híbrida – La administración Trump y la guerra híbrida multifactorial contra Venezuela – Rebelion

Instrumentos digitales de guerra híbrida – 131-147-losnuevosinstrumentosdelaguerrahibridadeestadosunidoscontravenezuelaenelespaciopublicodigitalenuncontextodegolpecontinuado.pdf

Estrategia antidrogas y militarización – https://pueblos.org.ve/publicacion/estrategia-trump-guerra-antidrogas-contra-venezuela-y-militarizacion-interna/

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