Carmen Alicia Castillo de Pirela nació en el siglo pasado en Caracas, un 13 de marzo de 1933. Su infancia transcurrió en una casa ubicada entre las calles Paradero a Venus, en la Candelaria, donde vivió con sus tres hermanos y sus abuelos. Dos de sus hermanos fallecieron a temprana edad por problemas de salud.
Alicia, se casó cuando tenía 16 años, en esos tiempos era normal que una niña se casara, se le preparaba para atender a un marido y criar hijos según los oficios de su sexo. De ese matrimonio tuvo tres hijos, los cuales le fueron arrebatados por su esposo en una actitud machistas, cuando ella decidió divorciarse de éste, por sus infidelidades y maltratos.
Una mujer divorciada en aquellos tiempos era muy mal vista y todo fue un escándalo, el conyugue, ni su familia, ni la sociedad le perdonaron el hecho de defender sus derechos como mujer ni de haber tomado sus propias decisiones. En esos tiempos una mujer que se levantara contra la dictadura del matrimonio era repudiada por la propia familia y por la sociedad, debía seguir aparentando ser una señora antes todos y todas, aceptar las infidelidades del marido y el maltrato, seguir cumpliendo con el rol de fémina para el cual había nacido, el castigo que ejerció el marido fue quitarle sus hijos y nadie la defendió, no tuvo ayuda, pero esa actitud patriarcal no la doblegó.
Pasaron varios años, Alicia sufrió en silencio el despojo de sus hijos. Se casó de nuevo y de esa unión tuvo cinco hijos más, pero nunca dejó de luchar para recuperar a sus tres primeros hijos, sin lograr lo anhelado. Los años pasaron, los hijos crecieron y fue entonces, en la segunda mitad de su vida, cuando logra disfrutar del amor de todos sus hijos.
Con su segundo esposo y sus cinco hijos, vivió en la Parroquia 23 de enero. Allí paso de Alicia Castillo a Alicia Pirela asumiendo el apellido de su segundo esposo. Su temple y su naturaleza rebelde se fusionaron con la historia combativa de la parroquia, en el bloque 3 y 4 de Monte Piedad, formó parte de la organización comunitaria, específicamente del Club Juvenil "Esteban Hernández". Organizaba excursiones y paseos para niños y jóvenes; actividades culturales y deportivas. Su casa era una especie de centro comunal.
En su casa se hacían vestuarios para los grupos artísticos, se elaboraban los refrigerios, las tortas y bebidas, saciaban la sed de los niños y adolescentes que, subían exhaustos de jugar en la cancha deportiva, se realizaban los ensayos del grupo de aguinaldos "Las estrellas del Caribe".
En fin, Alicia ejercía un liderazgo y mostraba una pasión impresionante por todo lo que representara beneficios para su gente, para su comunidad. En ese contexto crecieron sus cinco hijos, todos con una vena artística heredada de su padre, pero alimentada también por el ambiente de lucha, de trabajo colectivo y de solidaridad de su madre.
Hoy conocemos a los hermanos y hermanas Pírelas como artistas, cantores, pintores, músicos, nacido de ese vientre combativo que nunca se doblego ante la injusticia. Entre sus hijos, Leonardo José "Cheo" Pirela, se destacó por su entrega a la lucha revolucionaria de carácter armado. Fue preso político y durante cuatro años y medio Alicia, con el dolor de ver a su hijo entre rejas, pero con mucha fortaleza, lo visitó todos los sábados en el Retén de Catia primero y luego, en la Cárcel Modelo sector H-2, pabellón de presos políticos revolucionarios, también le gustaba cantar.
Alicia formó parte del Comité de Solidaridad con los presos políticos Revolucionarios, colaboró con los comités de defensa de los derechos humanos. En la cuarta república y participó en las luchas de la parroquia y en más de una oportunidad se enfrentó a los cuerpos policiales para defender e incluso rescatar a hombres de la comunidad que eran detenidos en las frecuentes redadas y operativos que los cuerpos represivos del Estado desarrollaban en el sector de Monte Piedad, en los que incluso resultaban muchas personas heridas por el uso indiscriminado de las armas.
Alicia pasó por muchas situaciones difíciles, pero siempre estuvo dispuesta a salir adelante y a ir más allá de sus propios límites, siempre con una sonrisa, siempre dispuesta a ayudar al prójimo. Fue muy resiliente y le enseñó a sus hijos y nietos a querer y a respetar el entorno y a las personas que les rodeaban. Eso significaba respetar a los demás, ser sensibles ante los problemas de los otros. Así como también a querer y respetar a la naturaleza, a los animales.
Era una "encantadora" de perros. Acariciaba y alimentaba a perros callejeros y llegó a rescatar a algunos e incluso a curarlos, sensible como toda una revolucionaria, la calle y la participación en las luchas populares la fueron formando en la política, unas de las cosas que aprendió que la lucha es de clases sociales, que existía un enemigo muy fuerte, el imperialismo; que somete y destruye, por ello nunca dejo de participar en las actividades políticas.
Además, fue una mujer trabajadora y muy profesional en las labores que desarrollaba. Realizó cursos de nutrición y dietética en el Instituto Nacional de Nutrición y durante más de 20 años estuvo encargada del comedor de los trabajadores del Instituto Nacional de la Vivienda (INAVI), hoy en día muchos de esos trabajadores la recuerdan por ser una mujer valiente, solidaria, muy buena con su sazón en la cocina.
En fin, Alicia, quien dejó este plano a sus 88 años, en diciembre de 2021, fue una mujer que dejó grandes aportes en el seno de la comunidad, esa misma que siempre la trató con mucho respeto y admiración, muy querida por los presos políticos que cobijo, su solidaridad y disciplina la hizo merecedora de admiración y respeto, siempre estuvo cerca de las causas justas.
Dejó un importante legado en su lugar de trabajo, porque con gran amor alimentó a centenares de servidores públicos, conocida como la Sra. Pirela. No la veremos más por la plaza Bolívar, por el bulevar Panteón, en las actividades políticas, pero su recuerdo estará presente en todas y todos los que compartimos vida con esta gran mujer.
Lo más importante, dejó sembrado su amor, su pasión, su valentía, su rebeldía y su honestidad, en sus hijos y nietos, así como en un gran contingente de hombres y mujeres que han participado y aún participan en la construcción de una Venezuela independiente y soberana.
*Fuente: Yadira Pirela Castillo y Leonel Pirela Castillo.
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