Crónica de la instalación de un falso congreso ideológico de la clase obrera

El pasado 07 de junio del 2018, en la ciudad de Puerto la Cruz del estado Anzoátegui, se llevó a cabo la instalación del Congreso "ideológico" de la Clase Obrera correspondiente a esta entidad federal del país. Tras haber transcurrido 4 horas de actividad, tiempo durante el cual los trabajadores presentes (provenientes de distintas empresas y sectores, entre públicas y privadas e instituciones del Estado), escucharon atentamente las intervenciones de tres Constituyentes de "la clase obrera", del Defensor del Pueblo de la entidad y la del Director estadal del Ministerio del Trabajo, acto seguido, el Coordinador de la Central Socialista Bolivariana de los Trabajadores Anzoátegui (CSBT), José "chino" Itriago, daría por concluido el acto con estas terminantes palabras: "¡No hay derecho de palabra!".

Con ellas, no solo estaba dando por finalizado el evento, también estaba negando impunemente el más elemental derecho de un trabajador que desde el público osaba solicitar el derecho a intervenir, pronunciando estas palabras: "Compañeros, los hemos escuchado atentamente a lo largo de estas horas, pero ¿será qué los que estamos de este lado no tenemos nada que decir?" Seguidamente, sobrevino la "tormenta".

Y es que de los 7 integrantes del pódium que se había conformado para la ocasión (todos funcionarios públicos, con o sin cargos de elección popular) sólo 2 no hicieron uso de la palabra: un diputado al Consejo Legislativo del Estado Anzoátegui y el Director Regional del Instituto de Prevención, Salud y Seguridad Laboral (Inpsasel). De los aproximadamente más 150 trabajadores y trabajadoras presentes, ninguno pudo hacerlo, a pesar que desde la tribuna de oradores se había dicho que el "debate ideológico" comenzaba desde ese mismo momento. La verdad fue todo lo contrario: la instalación del referido Congreso no pasó de ser un torneo de discursos oficiales, en la casi totalidad de los casos, plagados de generalidades y lugares comunes, con los que se pretendía "encender", desde las alturas de la tribuna, la "conciencia" de los de abajo "a emancipar a la patria y construir el socialismo", a la "unidad de la clase obrera", a destacar la "autocritica" de Maduro acerca de que "no estábamos haciendo las cosas bien", a la "formación y claridad ideológica", y un largo etcétera más. La nota discordante, vendría a ser dada por la impertinente "solicitud" del derecho de palabra planteado.

Sin embargo, a pesar de que la sentencia condenatoria de ese derecho había sido proferida, arriba, en el pódium, la opinión no fue unánime, mientras abajo, en el público, el tono de la protesta se elevaba y ya no era solo un individuo exigiendo la palabra sino varios protestando por la negativa a concederla. Finalmente, el constituyente Juan Salazar se dirigió al público (una parte abandonaba la sala para ir a almorzar) para manifestar que "a pesar de que se informó con antelación que para este acto no habría derecho de palabra", tomaban la decisión de retomar la asamblea después del almuerzo para escuchar los derechos de palabra. Nunca llegó a suceder. Al llegar ese momento, gran parte de los trabajadores se habían marchado ya y la comitiva oficial del Congreso no dio mayores señales de vida.

De las benévolas palabras del Constituyente quedaba claro que tras el "¡no hay derecho de palabra!" proferido minutos antes, no anidaba un ánimo antidemocrático, sino el debido acatamiento, por parte de los organizadores del Congreso, de la metodología organizativa que había sido establecida de antemano, la cual prescribía que durante la instalación únicamente harían uso y abuso de la palabra los "expositores", vale decir, los "jefes", mientras que a los trabajadores presentes les correspondería solamente aplaudir y asentir solemnemente. "Hay que respetar la metodología", se escuchó decir entre los trabajadores, pero también "dejen que los trabajadores hablen, también tenemos ese derecho ¿no se trata de un Congreso ideológico?". De tal suerte, el problema se planteaba como un conflicto entre Metodología y democracia. Y la metodología no democrática -y sí muy burocrática- terminaría prevaleciendo en un ámbito por demás propicio para la urgentísima reflexión colectiva.

Esto tiene sus implicaciones, no serán distintas a las acaecidas hasta ahora, pero agravadas por el cuadro de tensiones estimuladas por la situación económico y político, que le conferirán a la reiteración, mejor dicho a la reincidencia, un cariz criminal, porque, objetivamente, conscientemente o no, directa o indirectamente, baila al son de la tonada fúnebre que los enemigos de la Patria y de las clases oprimidas del pueblo venezolano, entonan.

Bajo la tal "metodología" planteada, el llamado "Congreso ideológico de la Clase Obrera" consistirá, lisa y llanamente, en un mero trámite procedimental a través del cual, bajo el rotulo de "debate ideológico", se ensamblaran oficiosamente unas propuestas que vendrán a sumarse a las tantas otras que se han levantado y entregado a lo largo de los últimos meses, siguiendo siempre el mismo modo de proceder, para que, al cabo de un cierto lapso de tiempo, queden en el olvido y se vuelva a reactivar el ciclo, que desembocará, como los anteriores, en un mismo acto oficial adornado con los mismos rostros, idénticas consignas y el mismo ritual burocrático. Tanto da al cántaro el agua…

Del cuadro que esto plasma ¿es difícil percatarse la distancia que separa, no solo a tales "dirigentes" del conjunto de la clase que dicen representar, sino a la clase obrera misma de la más importante de sus tareas, sin la cual no podrá realizar ninguna otra en esta hora tan crucial que atravesamos: ¡Ser Clase de verdad! y no simple comparsa de quienes han decidido pesar y sentir por los trabajadores porque es el modo más práctico de hacer más "eficiente" y "obrera" la gestión de gobierno y la "construcción" del Socialismo? Mientras tanto, la burguesía, más consciente que nunca de sus intereses de clase y de lo que debe de hacer para preservarlos, no para un solo segundo en su trabajo de socavamiento y destrucción de las bases sociales de la Revolución.

Así ha comenzado el "debate ideológico" del Congreso Obrero en Anzoátegui, con el problema de la producción y la guerra económica como epicentro, pero sin documentos bases para la discusión, aun cuando uno de los Constituyentes, en su larga exposición, hizo mención de ellos. Y sin metodología democrática real sino monólogos y tramites burocráticos.

INQUIETUDES PARA CERRAR.

Si se trataba de un "Congreso ideológico" ¿no era más practico –y conveniente - contrastar los enunciados generales y abstractos de los discursos "oficiales" con los hechos y la experiencia concreta de los trabajadores que ocupaban la sala, de manera de aproximar una caracterización acerca de la situación de la clase (en Anzoátegui), tanto en lo que tiene que ver con su relación con las instituciones del Estado, como con las jefaturas de las empresas, publicas y privadas, sus procesos productivos y laborales, en función de poner el acento en el problema cardinal de la definición del papel de la Clase Trabajadora en las dificilísimas condiciones actuales: o simple fuerza de trabajo subordinada a la producción en su conjunto o Clase dirigente y protagónica del proceso de producción como un todo?

Sostener que "el compromiso de la clase obrera con la Revolución es producir", en sí mismo, no dice nada distinto de lo que es y ha sido la función de los trabajadores en cualquier sociedad capitalista hasta ahora (incluyendo la nuestra); de lo que se trata es de encarar el desafío de la transformación o no de las condiciones en la que los trabajadores producen, para pasar de la división y la disgregación en el proceso de producción, tanto para un patrón público como privado, a la potencia protagónica de una fuerza social unificada por un plan o programa de lucha por la producción y la Revolución, consustanciado con los grandes intereses del pueblo.

En el acto de instalación hubo presencia de trabajadores de dos empresas estatales que pudiéramos llamar emblemáticas por la significación de sus respectivas situaciones en las circunstancias actuales: la productora de cemento Vencemos- Planta Pertigalete (Guanta) y la productora de vidrios Vivex (Barcelona). Tras 10 años de nacionalizada, la Planta Pertigalete de Vencemos se encuentra en el peor estado operativo y financiero de su historia, cuyas implicaciones no solo se palpan en los niveles de rendimiento (producción), sino en los de seguridad y salud laboral, así como de contaminación ambiental, lo cual ha sido denunciado por sus trabajadores en más de una ocasión. Sin embargo, como si nada de esto tuviera importancia, a estos hombres tampoco se les concedió el derecho de palabra en la instalación del "Congreso ideológico" del jueves 07 de junio pasado. ¿De donde y de qué forma saldrán las propuestas que este sector presentará al mandatario nacional por intermedio de nuestra burocracia sindical y Constituyente?

De la empresa Vivex apuntaremos solo lo siguiente: luego de 7 años de haber sido recuperada por decisión del Ejecutivo Nacional –tras una lucha heroica de sus trabajadores-actualmente se encuentra sin inventario de materia prima y, por ende, sin producción.

¿De qué forma sirve el Congreso Ideológico de la Central Bolivariana de Trabajadores a la búsqueda de respuestas efectivas al problema del financiamiento de estas empresas, que tanto lo necesitan, precisamente en momentos en que, desde el Ejecutivo Nacional se anuncian "incentivos" y "financiamiento" a la empresa privada, supuestamente con el objetivo de "apalancar la producción nacional", mientras aquellas otras desfallecen? ¿No plantea esto un problema de definición conceptual y político de primer orden, que no se puede ni se debe escamotear a los trabajadores?

¿Cómo puede abordarse el complejo problema de la relación de la clase obrera con el Estado, desde una perspectiva de superación del carácter burgués de este Estado, si al propio tiempo la política de la Central Obrera Bolivariana reproduce con su "metodología" organizativa y a través de funcionarios promovidos desde su seno, la histórica sujeción y subordinación de las organizaciones obreras al Estado Oligárquico? ¿Podrá negarse que desde las instituciones del trabajo (Dirección regional del Ministerio del Trabajo, Inspectorias del trabajo, Geresat-Inpsasel) no se impone la mediatización organizativa, no ya sobre organizaciones obreras amarillas o blancas, sino decididamente clasistas, y que tales instituciones han devenido en feudos particulares de grupos que, a su vez, son utilizada como plataformas del clientelismo y la influencia politiquera, alejándolas de los fines revolucionarios a los que deberían servir? ¿Se puede definir una línea de clase respecto al problema de la actitud frente al Estado, sin tocar concretamente estos problemas?

A esta altura, es por demás sencillo adivinar por qué la "metodología" del Congreso indicaba que durante la instalación del mismo no "habría derecho de palabra": el acto podía transformarse en un juicio a la burocracia y los miembros del pódium en los acusados.

Sin embargo, con todas y las grandes diferencias que plantea este cuadro de relaciones, la conclusión no puede distanciarse del interés del conjunto del pueblo y de los trabajadores como tal en esta hora decisiva de nuestra historia: es vital la mayor unificación y cohesión fuerzas posible ante la inhumana embestida que nos acorrala. Pero no es menos cierto también –al menos eso creemos- que con métodos burocráticos y antidemocráticos, al estilo de la Central Bolivariana, la unidad y cohesión de las clases oprimidas es insostenible, y solo pueden servir para agraciar a las hienas que aguardan la caída del gobierno para caerle encima y despedazarle inmisericordemente.

Más que de propuestas, la revolución precisa de una clase obrera capaz de levantarse sobre sus propios pies, de pensar con cabeza propia y actuar con fuerza propia en aras de llevar hasta las últimas consecuencias los objetivos estratégicos que aun reclaman concreción. Precisa también de hombres y mujeres dispuestos a asumir esta tarea, sobre bases democráticas, clasistas y revolucionarias, para que sea posible que el respaldo al gobierno de Nicolás Maduro y, por tanto, a la autodeterminación nacional, descanse en la consciencia y en la fuerza de los trabajadores como un todo, en circunstancias en las que estas fuerzas están siendo seriamente socavadas por el efecto destructivo de la vorágine económica.

Los tiempos de esta crisis no son normales ni pueden abordarse como si los fueran. Menos lo son para el señoreo de burócratas parasitarios incapaces de otro esfuerzo que no sea el de mantener a los explotados tal como han estado siempre, en lugar de contribuir a facilitar las vías para que se eleven, política y organizativamente, a la condición de clase revolucionaria.

 

fmarin2005@yahoo.com



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