Istambul

Lunes, 08/12/2025 06:28 AM

Romas. El año 753 A.C. una banda de salteadores de caminos y secuestradores de mujeres funda la Primera Roma, aldea a la cual la repetida rapiña exalta como Imperio y la creciente dependencia de tropas mercenarias hace caer el año 476 D.C. tras saquear toda Europa y el Oriente Medio. Pero una división había generado una Segunda Roma el año 395 D.C, la del Imperio de Oriente, Bizancio, Constantinopla o Istanbul, que se instaló sobre una urbe ya fundada por colonos griegos hacia el 667 A.C. dueña del estratégico paso del Bósforo por el cual el comercio naval del Asia accedía al Mediterráneo. En mayo de 1453 el sultán Mehmed II al mando del Gran Imperio Otomano la conquista, cierra el paso del Bósforo y motiva a lo que llamamos Occidente a hacerse a la mar para fundar una Tercera Roma, que hoy declina devorada por sus propios mercenarios. Los imperios pueden citarse en un párrafo, las vidas apretarse en un parpadeo. Entre estas marejadas humanas permanece Istanbul, durante un milenio emperatriz, hoy apasionada testigo de si misma.

Istanbul. La ciudad sobrevive a sus creadores y a sus propias reencarnaciones. Permanece fiel al primer plano de toda urbe, que es la maraña. Siguiendo la topografía originaria las callejuelas se ovillan en relieves y vadean abismos como serpentinas que devienen telarañas y vuelven sobre si mismas como remolinos entre el fulgor de los bazares y la contagiosa euforia de sus muchedumbres. Si la existencia es laberíntica, ¿por qué sus cauces habrían de ser rectilíneos? Sólo el relámpago de la soberbia construye villas cuadriculadas, inteligibles, todo lo que no debe ser una ciudad ni una vida. En una urbe donde coexisten tantas ruinas bien pueden sobrevivir un instante las de una sola existencia. Quizá las ciudades sean los verdaderos seres vivientes. Somos demasiado pequeños, demasiado efímeros para ser de alguna consecuencia.

Agya Sofía, Mezquita Azul. Antes de nuestras eficaces guerras tecnológicas, las edificaciones duraban casi tanto como las ciudades. Piedras que homenajearon dioses paganos y honraron luego deidades cristianas para adorar hoy el fulgor del Único. Istanbul, frontera entre el pasado y el futuro, entre Asia y Europa, entre Zeus, Jesús y el Profeta, Nubes de piedra adoptan formas de cúpulas perfectas que simulan y desafían firmamentos. Creemos honrar seres invisibles cuando adoramos la obra de endebles manos perecederas como las nuestras. Tras esas vidas anónimas que edificaron milagros veneramos quizá la pasión que nos falta.

 

 

Cisterna Binbirdirek. Ampulosas naves como las de una agregación de catedrales cubren un lago sombrío sembrado de pasillos y columnas alegóricas; entre ellas la de Medusa. La oscuridad impide la alucinación perfecta, que sería la del dosel de cúpulas duplicándose en la infinita profundidad líquida. Toda ciudad es acuática, aún la enclavada en el desierto. El agua es la miel que reúne la colmena humana. Sin acueducto puede haber aldea, pero no ciudad. Una muchacha me ofrece la inevitable moneda que hay que arrojar al pozo que según los cuidadores hace cumplir deseos. Todo anhelo tiene un nombre. Por un instante creo haber olvidado el de la que me hizo olvidarme de mi mismo ¿Me destruirá el lograrlo o el no lograrlo?


Iberoamerikan Yazarlar Bulumasi. Me invita el Instituto Cervantes de Turkiye al III Encuentro de Escritores Iberoamericanos para disertar sobre literatura, o sea, la explicación del mundo. Arribo gracias al solidario apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el Cenal y de nuestra Embajada. Improviso ante un tumulto de imponentes académicos. Postulo que los mitos y las variantes de los relatos imaginarios nacen de los sueños, algunos de los cuales nuestros antepasados bien podían confundir con alguna clase de vigilia. Los primeros hombres no distinguían perfectamente entre la vida que experimentaban con los ojos cerrados y la diurna. Asomó Jorge Luis Borges que «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido». Quiza el origen de todos los relatos imaginarios está en esa realidad ficticia que todas las noches vivimos. Nadie sabe por qué los mamíferos superiores sueñan, ni el sentido de sus ensoñaciones, pero el sujeto al cual se permite dormir pero se impide soñar despertándolo termina perdiendo la cordura. Así como un cerebro que no sueña colapsa, una sociedad que no imagina se desintegra. Cada pueblo instituye como verídicos relatos ficticios, acaso soñados, que llama religión, filosofía, historia, que al ser tomados como reales le permiten ordenar su realidad y acaso extraviarse en ella. Dentro de este magma imaginario la literatura se define por su milenaria lucha por tornarse irreal. Pues desde el principio de los tiempos no hubo alucinación, pesadilla ni infundio que no fuera tenido por verídico una vez articulado como relato. Desde los diversos Génesis hata los Apocalipsis innumerables, desde las sagas homéricas al ciclo arturiano, todo era tenido por cierto, revelado por dioses, iluminados o voceros de la irrebatible tradición. Hasta la filosofía se expresaba en narrativas que se pretendían verídicas: el mito de la Caverna, el de los seres divididos que se reencuentran en el amor. Sólo a partir de la Ëpoca Moderna la literatura conquista el carácter ficticio que la independiza de la realidad y le permite por tanto asemejarse lúcidamente a ella. Desde entonces su autor es el hombre precario que narra desde una perspectiva tan subjetiva como la que desarrollan las artes plásticas, y sus personajes son ficciones identificadas por un punto de vista: la Celestina, Don Pablos, El Buscón, Don Juan, Hamlet, el Príncipe Segismundo, Alonso Quijano, Sancho Panza, Cándido, Luciano de Rubempré, Raskolnikov, Stephen Dedalus, Gregorio Samsa. Pero al mismo tiempo, estos personajes representados como ficciones son la más fidedigna encarnación de las ideologías con las cuales cada sociedad sueña el misterio del mundo: Barroco, Conceptismo, Manierismo, Ilustración, Romanticismo, Positivismo, Subjetivismo, Expresionismo, Relatividad, Surrealismo, Nihilismo, Postmodernidad, El sueño sólo revela la verdad a partir del momento en que cumple la hazaña de independizarse de ella. Ovación. Paso horas dibujando dedicatorias a la versión bilingüe en turco y castellano de los Cuentos Selectos de Rajatabla, publicación del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Ankara y de nuestra Embajada. .

Ankara. Ancira o Angora, desde el 230 A.C. cabeza de la antigua Galacia, es instituida por Kemal Ataturk desde 1923 como capital de Turkiye por su posición central en el país y el espacio disponible para proyectos modernizantes. Tiene en efecto un centro tradicional y mercados deslumbrantes, pero es en gran parte una urbe nueva, donde parece que acabaran de quitar la envoltura de plástico a centenas de rascacielos recién hechos.

En el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Ankara converso sobre América Latina y el Mundo Musulmán, sobre la ficción que miente que con la reconquista de Granada en 1492 desaparecieron los casi ocho siglos de cultura islámica transcurridos desde la conquista de Hispania por los omeyas en 711, así como los rasgos de ella transmitidos a América. Al Centro de Pensamiento Estratégico de Turkiye, también en Ankara, dirijo la ponencia "Geopolítica del agotamiento de los hidrocarburos", sobre la pesadilla que todos debemos enfrentar en breve: reinventar un mundo sin energía fósil, después de que la que tenemos sea consumida en cuatro o cinco décadas apenas.

 

 

Milli Kütüphane. Biblioteca Nacional de Turkiye en Ankara, otro de los monumentos que suspenden el ánimo. Un descomunal cilindro cupular alberga en su interior seis pisos con estanterías concéntricas que alojan arriba de cuatro millones de volúmenes impresos, incunables, cartografías, manuscritos de valor incalculable. Pensar cuántas vidas requirió escribirlos, cuántas necesitaría el leerlos. La información es anulada por su destrucción o su exceso. En la amplia sección de Venezuela encuentro varios títulos míos; deposito otros que llevo como ofrendas. No hay biblioteca o vida inmune al pavor del infinito.

 

 

 

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

 

 

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