Vencemos Pertigalete: entre el colapso y la organización de los trabajadores para detener la caída

Hasta el día martes 30 de enero las acciones de protesta que desde comienzos de año (2018) venían desarrollando los trabajadores de la industria Venezolana de Cementos (Vencemos) Planta Pertigalete, por el estado de deterioro de esta y en demanda de inversión para su recuperación, habían transcurrido sin mayores sobresaltos ni contratiempos. Hasta entonces, los eventos no pasaron de las marchas, concentraciones, tomas simbólicas y reuniones de la dirigencia obrera con Inspectores del Trabajo, representantes del Ministerio Publico, Alcaldes (de los Municipios Guanta y Sotillo del Estado Anzoátegui), aunque sin conseguir ningún pronunciamiento oficial respecto a la problemática que les afecta. Pero la mañana del penúltimo día del mes de enero sobrevino el "sobresalto": luego de decidirlo en asamblea, dirigencia sindical (Sintracea), Delegados de Prevención y trabajadores en general cortaron la ruta en un punto de la carreteara nacional que conecta a los Estado Anzoátegui y Sucre, por casi dos horas.

El detonante no fue el silencio oficial, que tanto contrasta con el discurso revolucionario de los representantes del gobierno, sino la sangre y el dolor. En la tarde del lunes 29 de enero, en el área de Trituración (de las rocas calizas, materia prima para la elaboración del cemento) uno de sus compañeros sufrió un accidente que le mutiló parte del pie derecho, ocasionándole la amputación completa del mismo. Días antes, en el área de los hornos de calcinación de planta 2, otro trabajador sufrió quemaduras de 2º grado en ambas piernas (de las pantorrillas hasta los pies), al caer sobre caliza molida caliente derramada en el área de trabajo.

"Los trabajadores del cemento hemos salido a la calle, ya esta vez no es por inversión sino por el derecho a la vida", fueron las primera palabras del Secretario general del Sindicato de Trabajadores Cementeros del Estado Anzoátegui (Sintracea), Luis Chaparro, mientras el corte de ruta se concretaba frente a la mirada expectante de la comisión de la Guardia Nacional apersonada en el punto de concentración; y agregaría además: "por trabajar en las condiciones pésimas a las cuales somos sometidos a diario en esta importante industria (…) hoy un compañero amaneció con un pies menos, pero mañana puede ser un muerto ¡no queremos muertos en la fabrica! ¡No queremos más reuniones, queremos acciones para rescatar la industria y exigimos el respeto al derecho a la vida!"

Tras casi dos horas de protesta, la misma fue levantada sin que mediaran enfrentamientos. Con todo y sus efectos, se trató de un hecho en el que quedó patentizado el talante ecuánime de la protesta obrera, si se toma en cuenta que los cortes de ruta que suelen suceder por esta vía, las más de las veces, no acostumbran a bajar de 4 horas de duración, en el mejor de los casos.

A los pocos días, en un gesto que honra por la sensibilidad que transmite, el Presidente de la Corporación Socialista del Petróleo visitaría al trabajador mutilado en su lecho de convalecencia. Luego se trasladaría a la Planta cementera donde sostendría una reunión con el tren gerencial de la misma. "Pero –tal como apunta un trabajador- una reunión con los trabajadores… jamás". Y con este otro gesto, que reproduce una conducta que se transmite cual testigo de una presidencia corporativa a otra desde la época de la nacionalización de Cemex, se alimenta una brecha, que se ensancha y profundiza, entre lo que piensan y sienten los trabajadores y lo que hacen y piensan quienes concentran la dirección de la Industria Cementera.

Pertigalete semeja la figura de un gran barco que hace aguas en alta mar, cuya tripulación (o buena parte de ella) se esfuerza lo indecible por mantenerlo a flote, achicando, reparando y remendando, en medio de estallidos, unas veces en el cuarto de maquinas, otras en las válvulas de presión, con capitanes que, entre impotentes e indolentes, procuran hacer el mejor de sus esfuerzos para intentar pasar con éxito del encogimiento de hombros al más tímido gesto de decisión. Da la impresión de ser un enorme trasatlántico tirado por remos. "Lo peor de esto –asienta un trabajador aleccionado por la imagen- es que los que mandan a nivel nacional parecieran limitarse a decir: sigan achicando, resistan todo lo que puedan, recen que eso también sirve, que en cuanto a lo demás ya avisaremos"; mientras, la nave sigue su curso hacia las profundidades de un colapso que aparece como único destino de una travesía signada por los acordes del estruendoso silencio oficial y el clamor de los trabajadores.

CONDICIONES DE TRABAJO Y SUBSISTENCIA.

Bajo el peso de la dolorosa circunstancia provocada por el fatídico accidente, una reflexión buscó abrirse paso entre los trabajadores reunidos en asamblea, afirmada no solo en las condiciones inmediatas de trabajo dentro de la Planta, sino en las condiciones "externas" que rodean y condicionan, de un modo u otro, el desempeño del trabajador en el trabajo. Cuando se planteó el problema de la posible relación que puede existir entre la atención en el cumplimiento de las labores y la situación alimentaria de la familia, no pocos terminaron consintiendo que se encontraban en ese trance, es decir, "tener que laborar y al mismo tiempo estar preocupados por la situación alimentaria de la familia", jaqueada por la asfixiante situación económica que padece el país.

Un hecho ilustra esta realidad: son cada vez más los trabajadores que se llevan a casa la mayor parte del plato de comida que le suministran en el comedor de la empresa. Pero a esto debe añadirse un dato negativo adicional: el servicio del comedor se encuentra actualmente paralizado.

Tales términos de la realidad se encuentran comprendidos, incluso, en normas laborales como la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (Lopcymat) y su Reglamento, en cuyos preceptos por Condiciones de trabajo se comprenden también "los factores externos al medio ambiente de trabajo que tienen influencia sobre éste". Sin embargo, la vida es siempre más cruda y aleccionadora que un precepto legal que solo adquiere entidad social concreta cuando los propios trabajadores lo toman y llenan de sustancia vital, tal como hicieron muchos obreros petroleros entre los años 1995-2000, en las áreas del Criogénico de Jose en el Estado Anzoátegui durante la apertura petrolera, cuando tomaron en sus manos la vieja Lopcymat del año 1986 para convertirla en un arma para organizar la defensa de su vida y su salud, convirtiéndose a la postre estos hombres en los artífices directos de la reforma que experimentaría dicha norma durante los años 2002-2005, al calor del proceso revolucionario.

Producir y vivir constituyen dos caras de una misma realidad social, que sufre los rigores de las tensiones y contradicciones de una aguda lucha de clases en la que, aún, los trabajadores no alcanzan a convertirse en una clase dominante o, cuando menos, en fuerza social en condiciones de incidir políticamente en el curso de las cosas e imponer también sus términos. Las condiciones políticas del proceso revolucionario han cambiado rotundamente, no ya solo por efecto de las contradicciones internas sino del cerco asfixiante del imperialismo sobre el país; mas, con todo y eso, la necesidad de que la clase se convierta en la clase política protagónica que necesita la Revolución para sobrevivir, no ha cambiado.

Bajo el fragor de esas tensiones y contradicciones, a lo largo de los últimos años no solo se ha afirmado en Vencemos Pertigalete una conducción sindical enfrentada a desafíos que trascienden la mera acción sindical, sino, también, un cuerpo de delegados de prevención igualmente encarados, con el resto de su clase, a tareas de magnitudes en las que los resultados no solo se miden por índices de producción sino también de enfermos y accidentados ocupacionales.

INVERSION Y ORGANIZACIÓN.

La exigencia de inversión es justa porque es una necesidad inaplazable, pero por si sola no resuelve nada si no se afrontan los problemas y desafíos que ella misma entrañan para la dirigencia obrera y el conjunto de los trabajadores que la demandan. ¿Quién decidirá cuánto, cuándo y cómo se invertirá? ¿Quién garantizará el destino eficiente de la inversión y el empleo efectivo de la misma? ¿Quiénes definirán el plan para la recuperación?

Tales interrogantes son parte de las tareas que los trabajadores tienen planteadas ante sí. No pueden ni deben ser delegadas. Y atañen a todos y no a unos pocos. No se trata ya de una exigencia económica sindical sino de la recuperación de la mismísima fuente de trabajo. Basta mirarse en el espejo del desfalco en Pdvsa para saber de qué se trata. Por esta razón, una de las cosas que salta a la vista es que la decisión de estos temas es un problema político, en el sentido que involucra y abarca intereses económicos y sociales concretos, y dentro de esos intereses el interés de los mayores interesados en que la planta sea recuperada, es decir los trabajadores, deben y pueden ser participes de las decisiones estratégicas. Y hay que organizarse en función de eso. Así no los está indicando y enseñando la propia vida.

Lo concreto, sin embargo, es que la inversión no ha pasado de la exigencia y ni siquiera se sabe si lo están considerando "los de arriba" y para cuándo. Mientras tanto, la planta sigue en caída libre. Y es en tales condiciones –según algunos trabajadores- que se está escuchando decir que "hay que organizarse para detener la caída". A nuestro juicio, tal expresión es todo un programa de acción y es, tal vez, el más realista de todos: organizarse para detener la caída (al tiempo que se lucha por la inversión). Y qué otra cosa puede significar esto sino una respuesta de clase y desde la clase, cuyas posibilidades de realización se encuentra directamente determinada por la capacidad de unificación y organización del conjunto de los trabajadores, estén sindicalizados o no, sean delegados de prevención o no, sobre la base de un plan común, en el que se encuentren reflejadas sus ideas, sus aspiraciones y sus fuerzas en pos de un objetivo común.

Así entendemos aquí esa magnífica idea, que debería convertirse en consigna para la acción inmediata, si es que no lo es ya. Porque no se detiene la caída acelerando el colapso sino conteniéndolo, frenándolo, y eso, antes y después de una inversión, solo pueden lograrlo los propios trabajadores unidos como una sola y misma clase. Aunque está planteada en casa primeramente (Pertigalete), se trata de una tarea que convoca, a su vez, a la unidad y el respaldo de los trabajadores que en otras empresas libran igual batalla enfrentándose a idénticos problemas. No hay mejor garantía de una inversión que aquella que se soporta en el control de una clase, los trabajadores, que ha sabido librar, desde su propia organización y armada con un plan, la lucha para detener la caída hacia el colapso de su propia fuente de trabajo. Solo sobre la base de un plan de rescate y recuperación de la empresa podrán los trabajadores garantizarse un lugar en la conducción de su propio destino.

Solo resta agregar que el mismo día que los trabajadores cortaron la ruta nacional que recorre la hermosa costa oriental que separa a Guanta de Cumana, en la Asamblea Nacional Constituyente fue aprobada la Ley de los Consejos Productivos de los Trabajadores (CPT). Se sabe que un miembro de esta Constituyente visitó en el año 2017 la Planta Pertigalete y sostuvo una reunión con los trabajadores, y entre sus planteamientos el relativo a los CPT ocupo especial relevancia. Desde entonces, sin embargo, nada se ha vuelto a saber de asambleísta, ni que decir de alguna palabra respecto a la situación de los cementeros en Pertigalete. Todo apunta a que los CPT son la plataforma de lanzamiento de la producción que desde la dirección del gobierno Bolivariano se ha ideado.

Cabe preguntar ¿Cuál es la posición de la dirigencia obrera de Pertigalete respecto a esta nueva forma de organización para la producción? ¿Cómo se proponen abordar su concreción? ¿Cuál es la opinión de los trabajadores al respecto?

fmarin2005@yahoo.com



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