“Por ahora”

“Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo ante las cámaras de televisión el joven teniente coronel Hugo Chávez Frías. Era el 4 de febrero de 1992 (4F) y el entonces desconocido oficial venezolano asumía la responsabilidad del frustrado levantamiento militar contra el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) que había impuesto un paquete de medidas de ajuste acordado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder pagar la deuda externa. 

De esta forma, aparecía por primera vez en la escena pública el hombre que cambiaría para siempre la historia de Venezuela; que años después ganaría 13 elecciones democráticas; que se convertiría en líder revolucionario y centro de gravedad de la política regional y volvería a poner en el horizonte a la revolución, al socialismo y al sueño bolivariano de la Patria Grande tras una época signada por la hegemonía neoliberal posterior a la caída del muro de Berlín.

Hace casi tres décadas, Venezuela estaba sumida en un proceso de conflictividad social permanente y descontento popular en aumento. A esto se sumaba una sensación de vacío de poder que se aceleró en 1989 con la insurrección popular denominada por la prensa como el Caracazo y que el pueblo recuerda como “el día que bajaron los cerros y no volvieron”. Con aumentos del combustible en un 100%, de las tarifas del transporte público en un 30%, más una suba generalizada del agua, la luz, el gas y el teléfono y un gobierno sumamente deslegitimado por el ajuste, por casos de corrupción y que a la vez no dudaba en reprimir ferozmente cualquier protesta, la crisis en el país ya era insostenible.

Pero esa fecha no solo marcó el inicio del fin del neoliberalismo en el país sino también el desenlace de cuatro décadas de democracia excluyente resultante del Pacto del Punto Fijo. Este acuerdo fue firmado por los partidos Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) en 1958 luego de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Desde ese entonces, ambas fuerzas conformaron un bipartidismo que se repartió el poder político en la nación caribeña.

En los días posteriores al 4F, Chávez y los militares bolivarianos que lo acompañaron todavía no sabían que el frustrado golpe los había convertido en héroes populares. Recluidos en la cárcel del cuartel San Carlos de Caracas no estaban enterados de la muchedumbre que se congregaba en la afueras de la vieja edificación colonial para ver quien era ese joven oficial y esos uniformados que se habían animado a hacer lo que había que hacer: terminar con un régimen de hambre, penuria y saqueo y con un gobierno que reprimió dejando un tendal de miles de muertos y desaparecidos. Aunque fallaron, tal era el fervor popular por los comandantes bolivarianos que tuvieron que ser trasladados al penal de Yare ubicado en el estado de Miranda, lejos de la ciudad capital.

Ese mismo pueblo que se concentraba en las afueras de la cárcel y que tenía en su memoria ese “por ahora”, diez años después, en abril del 2002, se levantaría por millones y devolvería al joven teniente coronel al gobierno luego del frustrado golpe de Estado orquestado por la derecha, sectores de la burguesía y EE.UU. Un golpe que lo sacó de la presidencia del país tan solo por 47 horas pero a partir del cual comenzaron los años de radicalización del proceso bolivariano, del viraje al socialismo del siglo XXI, de conquista de derechos y de redistribución equitativa de la riqueza. Fueron los años de la “revolución pacífica, pero no desarmada” y donde todo empezó a cambiar para el pueblo que bajó de los cerros.

De la conspiración militar a la organización de las masas

En el transcurso de una década Chávez, oriundo del estado de Barinas, pasó de conspirar con un conjunto de oficiales inspirados en Simón Bolívar y Ezequiel Zamora y grupos de izquierda, a convertirse en presidente del país. Y también en el líder revolucionario organizador de masas que sintetizó en su persona los anhelos de liberación de millones de venezolanos y venezolanas y la esperanza a esos sueños frustrados y reprimidos durante años. Pero también se convirtió en una figura central para el continente que revitalizó el eterno sueño del destino común, de la Patria Grande que a lo largo de la historia los imperios y sus socios locales persisten en boicotear y destruir.

Desde aquel febrero de 1992 que lo colocó en un lugar impensado y central en la historia abierta en 1989 hasta su llegada al gobierno en 1998 con más de tres millones de votos, la vida civil y política de Chávez fue tan intempestiva como su vida castrense. Ya en libertad, los años de conspiración cuartelaria con el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) formado durante años con sus compañeros de armas habían quedado atrás. Iniciaba su trayectoria política cargando con la popularidad del 4F pero también con el recelo de las izquierdas y la subestimación de las derechas.

El Chávez político que nació después del 4F comenzó siendo prácticamente un predicador en el desierto que, a mitad de los años noventa, promovía una “internacional bolivariana”. Años después, ya consolidado al frente del proceso de transformación de su país, fue impulsor y protagonista clave de la integración regional independiente y soberana que nació durante la “década progresista” latinoamericana.

En esos años recién comenzaba a ser una alarma para Washington y todavía para la izquierda latinoamericana era un militar golpista más que cargaba el mote de “putchista”. Pero estas caracterizaciones cambiarían. 

Sin haber tenido una formación marxista fue más dialéctico y antidogmático que muchos marxistas. Y siendo un militar nacionalista y antiimperialista fue mucho más allá que otros generales que desde el poder ejercieron reformas progresivas y soberanas en sus países como el peruano Juan Francisco Velasco Alvarado (1968-1975) y el panameño Manuel Torrijos (1968-1981), dos figuras que admiraba en sus años de academia militar. Así iniciaba el camino que lo transformaría en un líder revolucionario respetado por muchas izquierdas y pueblos en el mundo y a la vez en el enemigo número uno de la Casa Blanca.

Rompiendo esquemas y manuales

El hombre que puso al socialismo en el siglo XXI cuando todo estaba corrido a la derecha y los escribas imperiales sentenciaban que la historia había llegado a su fin, no irrumpió en la escena de aquel 4F con un programa anticapitalista. Pero sí con la clara convicción de recuperar el legado bolivariano y poner a su país y a latinoamérica en la senda marcada por los libertadores. Esta misma convicción llevó a Chávez a ser el único de los jefes militares sublevados en 1992 en continuar con la búsqueda de otros métodos para independizar a Venezuela y al continente del imperialismo y del neoliberalismo.

Asumiendo el rol que el proceso y la dinámica que la lucha de clases le otorgó más allá de su voluntad, Chávez fue probando distintas opciones antes de asumir una perspectiva socialista y anticapitalista con la entrega y la pasión que siempre lo caracterizó. Durante su primer gobierno tuvo un acercamiento a la Tercera Vía, un intento de renovación para una socialdemocracia cada vez más desteñida y derechizada que en esos años postulaba el primer ministro británico Tony Blair sobre la base de las ideas del sociólogo Anthony Giddens.

Antes de llegar al poder participó como uno más en huelgas obreras, movilizaciones estudiantiles, actividades barriales y en cuanta lucha se sucedía en Venezuela. Viajó por diversos países con su proyecto bolivariano a cuestas y se reunió con muchos militantes y activistas. En 1994 fue recibido en Cuba por Fidel Castro, ni bien bajó del avión, como si se tratara de un jefe de Estado. La revolución cubana empezaba a mirar con otros ojos al joven oficial.

Hace años que el 4F en Venezuela se lo celebra como el Día de la dignidad nacional. La fecha en que el pueblo venezolano -que ya había empezado a hacer historia tres años antes- encontró a la figura que dio cauce a los derechos y a la dignidad postergada durante décadas. 

Venezuela hoy, 28 años después la primera aparición pública de Chávez, se encuentra asediada por una guerra económica y mediática sin cuartel librada por el imperialismo y sus lacayos, con un presidente autoproclamado y financiado por EE.UU. más permanentes intentos de desestabilización que buscan destruir lo que Chávez y el pueblo construyeron. Pero, en crisis y con errores propios y desviaciones, el pueblo sigue resistiendo. Porque existe el chavismo, el legado del joven teniente coronel que en 1992 entró en la historia sin imaginarlo y terminó convirtiendo ese “por ahora” en un para siempre en la conciencia de millones.

Tomado de: Notas Periodismo Popular



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