Esperanza, fe, milagros

Domingo, 26/10/2025 09:45 AM

José Gregorio Hernández nació en Isnotú, estado Trujillo, el 26 de octubre de 1864 en el seno de una familia numerosa y profundamente religiosa. Su Padre, Benigno Hernández Manzaneda, Comerciante y hombre de principios. Y su Madre Josefa Antonia Cisneros Mansilla fue una mujer muy devota y cristiana.

A los 17 años ingresó a la Universidad Central de Venezuela (UCV) para estudiar medicina. Allí se graduó con honores, destacando no solo por su inteligencia, sino por su humildad y vocación de servicio.

Fue un científico riguroso, pionero en introducir el microscopio en la enseñanza médica venezolana, y un profesor admirado por su claridad y paciencia. Pero más allá del aula, su figura se convirtió en leyenda viva por su trato afable, su fe profunda y su entrega a los más necesitados.

En su vida social, José Gregorio era un hombre reservado, pero no ajeno a la vida cultural caraqueña. Se le veía con frecuencia en tertulias científicas y literarias, y mantenía amistad con figuras como Lisandro Alvarado y César Zumeta.

Vestía con sobriedad, siempre con sombrero y bastón, y era conocido por su cortesía impecable. En las calles de Caracas, los niños lo saludaban con respeto, y las madres lo buscaban como último recurso cuando la medicina parecía no bastar.

A lo largo de décadas, miles de personas han atribuido a su intercesión curaciones inexplicables. Mi madre Margarita siempre fue una gran devota de José Gregorio.

Mi hijo José Tomas siendo un niño de 11 años fue víctima de una peritonitis con septicemia y, los ruegos de Ana y mi madre al hoy santo de Venezuela, hizo que intercediera después de la intervención médica logrando que se salvara. A Isnotú fuimos a ofrendarle la plaquita en agradecimiento.

José Gregorio no solo curaba cuerpos, también consolaba almas. Su consultorio era un refugio para los pobres, a quienes atendía sin cobrar un centavo. Su vida fue un acto continuo de caridad y ciencia.

Hoy, a 161 años de su nacimiento, su legado sigue vivo en cada oración, en cada altar improvisado, en cada historia de esperanza fe y milagro que lleva su nombre.

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