Política versus Guerra

Abordo esta temática porque me parece interesante proponer algunas ideas sobre la política y la guerra en el contexto de la situación de la guerra permanente contra Venezuela.
 
Es fundamental saber que las palabras y sus definiciones universales, conceptos o categorías con las cuales nos comunicamos, son parte del arsenal de guerra contra la política.
 
Es vital identificar, ponderar, cuestionar, criticar, analizar y reconceptualizar el significado y contenido de las palabras con las que comunicamos nuestras percepciones, intuiciones, investigaciones, observaciones, análisis y propuestas en el contexto de la geopolítica y la guerra permanente del imperialismo, Israel y los países europeos contra Latinoamérica y el Caribe.
 
Advierto que no estoy excepto del engaño y la ignorancia política. Convivo con ello en un esfuerzo por permanecer alerta y consciente de lo propio y del engaño que es orientado, direccionado, intencionado y ejecutado para imponernos un modo de vivir y entender la vida.
 
La palabra política significa un hacer y un conocer indisolubles –praxis– orientados a resolver el convivir como colectivo humano. No me refiero aquí a ningún gobierno, grupo de países u organizaciones que quieran gobernar el mundo, llámense como se llamen. 
 
La guerra, más que el enfrentamiento de dos grupos humanos, es la acción para aniquilar o someter a un grupo e imponer la voluntad del otro.
 
Dicho lo anterior, podemos jugar con las siguientes consideraciones:
 
Primero: dos grupos humanos enfrentados que tengan como objetivo aniquilar o someter al otro e imponer la voluntad del vencedor, son dos grupos, países, bloques, corporaciones, en guerra.
 
Segundo: dos grupos humanos enfrentados donde solo uno de ellos tenga el objetivo anterior, solo ese uno está en guerra. El otro, aunque despliegue todos los medios disponibles y posibles para no dejarse dominar; se defiende de la guerra.
 
Tercero: dos grupos humanos que reconociendo sus diferencias, acuerdan valores, principios y objetivos comunes para ejecutar acciones orientadas a resolver el convivir colectivo, decimos que están unidos por la política.
 
Del juego anterior podemos inferir que dentro de la tradición histórica del pueblo venezolano, jamás hemos intentado imponer nuestra voluntad a otros grupos humanos. En este territorio hemos enfrentado la guerra de países invasores, de enemigos internos, e incluso antes del nacimiento de la primera república, ya se enfrentaba la guerra mundial de Europa contra el resto de la población originaria del mundo. 
 
Siguiendo el curso del juego argumentativo, puedo imaginar la lucha entre el instinto animal por sobrevivir, sin importar las consecuencias de los actos, y la conciencia humana que intenta resolver esta contradicción. Lucha que aún persiste y que no ha alcanzado su resolución, sea esta la aniquilación total de la especie humana o el salto hacia el convivir como colectivo humano, máximo objetivo de la geopolítica.
 
Es enteramente humanista que la política de la Revolución Bolivariana se direccione con la llamada doctrina bolivariana de paz, y digo la política, sin olvidar la estrategia de paz, pues enfrentamos la guerra todos los días.
 
Los grupos en guerra le temen a la política porque ella une, humaniza, revoluciona.  El ser político acciona con ética, observa, aprende, le preocupan las consecuencias de sus acciones. La praxis política, consciente de su actividad transformadora, transforma y se transforma a sí misma; estructura y es estructurante; cambia hacia la búsqueda de nuevas formas; propone sus alcances y orientaciones con valores, principios, objetivos y acciones; se adapta a los distintos momentos sin perder su mirada hacia el futuro; genera con su actividad conocimientos y saberes que ayudan a superar el conflicto entre la naturaleza humana animal y la conciencia humana frente al problema de la sobrevivencia.
 
La ignorancia acerca de la política favorece el engaño, la mentira, la enajenación, la alienación, el odio, las conductas facistas y la violencia de todo tipo contra la política y el ser político. ¿Cómo con palabras como dios, libertad, democracia, bienestar, progreso y desarrollo, engañan y manipulan a la gran mayoría para que sea y siga siendo esclava y servil al 1% de la población mundial que impone su hegemonía? Es irónico, pero necesario, admitir que esa mayoría que somos tiene sus dedos en los botones que accionan las armas nucleares, los misiles, las balas, las granadas, los aviones, los portaaviones, los bombarderos, los drones, satélites, submarinos, helicópteros, megáfonos, micrófonos, televisores, cámaras de televisión, maquinarias agrícolas, venenos, supercomputadores, neveras, refrigeradores, semillas, libros, revistas, tierras, carros, oro, diamantes, dinero, etc. Entonces ¿por qué seguimos bajo el dominio de este 1% de gente de carne y hueso que no tienen ningún superpoder y que realmente no tiene ningun poder sobre los medios de producción, ni los medios para la guerra?
 
La ignorancia, más que falta de conocimiento, es engaño continuo y permanente de ese 1% de la población mundial que concentra las riquezas, y que también bajo engaño mantiene bajo su control y dominio al resto de la población organizada en ejércitos, corporaciones, bancos, empresas, universidades, instituciones, etc. Enajenados y alienados como esclavos serviles, vivimos sin entrar en conciencia de que el poder está en el gran colectivo humano que somos, que somos los dueños directos de los medios de producción, de lo que producimos y de todas las armas que apuntan a la humanidad, son el miedo y el engaño que se entremezclan para hacernos creer incapaces de resolver el convivir en colectivo, sin grupos hegemónicos.
 
Hasta ahora podemos basicamente reconocer, que existimos físicamente, que pensamos, que tenemos sentidos, conciencia de nosotros mismos, pero además podemos basicamente diferenciar entre nosotros y el exterior, la conciencia de lo otro y diferenciamos entre el yo mismo y el otro, entre nosotros y los otros.  Para algunos somos una totalidad, totalidades partes, partes que forman un todo o un todo que podemos diferenciar en partes. Pero seguramente podemos reconocer que si morimos, los otros seguirán existiendo sin nuestra conciencia y que a un nivel de conocimiento seguiremos en parte existiendo.  Podríamos afirmar que existe un algo externo, material, objetivo, que constituye el exterior y que también nos constituye, e igualmente afirmar que de ese algo externo nos hemos formado imágenes simples y complejas, que existen en nosotros y cuyas representaciones nos ayudan a diferenciar eso exterior y nombrarlo. También podemos reconocer que existe un exterior que el ser humano ha construido al ir transformando la realidad externa e incluso a sí mismo, que al transformar lo ha transformado, y afirmar que es lo que constituye el mundo y la cultura.
 
De todo lo anterior seguramente ya asomará un juicio crítico del lector: refutarán, estarán de acuerdo, rechazarán, negarán. Pues bien, lo anterior es una subjetividad que he elaborado con ayuda de mi imaginación y alguno que otro conocimiento. Más o menos, con más elementos de convicción, argumentativos, científicos, filosóficos, epistemológicos, lingüísticos, religiosos, etc. se elabora la subjetividad, el discurso, las doctrinas, las explicaciones, las filosofías, los postulados matemáticos, científicos, y así sucesivamente. Algunos nos sirven para inventar máquinas más o menos voladoras o para volar con la imaginación. En conclusión, ningún conocimiento, saber, técnica o ciencia, es definitiva; todo es especulación. Solo hay puntos de vista acerca de la “realidad” o el “ser”, signifique lo que signifique en la subjetividad del individuo, del grupo o de la humanidad.
 
La mayor parte de las cosas solemos asegurarlas porque alguien nos dijo que son ciertas: desde la escuela hasta la universidad, y más (en aquellos que transitan este camino), nos hacen creer que lo que nos enseñan es cierto, verdadero, irrefutable, incuestionable; bien porque es racional, lógico, verificado por un método incuestionable, porque lo dice un experto, porque viene de dios, etc. Nos hacen creer que nuestra subjetividad en falsa; que solo el otro, reconocido por quién sabe y quien tiene la autoridad de saber, es garante de lo verdadero; el resto somos incapaces, ineptos, “empíricos”, inventores, fuera de razón, etc., etc., etc., y así nos infunden el miedo de que dependemos de esos otros que no producen nada, ni ideas. De ese 1% que domina con sus dependencias escalonadas de esclavos especializados que reciben las migajas de ese 1% a cambio de su libertad y dignidad, y bajo engaño ceden su potencial a favor de una minoría débil e incapaz que solo se aprovecha de la alienación de siglos impuesta por distintos discursos.
 
Ni la política ni la guerra son ingenuas.  Aclaro: ni la política ni la guerra son personas de carne y hueso. Son personas de carne y hueso las que se mueven en el mundo, las que despliegan su potencial. Así que son personas las que actúan orientadas por la política o por la guerra: a eso me refiero cuando afirmo que ni la política ni la guerra son ingenuas.
 
Son los mismos países de siempre, las mismas élites invisibles, ocultas, las que conforman ese 1%. La guerra en Venezuela por adueñarse del territorio y la población, consolidar ese dominio y mantenerlo, es de esas élites que siempre han accionado de la misma forma contra el resto de la humanidad, y que desde hace siglos mantienen bajo su dominio a los ingenuos asalariados que controlan a las poblaciones para que esta pequeña minoría cumpla sus propósitos. Esto es de vieja data y nosotros los tontos útiles que seguimos entrampados en esos sistemas de creencias impuestos como maneras de vivir y de entender la vida.
 
Desde la palabra oral, la cátedra, la clase, el libro, la radio, la televisión, la computadora, el teléfono... todos son herramientas usadas para controlar y ejercer el dominio a través del discurso, que cuando es ejercido de esta manera es ideología: cuerpos cerrados de ideas que en sí mismos se explican y no aceptan otras maneras o formas que puedan cuestionarlos. Son una conversación a muerte con el otro, un mensaje unidireccional de imposición. Y si no lo logra, lo mata. 
 
Un diálogo político intercambia información, saberes y conocimientos para emprender más asertivamente la política; es un diálogo de construcción de valores o sistemas de creencias para ensanchar los límites humanos de la política. Es, en definitiva, configurar juntos la subjetividad humana necesaria donde todos podamos vivir y convivir en paz, con condiciones de salud fìsica, mental y ambiental que nos permita desplegar los potenciales humanos y naturales que nos ayuden a asegurar nuestra existencia y la del planeta en que vivimos, incluyendo los medios defensivos para afrontar contingencias de todo orden. 
 
La guerra permanente contra Venezuela, en su dimensión psicológica y mental, es la lucha por imponernos, a través de los medios de control de masas, un sistema de creencias donde ese 1% debe ser quien nos controle, nos dirija, nos administre, sea el dueño del territorio, el propietario industrial, territorial, etc., y nosotros obtendríamos a través de ellos, la “libertad”, la “democracia”, la “felicidad”, e incluso hasta la salvación eterna después de la muerte. Todo a cambio de ceder nuestra independencia, nuestra autodeterminación, nuestra soberanía, nuestro valer histórico y cultural. Todo por la creencia impuesta de que si cedemos todo esto, incluso nuestra dignidad, alcanzaremos la utopía prometida del sueño de participar de ese 1% de los “exitosos” del mundo, que son en el en fondo, humanidad asesina y criminal, ladrona y perversa.
 
Es extraordinario que esta república nuestra, su territorio, su gente, las instituciones, toda la geografía venezolana, exista y pueda existir con plena soberanía e independencia de los intereses foráneos, con gente que se pregunta sobre Dios, sobre el ser, sobre el poder, sobre la muerte, sobre la vida, sobre la ley, sobre los valores, sobre los medios de producción, sobre la propiedad privada, sobre el dinero, sobre la trampa del dinero, sobre la economía y lo económico, sobre la producción, sobre la violencia, sobre la paz, sobre la política, la guerra, el ser humano, el hombre, la mujer, el capitalismo, el socialismo, la democracia, etc., etc., etc., con diferencia de percepciones, conocimientos, puntos de vista, enfoques. Es único e irrepetible que dentro de este territorio podamos desplegar todos los potenciales disponibles y posibles, para juntos satisfacer nuestras necesidades de todo orden (físicas, espirituales, sicológicas); comida, vivienda, educación, deporte, recreación, servicios públicos, diversión, felicidad, creencias, etc., sin dañar ni ser esclavo de nadie; con trabajo, con conciencia de lo colectivo, de la política e incluso de la estrategia para poder neutralizar la guerra.
 
Entonces lo que está en juego es la política versus la guerra: ¿Cuál será nuestra decisión? ¿O nos dejamos manipular por los hacedores de la guerra, que son de carne y hueso con nombre y apellidos, ellos y sus esclavos, que actúan escalonadamente, repartiendo sangre de pueblos convertida en dinero, dinero ensangrentado, dinero u otro tipo de valor de cambio, que es producto del robo, el asesinato, el genocidio, la esclavitud, de la mayor parte de los seres humanos a lo largo de su historia? O gritamos ¡libertad, independencia y soberanis plena?
 
Estamos en un momento crucial de la historia venezolana y de este inmenso territorio continental. Visualizamos la política como esperanza del mundo y del planeta Tierra.  Escuchan nuestras voces millones de personas de todo el mundo, voces de distintas corrientes, voces con distintos puntos de vista, voces libertarias, que quieren encontrar desde dentro de su propia cultura, compartiendo con otras culturas su propio camino en el convivir colectivo, dentro de su propio territorio y el mundo como el gran territorio de la cultura humana.
 
La violencia contra las instituciones, contra las familias, contra la mujeres, contra los hombres, contra los niños y niñas, contra la sociedad, contra el barrio, contra la conciencia, contra el comercio, contra el trabajador, contra el ciudadano, contra el Estado, contra el gobierno, es un instrumento y forma de la guerra.
 
Negarse al diálogo y a la política, y ponerse de acuerdo con gobiernos, ong, corporaciones, transnacionales, grupos económicos, organizaciones e instituciones enemigas de la república, gobiernos enemigos de la república, asesinos enemigos de la república, narcotraficantes, paramilitares, sicarios, mafias internacionales, banqueros, medios de control de masas y artistas mentirosos, para agredir sistemáticamente a la república es un instrumento y forma de la guerra.
 
Dejar de hacer, de actuar, de investigar, y obstruir la justicia es un instrumento y forma de la guerra.
 
Direccionar campañas de miedo, temor, angustia, desinformación, confusión, disociación, contra la población venezolana, campañas de despolitización; desvirtuar la denuncia a través de la farándula, la ridiculización, el show, son instrumentos y formas de la guerra.
 
Hacerse pasar por medios muy independientes, abiertos, pluralistas, mientras esconden campañas de guerra psicológica y propaganda de guerra, muy sutilmente en los titulares y las noticias, es un instrumento y forma de la guerra.
 
Sabotear desde adentro las instituciones y empresas del Estado y hacer caso omiso de las directrices de la política de Estado, sin ninguna fundamentación debida dentro de la política, es un instrumento y forma de la guerra, directo y/o indirecto.
 
La corrupción en todas sus formas, desde falsear las estadísticas, simular las informaciones, agrandar resultados, ocultar la corrupción y el robo, enmascarar la negligencia, ocultar el comportamiento de los grupos corruptos y mafiosos, sin aplicar justicia, son instrumentos y formas de guerra, directa y/o indirecta.
 
Primero fue el garrote, luego los dioses humanos que cuando se les vio la sangre, el garrote los arrasó. Después fue el intérprete de los dioses, que dijo cómo los dioses de su imaginación ordenaba que fuéramos. Y volvió el garrote con los intérpretes de los dioses. Más tarde fueron los elegidos por los intérpretes de los dioses los que debían gobernar, ser amos, y volvió el garrote, la conchupancia y el engaño. El resto debía servir a estos elegidos. Así surgieron los emperadores, reyes, monarcas, caciques: a punta de garrote, conchupancia y engaño. 
Más tarde fueron los ejércitos, las oligarquías, los imperios, y más garrotes en forma de arcos, espadas, pólvora, cañones, aviones, bombas nucleares, y siempre siempre, el engaño, el garrote y la conchupancia. 
Hasta aquí pareciera que la historia de la humanidad es la historia de la guerra, pero también el ser humano, con su actividad, ha producido la cultura y el mundo que conocemos; mientras la guerra sigue destruyendo al ser humano y su cultura. 
En la actualidad, más que con dictaduras o democracias representativas, es con las mafias de todo tipo (el narcotráfico, la delincuencia organizada, los paramilitares y mercenarios) que se crea el caos en países como México, Colombia, Perú, Guatemala, El Salvador, Paraguay. Son las mafias las que imponen su ley, y en ese caos social, los gobiernos títeres de ese 1%, cómplices y en conchupancia, accionan para robar los recursos del espacio geográfico que habitan esas poblaciones, mientras las asesinan o esclavizan. 
 
En sus propios países, contra sus propios compatriotas, ese 1% ejecuta este tipo de estrategias, con más caché, con mafias de banqueros y organizaciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Corte Internacional, la ONU, la OEA, la OTAN y pare usted de contar.  En el caos y la muerte de los explotados, llámense también clase media, alienados, enajenados, de quienes sin ser conscientes obedecen los designios de ese 1% de la población mundial en el caos que produce la guerra. Allí es cuando más se esclaviza a la humanidad.
 
En Venezuela, la guerra de todos los días, en todas sus formas, espacios y tiempos;  psicológica, económica, social, paramilitar; urbana, rural, nacional, internacional; rápida, lenta, larga, prolongada, etc., contra los venezolanos y su territorio, en este momento en su forma de desgaste, ablandamiento, desmoralización, cansancio, resemantización negativa de la doctrina bolivariana, despolitización, desnacionalización, corrupción, penetración, exploración, jaloneos, simulacros, etc. ,etc. ,etc., es la guerra versus la política lo que está en juego, la animalidad asesina versus la humanidad solidaria, inteligente, de respeto, de tolerancia y de paz.
 
La historia del garrote, con mayor poder de destrucción mundial, se repite en Venezuela y en todo el mundo. El engaño y la complicidad se repiten, la ignorancia direccionada de la política se repite, la manipulación se repite. Pero hemos avanzado en la conciencia, y Venezuela es uno de los grandes ejemplos de ello: en su política interna y en el marco de la geopolítica mundial. Enfrentamos  la guerra con más y mejores acciones políticas, más amplias, más solidarias. Ese 1% le teme a la política, sabe que la política los derrotará y derrotará su manera destructiva de vivir.
 
Ya terminando este pequeño artìculo, en cuanto al lenguaje, debemos dejar de nombrar la política en significantes como “usan la violencia como acción política”, en su lugar decir directamente “usan la violencia y el terrorismo” son paramilitares, o asesinos.  La política es demasiado hermosa para confundirla. En vez de decir “son malos políticos”, decir “son corruptos, ladrones, estafadores”.  Dejemos de repetir enunciados vacíos como “política de derecha” (o de izquierda). Démosle contenido a palabras como “paz” más allá de simples enunciados, como “paz con justicia social”, “paz permanente”, la paz como objetivo de la política se expresa en valores (que orientan) y principios (bases de nuestras conductas), actitudes y acciones para la convivencia en medio de las diferencia y deseos que se equilibrian en lo colectivo.
 
La población entera debe dar cuenta del potencial que posee, humano en primera instancia, formado, capacitado, dispuesto a ser, hacer y convivir en el marco de la paz, el respeto, la ley y la justicia, la creatividad, el emprendimiento. Somos un pueblo de gente honesta, trabajadora, feliz, que es confundido por la guerra para que actúe contraria a su tradición histórica. Nuestro territorio es uno de los más fértiles, con agua, flora y fauna, minerales, posiciones geográfica y geopolítica estratégicas, con instituciones de reciente data de las más avanzadas del mundo; que en poco tiempo hemos alcanzado niveles de uso de tecnologías avanzadas, crecimiento de universidades e investigación; somos unos de los pueblos más mezclados genéticamente, gran ventaja para el despliegue de mayores potenciales creativos. Somos.
 
Finalmente, la guerra es la peor de las derrotas humanas. Avancemos en la política y creemos las condiciones más favorables para la protección, defensa y “desarrollo” de la vida, de la felicidad que se mide en mayor y mejor estado de bienestar pleno.
 
teatrouniversitario@gmail.com
 


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