Nota: Revisando mi archivo, buscando en lo que tanto he escrito, con la ayuda de la tecnología moderna, un pequeño disco duro y la PC, hallé este trabajo escrito hace más de 25 o 30 años para la prensa regional del norte de Anzoátegui.
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Alvin Toffler en "El Show del futuro" obra muy leída en Estados Unidos y en Venezuela, refiriéndose al pasado reciente del capitalismo, afirma que "El hombre construía cosas para que duraran. Tenía que hacerlo". Para explicar ese comportamiento del sistema productivo agrega que "...la sociedad era relativamente inmutable"; de allí que la "lógica económica imponía una política de permanencia".
La estrategia del productor en el mundo capitalista en el presente, se basa en multiplicar la capacidad de consumo del hombre mediante la acción publicitaria y la obsolescencia planificada.
Toffler trata de ocultar esa realidad demencial señalando que se vive una época de cambios acelerados en forma global, que se expresa o manifiesta por un deseo del ser humano de cambiar constantemente él mismo y todo lo que le rodea. Este estado "vivencial" es aprovechado por los empresarios para alcanzar el máximo de su capacidad productiva e incluso introducir cambios frecuentes en sus líneas para satisfacer el deseo de cambio del consumidor.
El momento culminante de toda esa estrategia se alcanza cuando se logra producir para un ser ansioso de cambios, según Toffler, los objetos desechables, llegándose a lo que él mismo llamó "La Sociedad del Tírese después de Usado".
Esta concepción se definió en Venezuela en términos publicitarios bajo la frase que afirma "la moda cambia, porque siempre queremos ser diferentes".
Quien lea "Un Mundo Feliz", de Aldous Huxley, se encontrará no sin sorpresa, que este autor en 1932, imaginó la sociedad del futuro como una estructura clasista que tendría como método educativo la Hipnopedia y como objetivo central formar hombres capaces de devorar la enorme producción, cuyo rasgo fundamental lo constituiría precisamente el objeto desechable al que tantas loas canta Toffler. Sólo que Huxley, define que mediante la Hipnopedia se crea un ser altamente consumidor, alienado y autómata.
Otro escritor norteamericano, Vance Packard, autor de una obra muy interesante titulada "Los Artífices del Derroche", adopta una actitud más bien crítica y denuncia como que tal comportamiento del ciudadano norteamericano y del resto del mundo capitalista - agregamos nosotros - es el resultado de una estrategia publicitaria.
Si en esta sociedad no se consume vorazmente todo lo producido, las relaciones de producción terminarán por reventar. De allí que el hombre de la metrópoli del capitalismo y de sus áreas dependientes deba ser inducido a " aumentar cada vez más su consumo individual, tenga o no una necesidad apremiante de los artículos que adquiere", como señala Packard.
La maquinaria productiva del capitalismo, cada día se automatiza más, produce más y a menores costos. Para mantener niveles de empleo en el límite de la crisis es necesario que la producción alcance cifras exageradas, pero para ello es también indispensable "estructurar" un mercado tan hambriento como una ballena. Esta política ha puesto en movimiento una maquinaria que ya no puede parar, sin correr el riesgo de explotar y dar cabida a nuevas formas de organización social.
Si tomamos en cuenta que, en cada país capitalista, el mercado de "una sociedad relativamente inmutable", como falsamente afirma Toffler, no es capaz de consumir esa producción, entonces se impone hacer realidad la estrategia que cada individuo consuma mucho más allá de lo que necesita y de sus posibilidades.
¿Cómo lograrlo? La sociedad apela a una nueva versión de la Hipnopedia de la que habló Aldous Huxley. Los vehículos usados son muchos, pero en ello los medios publicitarios son baluarte fundamental.
Incluso se llega a recursos brutales como la guerra, para provocar el consumo de instrumentos bélicos que brotan de un aparato productivo que, de parar, provocaría el aumento del bastante grande ejército de desocupados.
De modo que somos impulsados - de una forma u otra - al consumo irracional de cosas para alcanzar altos beneficios y por la necesidad vital del sistema de evitar crisis conflictivas. Es la razón fundamental de la acción alienante de la que somos víctimas y que nos empuja a hacer cosas que nos resultan extrañas y que coartan nuestra libertad.
No consumimos y tiramos los objetos por el deseo de cambiar. Todo lo contrario, la "Hipnopedia moderna", nos provoca deseos artificiales de adquirir mercancías para que nada cambie.
Toda esta ansia por consumir golpea fundamentalmente a los grupos medios de la población, en donde los próximos veinte años de vida productiva están comprometidos. Aparte de los terribles daños que le están ocasionando al planeta.
Por eso, y por tantas cosas, leí el libro de Vance Packard ya mencionado, en el cual habla de la "obsolescencia planificada". El capital industrial de antes que apareciera aquella obra, después de la segunda guerra mundial, fabricaba piezas, artefactos, para que prácticamente duraran toda la vida y hasta prevaleciera el reciclaje. Se compraba una nevera, un radio y tantas cosas más, que hasta llegaban a la descendencia como herencia y por supuesto, un matrimonio compraba uno para toda la vida. Las hojillas de afeitar nunca se cansaban de hacer su trabajo, cuando mucho en espacios de baja temperatura como la Mérida de entonces, se usaba agua tibia para "aflojar la barba".
Se envasaban productos, hablo particularmente de los alimenticios y bebidas, refrescos, hasta la leche, en envases de vidrio, lo que permitía el reciclaje y sus respectivas consecuencias, como más bajo costo del producto.
Pero luego el capital empresarial de las fábricas, optó por imponer la obsolescencia, es decir, planificar para que aquellos productos tuviesen una vida corta, no para la eternidad o por lo menos para dos generaciones, sino muchos de ellos para que una sola se viese obligada a comprar más de uno de esos artefactos. * La tecnología controlada, empezó a operar de manera que, a cada producto, "lo inoculaban" para que tuviese corta vida. De esa manera, se ampliaba el mercado, aumentaba la demanda con el mismo número de potenciales clientes o lo que es lo mismo, estos veían indefensos, como le aumentaban sus necesidades y consumo. Y al mismo tiempo, eso implicaba sustraer más rápidamente del bolsillo de trabajadores y consumidores, lo que recibían por concepto de salarios o ingresos.
En el libro de Vance Packard, "Los artífices del derroche", su autor usó la frase "tírese después de usado". Ella se refiere, al tema antes mencionado, lo de poner fin al reciclaje, para abrirle espacios y posibilidades de ganancias al capital. El plástico y la "lata", sustituyen, casi de manera determinante al vidrio, como envase. De esta manera se le abre "oportunidad" de crecimiento, mercado a nuevas industrias, más ganancias y explotación a los consumidores, a quienes se les aumentan los precios por ese tipo de envase. Y de paso generan un problema de enorme magnitud para el planeta y la vida toda; tanto que se habla de grandes partes marinas del planeta "contaminadas" de plástico, de ese que no se recicla y comienza su camino, en gran medida hacia el mar, rotando en la basura.
La frase "tírese después de usado", no sólo se refiere a los envases de plásticos, sino también a productos de muy corta vida, como un buen número de "máquinas" de afeitar, dicho en nuestro lenguaje coloquial, que solo sirven para una afeitada.
*Ayer, alguien me comentó que, las lavadoras que hoy se hallan en el mercado, están planofocadas para durar sólo dos años.