La represión no paga

No paga, ni en moneda ni en especies, mucho menos en consideraciones políticas porque es un acto que se aleja del sentido orientador que debe tener toda discordia entre seres humanos para la búsqueda de una solución justa y democrática.

No paga el uso de métodos represivos por querer imponer un criterio, por mucho inclusive que se tenga la razón, porque la represión contiene procedimientos de torpe oscurantismo y provee a quien la practica, de aborrecibles modos de acción que desplazan  la racionalidad hasta de la mas elemental forma de proceder. 

Por eso el jefe policial que lidió la faena represiva de las huelguistas de Plaza Bolívar de Coro, dejó de un porrazo en el césped de la plaza, la afable figura que antes mostrara su humilde rostro para darle paso a una mueca reaccionaria, atentatoria de los derechos humanos.

Esa es la mala paga de la represión. No paga la represión,  porque recurrir a ella sin la mínima mesura de sus consecuencias, se devuelve como contra ola devastadora, para revolcar la sin razón de quienes osan imponerla como método de deslinde de diferencias, reclamos y contrariedades.

Por eso quién sabe por cuantos años, sino son siglos, los viejos partidos, que tanto  aplicaron la represión a sangre y fuego han cobrado en la historia de hoy y de mañana una página de indiferencia y olvido que los pueblos, aun de luto, observan callados sin otro sentimiento que la conmiseración y la misericordia. Por eso es relevante el rasgo anti represivo de un gobierno que se precie revolucionario. Y si a riesgo de desprestigio intenta, como en la Plaza Bolívar de Coro, donde hasta el Defensor del Pueblo cobró lo suyo de una represión que no le pertenecía, echar por la borda ese precepto humanitario, entonces, ni siquiera valdrá la pena exigir unas excusas que lo mas probable es que vengan, si las hubiera, manchadas por la soberbia y  la altanería. Porque la represión física se suele justificar con represión dialectoidea. Pero, más deuda impagable produce la represión cuando sus tientas envuelven la misma gente, que a parecer de ingenuos, comparten el mismo criterio humanista de quien la acomete. Ya allí se construye un vacio profundo de desconsuelo que podría transformarse en inexpugnable abismo de desavenencia política. Y esas cosas habrá que ahorrárselas.

Los tristes y lamentables sucesos represivos de la Plaza Bolívar de Coro, donde la agresión no tuvo escrúpulos para alcanzar mujeres desamparadas y líderes sociales que tan sólo exigen un trabajo digno para vivir, constituye un acto que desvirtúa los elementos principistas de la revolución y quienes lo propiciaron estarán soldando con sus manos una argolla más a la cadena del oprobio que se creyó ya superada. 



n_lacruz@yahoo.com 


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Neri La Cruz


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