Hay que subrayar que de los noventa y unos millones doscientas tres mil (91.203.000) hectáreas de la superficie total nacional, tan solo una reducida superficie de veinticinco millones novecientos cuatro mil (25.904.000) hectáreas, constituyen el espacio agrícola venezolano, es decir, que sólo el 29% representa la superficie agrícola, el resto del territorio nacional setenta y uno por ciento (71
%) no es aprovechable para las actividades agrícolas.
Situación la nuestra desventajosa si comparamos nuestro espacio agrícola con alguno de los países de América. Por ejemplo, el porcentaje de "utilización de Uruguay es del 91%, México 86%, El Salvador 76%, Cuba 68%, Argentina 63%, EEUU 50%" (1) Venturini V. Orlando Luis. Síntesis Geográfica. Revista de la Escuela de Geografía de la Universidad Central de Venezuela. Año 1. Nro 3 enero junio 1978. Pág, 5.
Como puede verse, El ESPACIO AGRÍCOLA de nuestro país, con relación al resto de
América, es bastante reducido por su poca extensión. Tenemos que en Venezuela:
"…la oferta de tierra cultivable es limitada, considerándose apta para la agricultura sin limitaciones el 2% de la superficie del territorio, el 10% de mediana calidad, apta para la agricultura con limitaciones, 44% de tierras de mediana calidad no apta para la agricultura y sí para pastos, y bosques sin restricciones y 42% de baja calidad no aptas para la agricultura y sí para pastos y bosques con restricciones…" (2) Rodríguez Parisca, Oscar Simón.
Conservación de suelos y agua. Una premisa de desarrollo Sustentable. Universidad Central de Venezuela. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico. Pág. 96-97. Caracas- Venezuela. 2010).
Es evidente lo reducido de nuestro espacio agrícola sin limitaciones, incluso situación que permanece, aun cuando se aplique mayores niveles de tecnología para la práctica agrícola con obras de drenaje, riego y otras prácticas conservacionistas, ya que, aun se aumente la superficie agrícola sin limitaciones, ésta únicamente alcanza la cifra de 4 %, y a 14 % para la agricultura con limitaciones. Sigue siendo escasa nuestra superficie agrícola en comparación a otros territorios de Suramérica.
Si tenemos en cuenta las características agronómicas del suelo, encontraremos que el espacio apto para la actividad agrícola sin casi limitaciones, sea por ser tierras fértiles, bien drenadas, planas, fáciles de trabajar y sobre todo, apropiadas para una gran variedad de cultivos (más de 40 renglones básicos para el régimen alimenticio de la población), sólo cubren una reducidísima extensión de dos millones (2.000.000) de hectáreas, representando ser apta para la agricultura, tan sólo el dos por ciento (2 %) de la superficie total del país; concentrándose y localizándose esas tierras en determinadas áreas, (hoy día intervenidas por actividad no agrícola, aunque afectadas, aún hablan de sus condiciones edafológicas), los tradicionales Valles de Caracas y Tuy, la Depresión Turbio-Yaracuy, al Sur del Lago de Maracaibo, en algunas áreas Andinas (terrazas y pequeños valles), en Araure y Turen del Estado Portuguesa y en la depresión del Lago de Valencia. ES AHÍ DONDE SE LOCALIZAN LAS MEJORES TIERRAS AGRICOLAS DEL PAÍS.
EL SUELO como recurso fue valorizado por el aborigen antes y después de la llegada de los españoles, como por el europeo, así lo afirma el Obispo Mariano Martí en 1.781: "...Las tierras de esta parroquia son muy buenas, producen caña de azúcar, maíz, cacao, plátano, yuca, añil, frijoles, legumbres y cuanto se siembre…"
Tierras históricamente valorizadas para la actividad agrícola por sus apropiadas condiciones agrológicas; reafirmado por Humboldt al dividir a Venezuela de Norte a Sur, en... "zona de la agricultura, zona de los pastos y zona de las selvas"
Estados situados al norte del país como Aragua, Miranda, Carabobo y Distrito Federal, "TIERRAS MUY BUENAS.... PARA CUANTO SE LE SIEMBRE", cuyos espacios estaban definidos por las actividades agrícolas que abastecían las necesidades alimenticias de la población, hoy día el uso de estos espacios ha sido orientado hacia el emplazamiento industrial-urbanístico, por cuanto de un total de 7.350 establecimientos industriales que existían para 1976, se encontraban en la región Centro Norte Costera el 68,9% de las industrias, localizándose el 36,4% de la población nacional sobre un área del 2,36% de la superficie total, situación que, hoy día, no ha variado en casi nada, sino para profundizar esa desigual e irracional distribución del emplazamiento de establecimientos industriales y del asentamiento de la población, ello ha traído como consecuencia profundos cambios, críticos y graves, en el uso de la tierra, que amenaza con cubrir de cemento los sobrevivientes y cada vez más reducido espacios destinados a la siembra, los que irremediablemente, conforme al modelo político económico dependiente, desaparecerán. Es el "destino" de no cambiar la tendencia, de la conurbación Caracas Valencia.
Es una verdadera calamidad que en la depresión del lago de Valencia se ubique el 15% o más de la población, sobre un espacio que representa el 1,2% del territorio nacional. Se puede afirmar, que, desde remota época, pasados siglos la distribución de la población y las actividades económicas niegan los principios del ordenamiento territorial, al no estar en función de los recursos y de una distribución racional del poblamiento, cuya actividad no contradiga la vocación de uso del suelo. Es contrario al interés nacional que el norte de Venezuela, la costa montaña está ocupada por el 90 % de la población y el extremo de la desproporcionalidad es que cuatro estados del país Aragua, Carabobo, Mirada, Distrito Capital y la Guaira concentran el 40 % de la población sobre el 4 % del territorio nacional, con más del 50 % de relieve montañoso, donde también se concentran el 70 % de Producto Territorial Bruto, de la fuerza de trabajo y los servicios públicos. ¡¡INSÓLITO!!
La ubicación y expansión de la población urbana en las mencionadas áreas, ha traído como consecuencia la desaparición de bosques, la reducción del espacio agrícola, colapsos y serios problemas ambientales, deterioro de los suelos y del recurso hídrico, abandono de la actividad agrícola, pobreza y marginalidad en los improvisados asentamientos, endebles, desordenadas edificaciones residenciales, "rancheríos" de latas y cartón sobre espacios invadidos, convertidos en casas, residencias hechas por la población proveniente del área rural, los excluidos e invisibilizados, pero muy necesaria, útil y sobrexplotada mano de obra fabril. Toda una calamidad para los sectores empobrecidos, un ejemplo repetido por centenas, el barrio Paraparal al sur de Maracay, en las riberas del lago de Valencia, espacio cíclicamente anegado de aguas servidas, inundados por el desbordamiento del lago o de las aguas pluviales o u otros barrios asentados en cerros y montañas, en medio de los cauces de quebradas y ríos, como el de las Tejerías, que se repiten, en el eje Caracas Valencia, exponiendo, sus habitantes, sus vidas y bienes.
Extremo de lo sin razón, la invasión de aquellos espacios a las falda de los cerros, para la exclusividad y la distancia en las construidas terrazas, que agreden el relieve montañoso, talan su vegetación, desvían los cauces o invaden sus espacios para el "confor" de vivir dentro de un clima y en un paisaje natural sobresaturado y violentado, aprovechado para la acumulación de capital en beneficio de la industria de la construcción, de urbanizadores, quienes no les importa el daño ecológico, ambiental, la fauna, la flora, los desviados ríos, ni el existente peligro sobre las vidas de niños y adultos de los alienados compradores del "buen vivir". El riesgo es inmenso y permanente, no se sabe el momento en que la naturaleza recobra y busca su espacio a consta de vidas y bienes. Se hace presente el desastre total, en un segundo, vidas y lujosas quintas y costosos carros, lanchas, mascotas perecen bajo la tierra desbordada por el sonido atronador del deslave, de troncos, rocas, lodo, tierra y agua de lluvia que arrasa y sepulta todo a su paso. Luego el desorden, la sepultura, las desapariciones y de nuevo la empecinada reconstrucción, en el mismo espacio, el mismo irrespeto a la naturaleza, la distorsión continuada en espera de un nuevo desastre, al cierne de impredecibles años. Todos seguros están que la historia se repetirá, el desafío es irracional, alienante la cultura del capital y del consumo. La tragedia en espera. Lo seguro es que llegará.
¿Cuándo?, no se sabe.
La expansión desordenada de las áreas urbanas de Valencia, Maracay, La Victoria, Turmero, Cagua y otras ciudades de la cuenca, con sus prodigiosos consumos de espacios agrícola, ha introducido profundos cambios en el uso de la tierra y en el poblamiento, los cuales se traduce en una serie de problemas que no dudamos en señalar como críticos y graves. (3) Venturini Orlando Luis. Agricultura y
Expansión Urbana en Venezuela. Síntesis Geográfica. Revista de la Escuela de Geografía de la Universidad Central de Venezuela. Año 3. No 5 enero junio 1979.
Un potencial edáfico que concentra suelos tipo I, II y III aptos para la agricultura intensiva, reducidísimos los lugares en Venezuela con espacios como éste. Son 82.000 hectáreas (levantamiento de 1980) que sería la base y razón de nuestra alimentación, resolviendo el abastecimiento de productos alimenticios tales como: tomate, cebolla, pimentón, pepino, melón, papa, remolacha, zanahoria y demás hortalizas, caraota, arveja, lenteja, apio, yuca, cambur, cítricos, aguacate, lechosa, piña, ocumo, ñame, auyama, batata, soya, quinchoncho, maíz, plátano, aguacate, mango, guayaba, tamarindo, otros frutales y hasta pasto.
Polvorín. Explosión insumisa de ideas. Un combate por la vida.