Las empresas
aseguradoras son vampiros institucionalizados que como la mayoría de
todo lo privado, requieren de la obsolescencia e ineficiencia del Estado
o lo Público, para subsistir. No obstante, son promotoras de hechos
punibles para legitimar su existencia y apenas se empieza a legislar
duramente en nuestra geografía, para que hayan sanciones.
En casi toda
Latinoamérica, las empresas aseguradoras son las únicas cuyas pólizas
cada año que pasa son más costosas, a pesar de estar asegurando por
ejemplo: un vehículo con diez años de salida al mercado. Después
el sector privado le echa la culpa a la inflación y le especulación,
como si no fueran cómplices de la enfermedad de nuestras economías.
Las empresas aseguradoras privadas para garantizarse el timo por un bien o servicio asegurado, porque la persona teme ser víctima de la inseguridad (robos, hurtos, otros), obligan al asegurado a “domiciliar” su cuenta personal de ahorros o corriente a la póliza suscrita.
Es decir, la
empresa aseguradora privada le debita directamente a la cuenta personal
del asegurado, los primeros seis meses del año que contrate. Y son
los primeros seis meses del año, porque el asegurado es obligado a
pagar todo el año (12 meses) en cuotas dobles. Así a mitad del año
estipulado, el “asegurado” ya pagó por adelantado el servicio que
quizá no recibirá porque no lo generará, incluso, evitará activarlo,
porque se cuida. Las empresas aseguradoras se garantizan así, ganancias
a futuro; otra perversión de la acumulación del capital.
Si la póliza
es de salud, es mejor que el asegurado nunca se enferme. El tema de
la clave de acceso sigue siendo el pretexto para no atender al enfermo
si es una emergencia. El Estado todavía no esgrime la autoridad que
le confiere la ley con toda su contundencia para hacer valer el derecho
a la salud hasta en esos centros de salud privada.
¿Por qué
al asegurado se le cobra en caso que lo atiendan por el “derecho a
la Unidad de Cuidados Intensivos” en una clínica privada? ¿El derecho
a la salud merece una discusión más amplia o cada ciudadano debe pagarle
al Estado por consagrarle constitucionalmente ese derecho? Cada ironía
capitalista es un tratado de filosofía de la trampa.
Tomografías, ecografías, resonancias magnéticas, exámenes de sangre, oxígeno, antibióticos, analgésicos, relajantes musculares, antialérgicos, cama, habitación con tv y control remoto, son cobrados por sobre el 1000% de su valor real, en términos de costos actuales. Alguien se beneficia y no es el enfermo. Son las clínicas privadas y las empresas aseguradoras que reciben su tajada de lo que roben porque todos los costos están sobrevalorados.
Para ejercer
su rol, las empresas aseguradoras privadas “resolverán los problemas
de salud y bienes” de los empleados públicos, porque el sistema de
salud pública ha sido debilitado por ellos mismos. ¿O es que todos
los médicos del país trabajan en clínicas privadas? ¿En qué universidades
privadas y clínicas privadas estudiaron y practicaron su profesión?
¿En la serie General Hospital, ER o con el Dr. House? No. La han aprendido
en universidades públicas pagadas por el Estado y desarrollado en los
Hospitales Públicos auspiciados por el Estado, los cuales gozan de
prestigio, aún cuando han sido depauperados por algunos gerentes corruptos
del sistema nacional de salud y cómplices de la estafa consuetudinaria
de la salud privada, cuyas clínicas –no todas-, han sido levantadas
con equipos tecnológicos robados a tales hospitales, incluyendo hasta
las gasas e inyectadoras. No obstante, los sueldos de los médicos del
Sistema Nacional de Salud Pública aún son deficientes, no se corresponden
con la realidad.
Pero no lo
habrían hecho solos. Agradecidos están de las empresas aseguradoras,
que saben como las clínicas privadas, que los enfermos no son enfermos
o “pacientes”, son mercancía, dinero, seres urgidos de la curación
de sus males y allí es donde entran en juego los dioses privados de
la salud, los genios de la medicina, la carroña del tercermundismo,
los millonarios médicos que cuestionan las políticas del Estado pero
no se van del país porque en otras latitudes, lo ideal y lo estable
es trabajar para el Estado y no les resulta rentable. Para lucrarse
en una trama de tramposos donde cobran, se hacen ricos y se dan el vuelto,
están las aseguradoras y hospitales o clínicas privadas. Pregunte
cómo vive un promotor o un vendedor de seguros, un médico de clínica
privada. Sin duda, son entre otros, los grandes favorecidos de los desaciertos
del Sistema Nacional de Salud Pública, tema que hay que seguir revisando
y mejorando.