Me despertaron los ladridos de los perros
Otra vez me desperté, entre ladridos de perros, otra vez.
No sé cuántos hay, ni cómo son, ni cómo se llaman, aquí le dicen los perros y casi siempre me despiertan.
Nos despiertan los ladridos de los perros.
Otra vez.
Otra vez, la señora, la vecina, luchando con sus fantasmas, hablando sola, dicen por aquí.
Pero ella no habla sola, ella habla con sus fantasmas.
Cosas de pueblo, alguien comenta.
Pero ya sea en pueblo o en ciudad, parece, si, solo parece, que todos tenemos nuestros fantasmas, sabrá Pablo, decía alguien a quien quise mucho.
Habrá que preguntarle.
Y ese alguien no se da cuenta que nosotros vivimos en un pueblo.
Un pueblo con aspiraciones, un pueblo dentro de una gran ciudad, con aspiraciones de ser una gran ciudad.
Otra vez.
Una bandera saluda al paso por su zona.
Es amigable, siempre saluda, bueno, casi siempre.
Y unos ojos observan desde un rincón, agazapados.
Cosas de pueblo y de la gente, aunque no sea de pueblo.
Al menos, eso es lo que creen, falsas creencias que nos acompañan, silentes y muy presentes.
Y ella aferrada a su forma de ser. Muy aferrada, ya que se siete bien así, de esa forma.
Le funciona.
Si, y para ella eso es lo más importante.
Que le funcione.
Lo que pasa es que ella es muy analógica, me dijo, con sus ojos brillantes y su cara iluminada de tanto saber, un joven amigo, del ciberespacio.
Está en el pasado, no interpreta mis algoritmos, es que yo soy demasiado digital, más allá de lo postmoderno, tú sabes.
Pero me gusta, hay en ella un halo de misterio, debe ser su pasado, su olor a Cobol, cuando se usaban las tarjetas para programar, ¿te acuerdas?
Y los paquetes de listados, pesados y voluminosos, casi gimnasios ambulantes, nos hacían más fuertes, de tanto cargarlos, pregúntale a Rodi.
Eleuterio García Galindo (EGG), natural de la población de Hasta Aquí, pues en ese punto se acababa la carretera y comenzaba la montaña escarpada.
Y, por si acaso, debo advertirles, que si alguien coincide con ese nombre, el de Eleuterio, es pura casualidad, no lo conozco, ni sé quien es.
Tampoco conozco a Hasta Aquí, aunque lo veo muy claro en mi mente.
Sobre todo, su aire fresco, sus riachuelos y sus pozas y por supuesto, a su gente.
Mis amigos de toda la vida me llaman Eloy o Eloí, me gusta más el segundo.
Te quiero mucho mi Venezuela hermosa y risueña.
Tres en uno
Me despertó el ladrido de los perros
Por: Luis Enrique Sánchez P.
Miércoles, 10/09/2025 01:26 PM