4 oct. 2018 - En el campeonato mundial de quienes usan a Venezuela como una cortina de humo para ocultar sus problemas internos, el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló ha aparecido pisando fuerte.

El funcionario acaba de anunciar que Borinquen será la sede de la Comisión de Reconstrucción de Venezuela, mientras su propia patria sigue sufriendo las consecuencias del huracán María, que la azotó en septiembre de 2017, y del inhumano desprecio de Donald Trump y de las autoridades federales de Estados Unidos, país del que Puerto Rico forma parte como estado libre asociado.

Roselló, en un gesto que debe llenar de indignación a las víctimas del fenómeno natural, apareció al lado del prófugo venezolano Antonio Ledezma, anunciando que Puerto Rico será la base de operaciones de quienes desean realizar una intervención humanitaria en Venezuela.

Con un descaro que supera ampliamente al de otros participantes en el torneo de "preocupados por Venezuela", Roselló dijo que Puerto Rico será un "colector de ayuda y soporte para Venezuela". La verdad es que si Roselló está buscando una población que requiera de ayuda y soporte, haría bien en mirar hacia su propio territorio, que aún tiene incluso zonas sin energía eléctrica ni servicio de agua, con la educación paralizada y las vías de comunicación bloqueadas.

Una verdadera crisis humanitaria

"Un año después, las escuelas aún están cerradas, un año después, las casas permanecen abarrotadas; un año después, el número de víctimas sigue aumentando. El manejo del huracán María y sus secuelas, incluidas las casi 3.000 vidas que se perdieron, es una crisis humanitaria que el presidente Trump ni siquiera ha reconocido", dijo en septiembre pasado el congresista estadounidense de origen dominicano Adriano Espaillat, en declaraciones al medio quisqueyano El Nuevo Diario.

"Una de las cosas que el huracán María ha hecho es descubrir la gran cantidad de pobreza que hay en Puerto Rico, que había sido camuflada. Ahora todo está a la vista", declaró el arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Roberto González Nieves, citado por el sitio web católico Aleteia.

Los datos recopilados en el reportaje que esta publicación difundió a raíz del primer aniversario del desastre son reflejo de las calamidades que siguen viviendo los puertorriqueños. Más de 300 escuelas cerraron por varias razones, incluida la falta de electricidad. Muchas de ellas no han reanudado sus actividades. Todavía hay decenas de miles de hogares con techos provisionales o simples lonas.

Las labores de recuperación se han visto afectadas porque Puerto Rico está técnicamente en estado de bancarrota. "Nuestra gente se siente en un estado de incertidumbre un año después del huracán y estamos sufriendo medidas de austeridad por la crisis de la deuda", declaró Heriberto Martínez, secretario general de la Sociedad Bíblica de Puerto Rico, organizador de un movimiento para que la deuda de la isla dejé de ser un agravante de la tragedia dejada por el huracán.

Para la reconstrucción de Puerto Rico se necesitan entre 95 y 145 mil millones de dólares, pero el gobierno federal de EEUU solo ha aprobado una ayuda de 35 mil millones. El presidente de EEUU, Donald Trump ha añadido insulto a la injuria al tratar de desmentir las cifras de personas fallecidas a raíz de la tragedia y regañar a los puertorriqueños porque, según él, pretenden que el gobierno federal "les haga todo".

¿No es una ola migratoria?

La terrible situación de Puerto Rico ha generado también un enorme desplazamiento poblacional del que los medios de comunicación estadounidenses y globales casi no hablan, pues están muy ocupados refiriéndose a la "crisis migratoria venezolana" y sus repercusiones regionales. En un país de 3,7 millones de habitantes, se estima que 130 mil han tenido que irse en lo que va de 2018 porque sus viviendas quedaron destruidas, sus centros de trabajo desaparecieron y están cerradas las escuelas y los hospitales.

Mientras tanto, el gobernador Roselló está procurando ayuda y soporte para Venezuela. Según el Nuevo Herald, Rosselló aseguró que Puerto Rico no se podía quedar sin hacer nada ante la catástrofe humanitaria que sufre el país sudamericano.