¿Por qué a mí, que soy tan chévere?


Si los chavistas están contra la guerra de Irak los escuálidos están favor. Si los chavistas hacen una marcha a favor de la paz, los escuálidos hacen una a favor de la guerra. Es el blanco y negro que nos tiene idiotizados a algunos y radicalizados a otros. Pero lo último merece una conversa: un funcionario dice que en Venezuela hay racismo y la oposición en masa, través de todos los medios de los que disponen, gritan desesperados, infartados, anonadados, pero sobre todo, super asombradísimos, con los ojos bien pelados: ¿De dónde sacaron los chavistas eso? ¡Que infamia!

Sí señor. En Venezuela no hay racismo. Aquí lo más común que hay es ver a un galán negro protagonizando. Los Tomás Henríquez sobraban en las listas de elencos del Canal 2. Y de las negras ni se diga. Gledys Ibarra tuvo unas cuantas antecesoras. Todas con los ojitos verdecitos.

Las denuncias de no permitir la entrada de negros en algunos sitios de Las Mercedes, forman parte del imaginario popular. Aquí las cuñas de TV están llenitas de negritos, cafés con leche, bemboncitos, pelos “malos”, tierrúos, marginales y pare usted de contar. Las frases esas que nos hacen reír tanto: blanco con bata médico, negro con bata chichero y cien más por ese estilo, son mentira, inventos de de los chavistas.

La última frase de moda que ha acuñado nuestra excelente televisión es decirle a los empleados domésticos “igualados”. Pura habladora de gamelote.

El pánico que se apoderó de la clase media en enero de este año no era racismo, no era miedo a que “bajaran los cerros”, la hordas, los violentos, los pobres (negros, igualados, abusadores, asesinos) a matarnos a nosotros los blanquitos, catiritos y bien bonitos. Noooooo. Aquí no hay racismo. ¿De dónde sacaron esa vaina?

El problema es que siempre hemos querido esconder la cabeza, meterla en un hueco, mirar de reojo, dar la espalda. El problema es que todavía ahorita, nosotros estamos buscando una pista, un resquicio del que agarrarnos para acusar a este Gobierno de totalitarista, de “insultarlo” con el demodé castro comunista, y justificar la estupidez, los sentimientos ultraderechistas, los resabios fascistas. “Yo que estaba tan tranquilo, yendo al teatro, al cine. Yo que siempre he sido progresista, yo que siempre me he preocupado por la suerte de los pobres. ¿Cómo me pueden decir a mi racista?”.

“Y encima tengo que explicar que no es así. Y me dejan desnudo. A la intemperie, muerto de frío y miedo. ¿Por qué a mí, que soy tan chévere?”.







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Mercedes Chacín(*)


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