Holocausto histórico: infernales efectos del cristianismo entre indios y negros…, los estragos que produjo en Colombia (y AL toda)...

Domingo, 01/06/2025 12:48 PM

  1. La actual violencia en Colombia, tienen sus orígenes (o se remonta) a los primeros años de la guerra de independencia, fue en el fondo una guerra religiosa, trasplantada a esta tierra, por curas españoles, por conquistadores y colonialistas. Tiene los mismos visos en el fondo de las guerras civiles que sufrió España, parecida a las guerras carlistas en las que se enfrentaron los defensores de la causa del infante Carlos María Isidro bajo el lema «Dios, Patria y Rey», contra el liberalismo que defendían reformas políticas por un gobierno constitucional y parlamentario. "Los requetés carlistas pretendían instaurar una rama dinástica REAFIRMANDO EL IMPERIO DE DIOS SOBRE ESPAÑA POR MEDIOS MILITARES, una suerte de cruzada en toda regla. El Pensamiento Navarro recoge en los años previos a la Guerra Civil una lapidaria frase que dice mucho de su forma de pensar —y actuar—: «Su voto era el máuser»". Entre esas guerras religiosas, vale la pena mencionar la de los CRISTEROS, en México. "La Guerra Cristera, también llamada Guerra de los Cristeros o Cristiada, fue una guerra civil en México que se prolongó durante tres años, desde el 3 de agosto de 1926 al 21 de junio de 1929, entre el Gobierno y milicias de religiosos católicos que se resistían a la aplicación de la llamada Ley Calles, la cual proponía limitar y controlar el culto católico en la nación, el cual es mayoritario en este país. Fue la penúltima guerra que tuvo México en su territorio".

  2. La historia de América Latina, está llena de otras impresionantes y deprimentes contradicciones que tienen que ver con la religión que implantaron entre nosotros los conquistadores, y las grandes perturbaciones morales que provocaron entre indios y negros. Es así como en la guerra de independencia, vamos a encontrarnos a negros e indios luchando al lado de los ejércitos realistas de Boves. Lo mismo sucederá en las fuerzas realistas de la Nueva Granada. ¿Por qué? La estabilidad de la Gran Colombia, por ejemplo, siempre estuvo en peligro por las furiosas arremetidas y sublevaciones de las huestes indígenas en Pasto, y de hecho allí asesinaron a la patria recién liberada con la bala que mató a Sucre y la cual también mató a Bolívar. A la postre, no fueron los realistas, no fueron españoles, quienes se prestaron para desintegrar la patria, en esencia lo ejecutaron indios, mulatos y zambos, como José Dionisio Cisneros, Agustín Agualongo (fanático religioso), Juan Gregorio Sarria (otro fanático religioso, quien asesinó a Sucre)…

  3. La Iglesia, la religión católica, influyó de manera determinante en la perturbación moral de indios y negros. Para ir sometiendo a los indios se inventó que al cacique Coromoto y a su familia se le apareció la Virgen. Resulta que en México pasó lo mismo, allá al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en el cerro del Tepeyac, se le reveló a la Virgen de Guadalupe. Luego haría falta, construir un santo para los negros, y se inventaría Benito Manasseri, llamado San Benito de Palermo, igualmente conocido como San Benito el Africano, el Moro o el Negro, y que serviría para todos los esclavos en América Latina. Este personaje era de origen africano, hijo de esclavos. Después surgirían muchos más dioses negros o indígenas, producto de la imaginación de los pueblos, del sincretismo religioso.

  4. Cuando se inician el proceso de independencia en Nueva Granada, el único Comandante creíble, en pie de guerra, era Jesús de Nazaret. No había un genio, un líder como Simón Bolívar y tuvieron que acudir a Jesús, ese Gran Capitán de Los Ejércitos bajo cuyas escarapelas acabarían en América Latina, cobijándose congresos, milicias y tribunales de justicia, y bajo sus órdenes sagradas marcharían manadas de especie de fanáticos, a los combates, sin importarles la muerte (porque así irían directos al Paraíso). Del convento de San Agustín en Santa Fe fue sacada la imagen de Jesús Nazareno y nombrado, con encendidos discursos, Generalísimo de las tropas de don Antonio Nariño. Y lo cierto de que nada les sirvió tan Santo Capitán porque los negros de Patía y los indios de Pasto los destrozarían sin compasión. Aunque ambos bandos eran católicos.

  5. Cuando los realistas vieron que aquellos rebeldes tomaban por Comandante en Jefe a Jesús de Nazaret, se enardecieron, lo consideraron una afrenta, un desgarro al verdadero Jesús del rey Carlos IV o a su hijo Fernando VII; les ofendió profundamente en su alma pura y religiosa. Y así fue gestándose aquella guerra civil religiosa, porque para los seguidores del virrey Sámano constituía un vituperio a lo más sagrado de España, el sacar de las iglesias a Jesucristo para convertirlo en jefe supremo de la revolución. Algo para los godos realmente inconcebible, ante lo cual era imposible mantenerse indiferente. Comenzó el fanatismo a procrear los más horrendos actos violentos: aparecían los insultos más espantosos de parte y parte, llamándose unos a otros monstruos diabólicos, demonios, venenos del anticristo... A Bolívar los pastusos y el propio Antonio Nariño lo llamó Demonio.

  6. Este fundamentalismo hizo aparecer en la región de Popayán al gobernador, don Miguel Tacón y Rosique quien venía dispuesto a reivindicar los dones espirituales ultrajado por la facción de los "salvajes" criollos, quienes todo se lo debían al Dios cristiano que ellos les habían traído de España. Tacón hace peligrosos amagos sobre Popayán. Esta vez, van entre las huestes de Tacón, quien con el tiempo habrá de convertirse en el más temible guerrillero de la Nueva Granada: Juan Gregorio Sarria; surge de entre las partidas de forajidos que por los pueblos de Patía cometen toda clase de monstruosas barbaridades; es la escuela de otro demente religioso, fray Andrés Sarmiento. El espectáculo a lo largo de los caminos sigue siendo el mismo: "casi no hay árbol desde el Tambo hasta Berruecos, en donde no haya estado un patriota colgado y atravesado por el pescuezo, sirviendo de alimento a las aves de rapiña"(30). Pero esa es es la visión divina agradable a los ojos del Mesías - van escuchando los guerrilleros, y que José Gregorio Sarria toma muy a pecho. Sostienen algunos que Sarria debió haber recibido educación religiosa y que probablemente fue de la clase de hombres que se hicieron crueles a causa del espectáculo brutal de la guerra. Solía llevar Sarria al cuello un medallón con la imagen de Nuestra Señora del Carmen, figura que muchas veces llegó a empapar con sangre humana mientras le rezaba. Sostiene el escritor neogranadino Joaquín Posada Gutiérrez que en un arrebato de celos cogió a un joven del que sospechaba galanteaba a su mujer y lo amarró de pies y manos en una cama; luego lo castró. Se le había seguido causa por este delito y llegó a confesar que su intención no había sido matarlo (tal vez creyó que su acción no era tan miserable); sencillamente que la Virgen le inspiró aquel acto, y hasta llegó a rogarle que le diera buena mano para que el paciente no se le muriera. Juan Gregorio Sarria, sería hoy en día sólo comparable al fundamentalista de ISIS y Al Qaeda, actual presidente de Siria (2025), Ahmed Huseín al-Charaa, aquél disfrutaba castrando a supuestos enemigos de la religión cristiana y éste decapitando a los que leyesen la Biblia.

  7. Ocurre un fenómeno sobrenatural al Sur de la Nueva Granada y es que resulta que "Jesucristo", vacila si colocarse del lado de los godos o de los devotos insurgentes. El 12 de agosto de 1812, en Catambuco, el Jesús de los pastusos es destruido por el Jesús de las fuerzas patriotas comandadas por el aventurero norteamericano Alejandro Macaulay. Pero luego, por una concesión que hacen los vencedores, permiten que lleguen al campo patriota los jefes enemigos, otro espantoso fanático y cura, llamado Juan María Villota y el fundamentalista más radical de aquella hora, don Estanislao Merchancano, quienes proponen una especie de armisticio para reconocer las prendas virtuosas de uno y otro bando. Esto para dar tiempo a que el grupo de los "virtuosos" del Sur les preparen una celada a los "sacrílegos" de Bogotá. En efecto, los indios del Sur con sus escarapelas bendecidas por el loco Juan María Villota, en gran número, presionan la guardia que custodia el campo, se apoderan de una carga de municiones; arremeten contra los soldados y en pocas horas destrozan, peleando como fiereza, a los "sacrílegos" de Bogotá. Mueren doscientos patriotas y detienen a unos cuatrocientos prisioneros, entre los que cae el presidente de la Junta de Popayán, Joaquín Caicedo.

  8. Pues bien, fue así como muchos de nuestros indios, mulatos y zambos asimilaron los rasgos más aberrantes de los españoles, a través de la religión cristiana: se hicieron expertos en ardides guerreras, supersticiosos con sus creencias, ladinos en el trato y fanáticos religiosos hasta hacerse matar por defender con absurdo frenesí la causa del rey de España y los fundamentos del catolicismo. Matar sin contemplaciones al adversario, acabó por convertirse en parte esencial de sus valores religiosos, lo cuales incorporaron al repertorio de sus dioses y viejas autóctonas creencias. El gozo por el espectáculo de los derramamientos de sangre, ya fuera de animales o de hombres, introdujeron elementos funestos en la personalidad de los indígenas de la región de Popayán y Pasto. Quedábanse ensimismados tomando parte en las actividades de castración de bestias, perros y cochinos. La castración iba a constituir un simbolismo que incorporarían de modo extraño en sus nuevos ritos, al lado mismo de los dioses que traían los europeos. El despojar de los genitales a un enemigo, a cualquier ser incluso muerto, llegaría a representar un acto religioso dentro de las formas de ofrendar a los dioses una victoria o un castigo. Se fue gestando junto con esto toda una manera de disfrutar el muerto, de gozar la insania del castigo decorándole con los genitales desprendidos, para que los otros pudiesen apreciar la ingeniosidad del criminal que los cometía. Toda una cultura con sus leyes, su ética y un estilo morboso manipulando la sangre y las mutilaciones en el ser humano. Sin duda ninguna que estas técnicas fueron traídas de Europa, y que aquí jamás ningún cronista por más racista que fuese llegó a recoger hechos tan grotescos como, por ejemplo, el de castraciones en seres humanos.

  9. Cuando se propagó la guerra de Independencia, estas prácticas adquirieron una refinación espantosa: se acuchillaba al enemigo y se le mutilaba para evitar que fuese reconocido; procuraban precipitar con ello, la descomposición de los cadáveres. Ya entonces la castración en las víctimas se ejecutaba con rezos y plegarias, profiriéndose diabólicos espasmos mezclados con singulares abjuraciones en las jergas de sus lenguas autóctonas. Cuando Simón Bolívar conoció de cerca la condición de estos grupos humanos, sintió la urgente necesidad de crear leyes que morigeraran aquellas tribus. Pero no había modo de sentar orden alguno en este sentido en medio de una pertinaz guerra y en un estado en las últimas, sin las elementales bases morales ni la tradición política necesaria (como la exigida por Europa y que llegó terriblemente deformada por el invasor) que permitiera incorporarlos a una sociedad equilibrada y justa. El conflicto de intereses desarrollado por la cultura occidental introducía elementos contradictorios tremendos que en lugar de suavizar las diferencias las complicaban. Esto fue previsto también por el Libertador quien cruzándose de brazo, horrorizado, llegó a exclamar: "La influencia de la civilización indigesta a nuestro pueblo, de modo que lo que debe nutrirnos nos arruina".

  10. En medio de la guerra, el recurso para controlar la despiadada reacción de los pastusos contra el ejército Libertador, fue el uso de la fuerza. Iba a oponerse a la bestialidad, la bestialidad misma, y las consecuencias de este enfrentamiento serían horribles, tanto que la estabilidad de la República dependió por muchas décadas del humor de estos grupos indígenas del Sur de la Nueva Granada. Después de la batalla de Bomboná, cuando Bolívar palpó el desenfrenado ardor de esta raza, y procurando evitar que los niños fueran envenenados por el odio enfermizo y criminal que les había infundido el contacto con los españoles, dijo(2): "Los pastusos deben ser aniquilados y sus mujeres e hijos trasplantados a otra parte dando a aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto y embarazo aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque bien merecidos". Predicción que se cumplió de modo exacto y fatal para Colombia. Cincuenta años después de estas palabras, el escritor granadino José María Samper, entonces miembro muy distinguido del partido Liberal, describió a estos grupos en los siguientes términos(3): "El indio pastuso de raza probablemente quichue... es un salvaje sedentario, bautizado, que habla español (aunque con provincialismos) y cree que el mundo está todo en sus montañas, sus pueblos y cortijos y sus fiestas parroquiales. Pequeño de cuerpo y rechoncho, de color bronceado más bien que cobrizo, con la mirada estúpida y concentrada, malicioso, astuto, desconfiado, y a veces pérfido, indolente en la moral, pero laborioso y sufrido, fanático y supersticioso en extremo, el indio pastuso es fácil de manejar por medios clericales como indomable una vez que se ha declarado en rebelión... El indio pastuso tiene su cortijo para trabajar y vivir, pero dentro de la casa se halla infaliblemente el telar rudimentario, el fusil de guerrillero, la múcura o vasija de chicha o la botella de puro anisado y una colección de santos, cuando no un altarcito". Ocurre que cuando don José María escribió estas notas debió considerar que los pastusos habían participado ferozmente al lado de las fuerzas liberales, para derrocar gobiernos que les eran políticamente adversos. No obstante el agradecimiento que les "debía" en este sentido no le impidió ser severo con ellos(4). Otros viajeros europeos, que pasaron por estas regiones definieron a los pastusos como el bruto más semejante al hombre.

  11. La furia de estos pobladores fue explotada con fines políticos desde 1828, momento en que los generales José Hilario López y José María Obando encabezaron la primera gran sublevación militar contra el Libertador en el Sur de Colombia. Los llamados conservadores, definidos también "bolivianos", no representaban en los inicios de la República granadina sino apenas una débil oposición a los proyectos e ideas del máximo jefe liberal del siglo pasado: Francisco de Paula Santander. En verdad, casi todos los creadores de lo que vendría a ser a la postre definido como el partido Conservador, surgieron del regazo político del mismo Hombre de las Leyes, quienes estaban también angustiados y airados por cuanto tenuemente oliera a "boliviano". Acabó Francisco de Paula por no ver diferencia entre "boliviano" y sedicioso mientras tuvo en sus manos las riendas del poder. Santander y José María Obando son los mejores representantes del poder político en Latinoamérica. Santander crea el primer partido que, con el subterfugio de las consignas del liberalismo, tendrá fuerte ascendiente y predominio sobre la intelectualidad y la clase media (y que consigue agrupar artesanos y comerciantes prósperos); a la vez que une a su alrededor, a un gran número de ricos afectados por la guerra de Independencia y que añoran los beneficios que detentaban en la época de la colonia. Es don Francisco de Paula el eje, el pivote sobre el cual girarán personalidades de la clase de los Miguel Peña, Antonio Leocadio Guzmán, José Antonio Páez, Francisco Soto, Vicente Azuero, Juan Manuel Arrubla, Florentino González, Francisco Montoya, Lorenzo Vidaurre y Riva Agüero, entre otros conspicuos personajes de la manía imitadora de cuanto se importaba de Europa o de los Estados Unidos. Por su lado, José María Obando representa al Jackson Latinoamericano(5). Este es un término acuñado por Santander, entendiendo por Jackson el estilo político del famoso presidente norteamericano (Andrew), un personaje muy salvaje, pero demasiado bueno; el de la ley del despojo, el de un sectarismo feroz, el de la imposición descarada, caprichosa y violenta, que en nada se detiene, para desacreditar y descalabrar a sus enemigos e imponer sus personales intereses; el de los abusos con los dispositivos legales cuando se trata de conseguir "lo útil" o lo que satisfaga a los de su entorno. José María, como Andrew Jackson, sabía acercarse al pueblo, a la clase humilde, e inspirarle confianza y fe por los principios que decía sostener. Sabía Obando compartir las estrecheces con sus soldados, y éstos le seguían con fervor o terror, según fuera el caso; pero le seguían. Fue un hombre que pudo extraer una extraña y violenta pasión a su pueblo. Sometía con sólo su presencia a sus más turbulentos y siniestros enemigos. En el fondo de su corazón parecía un hombre bueno, pero poco a poco fue cediendo a la perversa atmósfera política de los tiempos, cargada de traición y crueldad religiosa; no se sabe por qué vía cayó en trance de revelaciones extrañas; pulsó el encanto de su figura en medio de las viejas tradiciones; sintióse como una hoja en medio del vendaval, y siguió el llamado de su sangre. Dislocado, dando tumbos, entró en la historia, y dislocado y dando tumbos, salió de ella.

  12. Acabó el general José María Obando, sin quererlo, por ser el brazo militar del partido "liberal" que nació de la formidable oposición del general Santander al Libertador. Ya se sabe que a algunos hombres, los duros golpes de la vida, los colocan en la verdadera senda de su destino. Otros, por el contrario, los golpes no le permiten dar con una salida honorable, precisamente por encontrarse presa de terribles fuerzas (sobrehumanas); este pareciera ser el sino de Obando. Ya se sabe que en aquella época, los aspirantes a gobernar debían contar con el apoyo de un fuerte grupo militar. Estos dos señores, Obando y Santander, llegaron a conformar el binomio ideal, en lo religioso y moral, para imponer en la Nueva Granada la política de violencia que hasta hoy día se respira; constituyen a la vez, las dos mayores contraimágenes de las figuras del Libertador y Sucre. La contraimagen de Bolívar es Santander, la contraimagen de Sucre es Obando.

  13. Del lado venezolano no tuvimos en esa época de la Independencia, esos aberrados fanáticos del Sur: Popayán, Pasto y Patía. Apenas si se destaca con ese carácter enfermizo y fanático, el indio José Dionisio Ramón del Carmen Cisneros Guevara​, "conocido como el último guerrillero realista contra Venezuela, en defensa de la causa del rey de España hasta su capitulación en 1831". Este personaje nació en lo que hoy se conoce como Baruta, el 8 de abril de 1793, hijo del mestizo Juan Antonio Cisneros y la india tributaria Paula Antonia Guevara. ​ Fue en un principio arriero de recuas y descrito como de "conducta irreprensible, casi analfabeto, hábil entendimiento, valiente y de fidelidad heroica". Con los años, el indio Cisneros fue convirtiéndose en un hábil guerrillero, y cuando se consolida la independencia venezolana él persiste en sus correrías contra la patria y en defensa del rey Fernando VII. De modo que él quedó con sus montoneras atacando a Páez, el jefe supremo de Venezuela, y en sus ataques su consigna era «¡Viva el Rey!». El acto de sus crueldades eran parecidas a la de los pastusos, aunque sin llegar a nivelas tan aberrantes como las que ejecutaba Juan Gregorio Sarria.​ Llama la atención que los estudiosos de Cisneros refieren que su "movimiento es comparado con el carlismo, ya que Cisneros decía defender tanto los derechos del rey como al catolicismo, supuestamente atacado por los republicanos. Debido a esto, el gobierno de Caracas le pidió a su arzobispo, Ramón Ignacio Méndez de la Barta, que enviara sacerdotes para exhortarlo a negociar. Sin embargo, el religioso respondió que no tenían a nadie que pudiera hablar con él. De hecho, a su banda le confirió el digno calificativo de «Los Defensores del Altar y del Trono».

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