Sorpresivamente un primer ministro europeo señalo que la política internacional actual está regida por la incertidumbre, crueldad y egoísmo. Y es notorio porque en esos términos no se acostumbra a hablar en la política internacional. Lo que no llegó a expresar es que son los países más ricos y dominantes los que mantienen esa posición cada vez más intensa y quienes la sufren somos los países pobres o los que quieren quitarse de encima el yugo imperial.
Sin embargo ya es una perspectiva bastante aceptada considerar que la política internacional imperialista actual está marcada por la incertidumbre, la crueldad y el egoísmo de las naciones más ricas, y aún más desde la llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos.
Las razones detrás de esta percepción viene dada por un panorama global se caracteriza por una rápida sucesión de eventos imprevistos impulsados casi todos por los Estados Unidos y que generan, conflictos regionales, tensiones geopolíticas crecientes, empobrecimiento agresivo de los países, y la muy publicitada crisis climática para distraer a muchos de la causa de sus problemas políticos y económicos.
La incertidumbre que generan las políticas imperialistas tanto los aranceles de Trump o la guerra que Europa más Inglaterra quiere emprender contra Rusia llena de ansiedad, estrés, inseguridad y dificulta la toma de decisiones de medio mundo. Lo único cierto es que Venezuela es víctima permanente de sus ambiciones.
Los conflictos armados que persisten en diversas regiones del mundo, donde en el medio Oriente Estados Unidos e Israel han dado rienda suelta a todas las crueldades inimaginables en la historia humana y bíblica, se exhibe una brutalidad absoluta contra la población civil. Las sanciones económicas impuestas por naciones poderosas, que son presentadas como herramientas para luchar por la democracia burguesa y sus objetivos políticos, tienen consecuencias humanitarias severas para las poblaciones vulnerables de los países afectados, sin que la población de los paises ricos muestre inconformidad con este crimen. La falta de acción decisiva ante genocidios o graves violaciones de derechos humanos también se interpreta como una forma de crueldad e indiferencia.
Es innegable que las naciones, especialmente las más poderosas, tienden a priorizar sus propios intereses económicos, políticos y de seguridad desde el más puro egoísmo negativo. Esta priorización puede manifestarse en políticas comerciales excluyentes y proteccionistas, en la competencia y apropiación de los recursos naturales, en la falta de compromiso con acuerdos internacionales cuando se perciben como perjudiciales para los intereses nacionales, y en la selectividad a la hora de abordar crisis humanitarias o ambientales globales. La distribución desigual de vacunas durante la pandemia de COVID-19 es un ejemplo reciente que muchos interpretaron como una manifestación de egoísmo por parte de las naciones más ricas.
Esta asimetría configurada con esas líneas directrices, lleva a que los intereses de las naciones más débiles sean marginados o subordinados a los de las potencias. Las instituciones internacionales, aunque discursivamente dirigidas para la cooperación multilateral, realmente reflejan el poder y la influencia de los estados más ricos.
* Presión de la opinión pública y la sociedad civil: La opinión pública global y las organizaciones de la sociedad civil a menudo ejercen presión sobre los gobiernos para que adopten políticas más justas y humanitarias.
La perspectiva de que la política internacional actual está signada por la incertidumbre, la crueldad y el egoísmo de las naciones más ricas tiene una base sólida en la observación de los acontecimientos mundiales y los países pobres no pueden vivir de fantasías ni de discursos prometedores, como ha hecho Argentina cuya deuda no para de crecer y su producción no para de caer, ya que tal como enseña la experiencia internacional estos sentimientos negativos y destructivos son llevados por todos los países imperialistas hasta sus últimas consecuencias.