La inestabilidad es lo habitual en la vida de la Naturaleza y de todo cuanto existe. La aspiración del humano es la estabilidad. Estabilidad en el trabajo, en el amor, en los afectos, en el descanso… Bueno, eso era lo que sucedía hasta ayer en Occidente. Ahora, da la impresión de que prefiere, le excita, lo contrario. Lo incierto y el riesgo le atraen más que nunca. Parece que a gran parte de la población, al menos la española, le "pone" jugar a la ruleta sobre la mesa de la vida. Me refiero a los nacionales de este país. Pues el inmigrante busca a todo trance estabilidad.
El caso es que a la inestabilidad ordinaria se añade hoy un nuevo factor de más inestabilidad derivado de la cibernética y de la informática que, lejos de proporcionar a la sociedad más seguridad anímica, más sosiego mental, provocan más inestabilidad con la que parece estar a gusto. Pocas cosas son estables. Ni las Secciones de los hipermercados, ni la cobertura del móvil, ni la pareja, ni los negocios, ni las tiendas de particulares… Hoy, sólo se encuentra continuidad en la banderas de las naciones, en Amazon y en, España, en El Corte Inglés, que siempre estarán ahí, aunque supongo que si por fuera aguantan, por dentro han de ser el colmo de la inestabilidad.
Todo cambia en la sociedad inevitablemente de un día para otro. Todo es inestable. No hay verdades incuestionables o lo que es lo mismo, no hay verdad creíble que no sean dos torres neoyorkinas derrumbándose como una demolición controlada. La tierra puede ser esférica y también hueca. Pero también plana, un octaedro o un cubo. Dios puede existir o puede que no. Trump puede estar hoy con Putin y mañana con Zelinski, hoy con Napoleón y mañana con el Che. La pandemia de 2019 pudo ser, de la historia, el mayor fraude organizado en las alturas, y la OMS, un prostíbulo sanitario. El papa será heterosexual, pero también pudiera ser homosexual o transexual. Así es que, ante tanto cambio y tanta inestabilidad, a cualquiera se le quitan las ganas de afirmar…