Con el presidente gringo, es elaborado saber. Su estilo quiere ser directo, pero choca con la realidad. Trajo su visión de negocios a la política… y la política se resiste a comportarse como esa masa empresarial que él acostumbra a amasar. De hecho, su herramienta favorita de presión (las sanciones económicas) no le ha rendido el mejor beneficio político. Su popularidad política apunta hacia el suelo.
Impulsivamente expresa lo que quiere y, como ricachón malcriado a quien no le importan desatinos, se propone conquistarlo. Un día proclama la idea de apoderarse de Groenlandia; otro, anexarse Canadá; otro, bombardear a México para eliminar cárteles de droga; otro, hacerse con las riquezas petroleras de Venezuela…
Después, cuando sus palabras son tachadas como imposibles por la realidad, guarda silencio y se dedica a rectificar el alcance de sus ambiciones, sincerándose. Pero no publica su recapacitación. Por el contrario, aunque su intención sea corregir, el hombre no tiene empacho para beneficiarse del impacto de sus palabras y el miedo generado.
Algunos corrieron, otros no. Los líderes de México y Canadá se le alzaron. A Groenlandia le salió su legítimo dueño. Venezuela le plantó cara de guerra. Pero muchos otros por ahí, que avergüenza mencionar, sucumbieron a su política de guapetón de barrio y se agacharon ante el miedo.
Lo de Venezuela es emblemático. Llenó el mar Caribe de navíos y armamento en su primer impulso de declarar una guerra y ocupar el país. Luego se dio cuenta de que el destinatario estaba armado, apoyado y resteado, y que su ejército imperial sufriría bajas y humillación en los combates. Y empezó su rectificación en silencio, ansiando en el ínterin, sin embargo, que Nicolás Maduro huyera asustado para dar paso a su aliada María Corina Machado.
No ocurrió. Al contrario, Maduro implementó un dispositivo defensivo cívico-militar con vistas a una resistencia prolongada y asimétrica. Marines calificados se enfrentarían a lo que no les han enseñado: militares coordinados con parroquianos armados disparando desde puntos inesperados. Es decir, millones de milicianos.
Ahora el dilema de este presidente es pedir diálogo para emprender una retirada digna o atacar de una vez.