Una tragedia continental: La Patria en subasta

"No podemos permitir que sigan destrozando nuestra Patria mafias capitalistas nacionales y trasnacionales...
Lo que a la naturaleza le costó millones de años,
lo acaban en un día..ese es el capitalismo más feroz;
es un crimen que no podemos seguir permitiendo"

(Hugo Chávez, 2010)

La condición de tener patria es particularmente paradójica. No se trata de que es de nosotros sino que al decir que tenemos patria hacemos referencia esencialmente a una relación de vinculación orgánica que nos permite someternos a la patria en virtud de valores que están asociados a una relación de filiación, de familia. Del mismo modo que uno tiene familia pero no puede disponer de ella, igual ocurre con la patria. Siendo nuestra patria, no podemos disponer de ella. No la sometemos ni a la venta, ni al escarnio de los usureros.

El tema se exacerba en países como los latinoamericanos quienes tienen todos, con mayor o menor dolor, una gesta independentista de batalla contra los imperios europeos lo cual supone que en la trayectoria histórica de cada país, la patria se erigió como una meta que involucró a varias generaciones en su construcción. Lícito es también decirlo, no exentos de procesos neocolonizadores amparados en las estructuras de socio-económicas que reprodujeron con bastante regularidad y frecuencia, el desvío de los propósitos de las gestas emancipadoras por relaciones espúreas y ocultas con los centros de poder imperial. Las repúblicas aéreas de las que nos habla aún Martí, se dan ya no sólo como regresión conservadora sino como aspiración de los oligopolios que siendo desplazados del poder formal, siguen atenazando las estructuras de poder real en nuestros países.

La patria como un proyecto moderno en América latina va a tener no sólo los mismos problemas de la modernidad en Europa sino que además va a exigir resolver una dimensión económica global sin precedentes: El ejercicio de la soberanía sobre los recursos naturales y minerales que demandan los centros del poder mundial. Ha sido así desde que América fue saqueada por primera vez y el saqueo aún no se detiene a pesar de los esfuerzos que han sido insuficientes para salvaguardarla de la rapiña. No deja de ser llamativo que en el caso de Venezuela la protección de los recursos minerales y naturales haya sido una preocupación desde que Bolívar declaró los recursos minerales de la República y la protección de los recursos naturales haya sido motivo de atención en la declaración de Chuquisaca. La ecuación no resuelta en América Latina es cómo ser parte del mundo sin que seamos la reserva de recursos para los poderosos. Parece que la solución sigue estando en la idea con la cual se inauguró realmente la guerra global en América Latina: La Patria Grande como concepto y objetivo político estratégico para una otra polaridad.

Este proyecto parece andar en estos días en un proceso de desmantelamiento ante la salida de Argentina del discurso integrador con el ascenso de Macri al poder y la ofensiva política sin precedentes de la derecha en Brasil, Bolivia y Venezuela. El agotamiento político de las reformas sociales y el cabalgamiento de la derecha sobre el ciclo de una crisis económica externa que golpea las materias primas y la falsa prédica del ejercicio de la libertad para claudicar lo conquistado de las grandes mayorías, nos han puesto ante las puertas de un proceso que nos lleva en un movimiento pendular desde una democracia popular hacia una posdemocracia que maquilla como separación de poderes y pluralidad política, al advenimiento de los círculos de influencia económica en la conducción política.

Los errores de los gobiernos de inspiración popular son de variado tenor, pero nos interesa en esta ocasión indicar uno que es estructural: el ejercicio del gobierno. Una revisión del ejercicio de gobierno por parte de las fuerzas denominadas progresistas revelan que son particularmente débiles a la hora de adelantar en los procesos de justicia de restitución de los derechos humanos violados durante los períodos anteriores, la re-distribución de la riqueza en términos de los medios de producción y no de rentas o bienes y, finalmente, quizás donde yace uno de los más evidentes equívocos de gobierno, la imposibilidad de modificar la matriz de reproducción simbólica en la sociedad en general. No se trata tan sólo de la hegemonía cultural sino además, la imposibilidad de poner límites claros, inequívocos e irreversibles sobre los medios de difusión y comunicación. Mucho se avanzó, pero es evidente que no fue suficiente. La condición de gobierno básica: la disposición de las cosas según su naturaleza no parece tener afinidad con las formas de conducción de inspiración colectiva. O, acaso se trata de un asunto más simple: la organización popular no ha alcanzado aún el control de gobierno, y lo que ocurre es el ejercicio del gobierno en su nombre. Siendo así, la ecuación del poder político real adquiere una complejidad adicional: la tutela de la organización popular por parte de un sector que disfruta de la legitimidad otorgada por los movimientos sociales puede transitar la línea delgada de gobernar obedeciendo o extrañando el mandato popular con las consecuencias del divorcio y la enajenación de las posibilidades de un gobierno popular aún cuando sea a distancia.

La condición estructural tiene que ver con la concepción de las cosas y su disposición según su naturaleza que desde los gobiernos progresistas se practica. En realidad, parece que todo radica en enfrentarse a la concepción a la cual no se quiere parecer. Se trata de diferenciarse de las formas neoliberales que gobiernan las cosas según su naturaleza a partir de una concepción elemental pero radical de la idea de disposición. Veamos.

Para el neoliberalismo lo que es esencial es la condición de instrumento de todo cuanto se dispone en el proceso de gobierno. Es por ello que el pobre al no poder ser instrumental para el proceso de generación de riqueza y su acumulación, entonces queda criminalizado en su condición de inútil. El efecto de este proceso de disponer de todo como instrumento es que no sólo se hace con el ser humano sino incluso con todas sus ideas y modos de entenderse en relación con los otros. Un gobierno neoliberal no apelará a la razón política (razón práctica en el sentido político o razón crítica en el marco revolucionario) sino a una razón instrumental que se justifica sobre el cálculo egocéntrico de las acciones.

Lo descubierto en estos tiempos que corren en América Latina es que la razón política sucumbe ante el ímpetu de la razón instrumental porque, entre otras cosas, está ocurriendo un ambicioso proceso de subastar las riquezas de los países en nombre de la ventaja comparativa. El neoliberalismo dispone para el mayor usufructo de todo cuanto puede disponer y el posneoliberalismo ha apostado a tener una concepción distinta de la disposición a partir de la premisa que la naturaleza del ser humano demanda un proceso de disposición en la cual es él quien debe propiciar la racionalidad del disponer. Más aún, la idea de una relación distinta con la naturaleza, usualmente puesta en términos ya no de disposición instrumental sino de una suerte de dependencia mutua que supone que el ejercicio de gobierno, ya no es un tema de disposición sino de integridad y coherencia.

El tema es muy complejo porque la integridad y coherencia supone poder alinear el hacer, el pensar y el sentir de tal suerte que exista una reconstitución teniendo a la armonía con el mundo como referente esencial de la acción de gobierno que tiene por actuante a un colectivo que es esencialmente heterogéneo y cuyas demandas de coherencia plantean un inexorable y continuo debate político que podrá ser capitalizado por los adversarios de turno. Podemos decir que en la actualidad política de América Latina estamos siendo objeto de un masivo ataque a las capacidades de articulación política entre dirigentes y los pueblos. Apelando precisamente a la incapacidad de disponer de todos según los criterios que permitieron la construcción del estado moderno y la democracia moderna como formas de gobierno, la derecha se apodera del bastión electoral sobre una premisa muy simple y lacónica: el ejercicio del poder sobre todos y con todo el poder, sin importar la disposición de quien ejerce la voluntad política.

El espectro que se despliega en este instante en América Latina nos pone desde una derecha vencedora electoralmente y aniquiladora de todo cuanto tenga viso de popularidad a una velocidad vertiginosa en Argentina hasta la “salida” de Dilma Roussef en un marco de referencia de que nadie está a salvo de ser expulsado por el ejercicio del poder legislativo. No es la primera vez, pero su impacto radica no sólo en un nuevo gobierno sino de una nueva oposición popular. Son tiempos interesantes los de América Latina porque parece que a fin de cuentas, un gobierno en última instancia debe ganar no sólo la legitimidad popular sino además el peso institucional específico para disponer de las cosas según su naturaleza. Lo mostrado hasta ahora es que disponer de los oligopolios y monopolios en las sociedades nuestras no puede hacerse desde el acto de solidaridad y reconocimiento sino sobre la premisa más básica de que lo que no debe existir en un estado de derecho, debe desaparecer y cuanto antes mejor. No se trata de una premisa política sino esencialmente de un postulado básico para el ejercicio de la libertad.

El continente parece sacudirse de nuevo ante las fauces hambrientas de quienes en nombre de la libertad y de la urgencia del dinero, vienen a apoderarse de nuevo no sólo de las riquezas sino del futuro de los pueblos. De ese tamaño es el reto que significa gobernar la América Latina en nombre de la dignidad de los pueblos, el respeto de sus bienes y la preservación de su futuro.


A Tiempo: La unidad de las fuerzas políticas inspiradas en Chavez, en Venezuela y el mundo, dependen en estos tiempos de la posibilidad de reconocer sus diferencias y saber que hacer con ellas en un proceso que entra en una fase de construcción de la defensa para un sujeto político en ciernes. No reconocer las diferencias y procurar la hegemonía en nombre de una lectura única del legado de Chávez es negar lo que es esencial en Chávez: el anti-imperialismo. No se trata sólo del ejercicio del control geopolítico sino de la forma más íntima de imperialismo que es la imposición por la cooptación o el chantaje. A buen entendedor, varios chavismos le hablan.

dioseses@gmail.com


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Alejandro Elías Ochoa Arias

Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Profesor Invitado de la UBV Zulia, Universidad Politécnica Territorial Kleber Ramirez. Ha sido autor de varias publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales. Ha sido conferencista invitado y profesor invitado de la Universidad de Hull en Inglaterra, la Universidad del Cuyo en Argentina y la Universidad de Santiago de Chile en Chile. Ha contribuido en la definición y puesta en marcha de los centros de investigación: Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías Libre (CENDITEL) y del Centro de Investigaciones en Gestión Integral de Riesgos en Mérida.

 dioseses@gmail.com

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