Caracas era hasta hace poco, simbólicamente una ciudad patriarcal, una especie de "Ciudad Colón" o "Ciudad colonia" en orgásmico abrazo simbólico con la estatua de La Libertad de los piti-yanquis de "Mayami Nuestro". Bastante combatimos en nuestros talleres de la Universidad de Carabobo aquellos cronistas que exaltaban la "Nueva Valencia del Rey". Caracas no era del Rey, pero era de Colón [o lo mismo: Colón habla en nombre de los Reyes de España y ahora del Tío Sam]. Vale decir, una ciudad colonizada hasta los tuétanos; de la célebre Ciudad de Los Techos Rojos de Enrique Bernardo Núñez con sus hispánicos techos de tejas derrumbados, apenas se salvó La Pastora, que resistió gallardamente los embates del urbanismo y modernización unilateral. Ver: Identidad Nacional y Culturas Populares, de EE Mosonyi. Edit Fundarte. Caracas. 2012.
Colón era ombligo y aura sombría de la ciudad. Ni la Cuadra del Libertador se salvó de la demolición … Veamos:
Plaza Venezuela: Paseo Colón, ahora Paseo de la Resistencia Indígena. Colón era "el Cristo Salvador" predicando desde El Calvario: con Zamora y los recuerdos de la guerra federal, hay ahora un llamado a la igualdad social, a la diversidad cultural y humana. Recordamos aquel grito anónimo de ¡Patria para los Indios!¡Patria para los negros! ¡Patria para los pobres! [le faltó decir ¡Patria para las Mujeres!, que todavía no tenían ni el derecho al voto hasta mediados del siglo XX! Los actos de la plaza Colón se sobreponían a los actos del Santuario de la venezolanidad y el 12 de octubre era el "Día de La Raza" en la ¨Plaza Colón ¿de cuál Raza? Día de España en la península, en USA, Día de Colón. El Panteón Nacional era un panteón de blancos y machos: casi no cabían las mujeres, menos los indios y de vainita cupo el zambo José Leonardo Chirino, y eso porque –según la ideología mestiza, desmestizante- ya no era ni indio, ni negro para poder "ser un verdadero venezolano". Luisa Cáceres, como mujer de Independencia, entró de vaina. Quizá se salvaba por blanca, como Teresa de La Parra… Pero no así indias como Apakuana La Mariche y como la Negra Hipólita, Madre de crianza del Libertador. María Lionza fue expulsada de la Ciudad Universitaria de Caracas porque la selva no otorga distinciones académicas. Entonces la lanzaron a la autopista del Centro para que Francisco Fajardo le diera cobijo de "mestiza" primera y Pedro Trigo del Centro Gumilla le diera el status de "mestiza segunda", cuando precisamente Luis Herrera hablaba de un sospechoso "segundo mestizaje" (entiéndase que con "la gente" con europeos, mientras Escobar Salón nos acusaba de estar importando subdesarrollo: para referirse despectivamente a la migración colombiana que era muy numerosa hacia Venezuela; y, de paso,, volvamos a recordarlo, en 1980 solicitaba este Ex Fiscal General de la República, que Venezuela aceptara "aquella inmigración tan buena" –según él- 300.000 colonos blancos de Rhodesia y Sudáfrica, que habían rechazado esos "ignorantes" indios bolivianos. Dicho en otras palabras, Bolivia era "ignorante" porque no aceptaba el traslado del apartheid Sudafricano hacia su territorio de Sudamérica). Recordemos también que había el proyecto sionista de trasladar el Estado de Israel hacia Argentina [como refuerzo al pitiyanquismo tecnocrático de Sarmiento y Alberdi para formar en el Cono Sur "Los Estados Unidos de América del Sur"].
El famoso Paseo Los Próceres, aledaño a Fuerte Tiuna durante el perez-jimenismo, la llamada Semana de la Patria respondía a un militarismo dictatorial. El indio era instrumentado por la dictadura sólo para pseudo-identificarse con la tierra y con lo más hondo del sentimiento de la venezolanidad, cuyo inconsciente colectivo juega, como en casi todos los países a los héroes indígenas sobre los sanguinarios conquistadores. Sin embargo, el imaginario nacional manejado por la dictadura no es indígena y siempre está muy lejos de los pueblos indígenas de carne y hueso: el indio no pasa más allá de las pinturas, los murales y la frialdad de las estatuas y los discursos oficiales del ´positivismo rancio, que dominó la visión del indígena en todo el siglo XX. El imaginario de ese indio que manejan los dictadores como el caso de Pérez Jiménez, sólo está muy lejos, en el pasado inalcanzable, convertido sólo en raíz, o en semilla ahogada en los escombros de la tierra conquistada. Nunca está encarnado en la contemporaneidad. La dictadura, como la de Gómez, le negó apoyo económico y político a los pueblos indígenas, vistos en términos de su deseable desaparición por la "asimilación" mediante la desintegración de sus pueblos, culturas y comunidades. De culebra tragavenados, se convierte como los perros mastini esa "cultura nacional" en una especie de boa traga indios y traga cultura.. Ha sido constante en la República llamar a esta desintegración "integración a la vida nacional" (sinónimo de dejar de ser y de existir, resignarse a morir como pueblos culturas y civilizaciones específicas dentro de nuestras repúblicas). Hay un trabajo nuestro esperando su publicación para el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores sobre las políticas indígenas del Estado venezolano en el siglo XX, que en aquel entonces –aquella introducción crítica- fue acoplada a la documentación de base conjuntamente con su solicitante, el Director de entonces, el historiador Marcos Fuenmayor, luego revisado y avalado por el Centro Nacional de Historia y Pedro Calzadilla, su director. Este enfoque crítico fue presentado en dos jornadas de discusión en la Cátedra Federico Brito Figueroa. Las organizaciones indígenas también solicitaron su publicación.
El Paseo Los Próceres no pasó de la frialdad de la estatuas, los desfiles militares y los discursos oficiales, donde el adoctrinamiento de nuestros ejércitos en la Escuela de Las Américas venía sustituyendo, desde nuestros orígenes indígenas, africanos e hispánicos hasta el bolivarianismo independentista, unionista y enmancipador, por el Panamericanismo y la doctrina de Monroe. Destaquemos que las políticas del panamericanismo, avaladas por la OEA siempre fueron profundamente anti-indígenas, anti-bolivarianas y por supuesto, negadoras de la tradición libertaria de nuestras fuerzas armadas en cada uno de nuestros países, desde la resistencia a la conquista hasta la formación de nuestros ejércitos libertadores.
Las dictaduras militares desde Gómez a Pérez Jiménez tenían esta filosofía: No se metan con los guajiros, denles ron. Betancourt decía: a los militares hay que golpearlos con los mismos militares. No se metan con ellos, denle whisky y mujeres.
Después del 23 de enero (1958) y la traición al movimiento popular el Pacto de Punto Fijo, no podía cambiar su naturaleza colonialista y pro-imperialista del Paseo Los Próceres, la relación cívico militar y la relación de la sociedad nacional y de las fuerzas armadas con los pueblos originarios. Con esta filosofía: militares a sus cuarteles y a la calle cuando haya que reprimir o matar.