En mis días de estudiante de primaria en el Grupo Escolar Simón Rodríguez en Valencia la de Venezuela, junto a mis amigos de infancia y en medio de la algarabía que significaba la llegada del viernes al tocar la calle nos marchábamos a la Plaza Santa Rosa a jugar policías y ladrones.
Mi papá comenzaba a tener una vida normal, vivíamos de un pequeño taller de carpintería y de la cría de conejos, ya el viejo avanzaba hacia una fundición de aluminio, la derrota de por parte del gobierno a la insurgencia de los años 60s nos había afectado de alguna manera a todos, ya se veía por ahí el libro de Teodoro, Checoeslovaquia El Socialismo Como Problema. Y yo conocía Los textos del mexicano RIUS, los devoraba y me gustaban y me siguen gustando.
Bien volviendo a la salida del grupo escolar el viernes con mis amigos de primaria, muchos de los cuales eran vecinos organizamos el juego, la selección de quien haría el papel de ladrón quien, de policía, la guarida que generalmente era un poste, quienes corrían más rápido y a jugar, los que hacían el papel de policías perseguían a quienes hacían el papel de ladrones. Yo al provenir de una familia insurgente y comunista por los cuatro costados no me gustaba jugar en el papel de policía.
Podíamos durar horas jugando en la plaza Santa Rosa por horas y horas hasta que ya la tarde con su manto de sombras llegaba y salíamos presurosos a nuestras casas, donde nos esperaba el regaño maternal correspondiente. Ya después de años volvía a Venezuela el año pasado, buscaba a mis amigos Luis y Pedro en Caracas y es que preferí no irá a Valencia cuidando un poco las formas y esperando no encontrarme a Alirio Gerardo o a Gustavo Vásquez que se que les gusta en estos últimos años jugar el papel de policía a veces se lo toman muy en serio.
Bien en El Valle cerca de las residencias Tovar y Tovar me quede viendo a unos chicos que jugaban como yo en mis años infantiles a policías Y ladrones, solo que había una variable había una nueva figura en este juego que yo creía inocente, y era la figura del matraquero. Quienes perdían le daban unas "salitas" en la parte superior de la muñeca, o sea con los tres dedos de una mano índice, medio y anular se les daba con fuerza a los miembros del equipo derrotado. Salvo que tuvieran algo que se lo entregaban generalmente al que tenía fama de dar con más fuerza la salita y listo. Y entonces los escuchaba diciendo "lo pude matraquear".
Imagino que ya la matraca es parte de una realidad tan permanente en Venezuela como hacer guarapita cuando uno se va un fin de semana a la playa, quizás más común de lo que pensamos, quizás esté tan extendido su uso que podría ser incorporado como verbo el matraquear. En realidad, me preocupa lo que vi en los niños, pero qué puede pensar uno que va por las carreteras venezolanas enterándose que en las escuelas oficiales (no se si es una leyenda urbana) se cobran 5 y 6 dólares por la inscripción de un chamo.
Yo no descarto que a las autoridades les preocupa la imagen que se tiene de quienes deberían ser ejemplos de civismo y también de ética, aunque la ética de repente quedó para la gallina ética, peletica, pelenpenpetica, pelada y peluda. Yo espero ir a Venezuela para el mes de octubre y claro estaré en Valencia para pasar por los escombros de lo que fue la Escuela de Teatro Ramon Zapata. Visitaré el Teatro Municipal y el antiguo Teatro Imperio, La Guairita y luego me retiraré en silencio antes que mi vecino "argenito" intente como es su costumbre jugar al papel de policía.
Ya nos veremos y celebraré un poco con los míos y visitaré la casa de quienes se nos adelantaron en este mundo de mortales.