El pesebre, también conocido como belén o nacimiento, es una de las tradiciones navideñas más emblemáticas del cristianismo, que representa el humilde nacimiento de Jesús en Belén. Aunque sus raíces simbólicas se remontan a representaciones antiguas, de nacimientos divinos en culturas egipcias y romanas, que se centraban en la emergencia de la creación, como "Ra del loto", y la maternidad divina (Isis amamantando a Horus), usando iconografía de animales como el halcón Horus y el toro Apis, para encarnar deidades y atributos, mientras que en Roma, aunque menos enfocados en el nacimiento mitológico directo, la divinidad se manifestaba a través de la personificación de la naturaleza, como Tellus Mater, y la asociación con el poder imperial, como la Pax o el Genius, aunque sus dioses heredaron mitos griegos, de nacimientos dramáticos, adaptando las formas y simbolismos a su propia iconografía pública y doméstica. Pero la forma moderna de recrear el nacimiento divino, como recreación viva surgió en el siglo XIII, como la representación del pesebre de Belén, lugar de nacimiento de Jesús de Nazaret. Esta tradición religiosa, no solo evoca la humildad en que vino al mundo el hijo de Dios, sino que ha evolucionado, para convertirse en un símbolo universal de fe, arte y cohesión cultural.
El Pesebre Viviente de Greccio (Italia) en 1223, según las fuentes consultadas, es el primer pesebre documentado; fue creado por San Francisco de Asís, el santo patrono de los animales y la ecología, conocido por su amor a los "pobres", desde el punto de vista de la interpretación evangélica. Ocurrió la Nochebuena del 24 de diciembre de 1223 en Greccio, un pequeño pueblo en la provincia de Rieti, Italia. Inspirado por su reciente peregrinación a Tierra Santa, donde visitó el lugar del nacimiento de Jesús, Francisco quiso hacer tangible la escena evangélica, para renovar la fe de la gente común, alejada de lujos festivos.
Pidió permiso al papa Honorio III, para montar un pesebre, en una gruta rocosa: colocaron heno, un buey y un asno, reales y un niño dormido representando a Jesús. Durante la misa, Francisco predicó desde el pesebre. Este evento no fue un simple ornato, sino una representación viviente, con propósito pedagógico y litúrgico: hacer accesible el misterio de la Navidad a los iletrados, enfatizando la humildad de Dios hecho hombre. San Buenaventura relata cómo la devoción se propagó inmediatamente, hacia las iglesias italianas, adoptando la práctica, que San Francisco de Asís, inspirado por su viaje a Tierra Santa, creó el primer pesebre viviente en Greccio, para revivir la devoción popular.
Tras Greccio, el pesebre se expandió rápidamente por Italia y Europa. En el siglo XIV, Giotto, uno de los iniciadores del movimiento renacentista en Italia, lo inmortalizó en frescos góticos, en la Basílica de Asís. Los franciscanos lo llevaron a hogares y conventos, evolucionando de vivientes a figuras estáticas de madera, barro o cerámica: incorporando figuras de la Sagrada Familia, pastores, Reyes Magos y animales. En Nápoles surgió el estilo barroco con figuras talladas y teatrales, mientras en España y Alemania se adaptaron a materiales locales, las primeras figuras de arcilla llegaron a España desde Nápoles, alrededor de 1448. Luego, en los siglos XVI y XVII, reconocidos escultores españoles comenzaron a elaborar figuras en cera y madera, lo que contribuyó a su difusión.
En América Latina, llegó con los conquistadores españoles y misioneros franciscanos en el siglo XVI, fusionándose con tradiciones originarias. En Venezuela, llega a través de los frailes franciscanos; toma fuerte influencia andina desde 1832, convirtiéndose el pesebre en la simbología central navideña, en hogares y plazas, siendo declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 2024. Se elaboran con diversos materiales y figuras locales, simbolizando fe familiar en todas las regiones del país.
El pesebre venezolano es una tradición, con profundas raíces históricas y culturales que llegó con la colonización española, introducida por misioneros y artesanos españoles. Estos misioneros, especialmente los franciscanos, utilizaron el pesebre, como un medio de evangelización para los pueblos originarios, a partir del siglo XV o XVI. Como podemos ver, la esencia de esta celebración del nacimiento de Cristo, fue traída por los colonizadores y, con el tiempo, se fue enriqueciendo con reinterpretaciones locales que caracterizan la Navidad latinoamericana.
Investigaciones de Ángel Rosenblat, sugieren que los orígenes del pesebre en Venezuela datan de 1832, acentuándose en los Andes donde el catolicismo tuvo mayor impacto. El pesebre en Venezuela es más que una simple decoración; es una manifestación de fe y arte que refleja la identidad cultural del país. Esta tradición se transmite de generación en generación, y cada pesebre guarda un rito religioso que encierra manifestaciones de fe, esperanza y el anuncio de la buena nueva.
La trascendencia del pesebre radica en su rol como herramienta evangelizadora, artística y social. Inicialmente, democratizó la devoción navideña. Hoy, es expresión de identidad cultural: en Latinoamérica fomenta creatividad familiar y sincretismo; en Europa, se emplea el arte belenista, que es la disciplina artística que se dedica a la elaboración de pesebres; globalmente, el pesebre es un símbolo de paz pese a la profanidad, su legado perdura en pesebres monumentales, como el más grande de América Latina en Quito, Ecuador: el pesebre monumental del Panecillo, considerado el más alto de Latinoamérica por sus figuras gigantes (como un San José de 38 metros), y el Belén Encantado de la Basílica del Voto Nacional, el más grande de Sudamérica en cuanto a cantidad de figuras (más de 1,700) y superficie, creando una experiencia inmersiva. Ambos son importantes atractivos navideños que se instalan cada diciembre. En síntesis, desde el genio de San Francisco en 1223, el pesebre ha trascendido fronteras, adaptándose sin perder su esencia: recordar que Dios se hace pequeño para entrar en lo humano