Estados unidos: mercados y hambre (II)

El fin de la segunda guerra mundial y el comienzo de la guerra fría produjo un fuerte impacto en la naturaleza de las contradicciones internas de cada uno de los imperios capitalistas y de aquellos autodefinidos socialistas. Pero, también significó cambios en la correlación de fuerzas internacionales.

A los capitalistas les tocó romper con el colonialismo tradicional (en la India y África, entre otros) por un modelo basado en el neocolonialismo económico que propone reducir las contradicciones económicas, políticas sociales con las ex colonias y, paralelamente, hacer más económica y productiva su explotación. Por otra parte, el capitalismo pasa lentamente a una fase superior que lo lleva a romper con la producción económica e impulsar una estructura financiera que facilite y aumente la acumulación de capital. Este esquema permitió el despliegue de nuevas estrategias de explotación de la mano de obra, basado en una división del trabajo internacional que facilitó el desarrollo de países como China, India, Japón, los Tigres Asiáticos, los Dragones menores, Corea del Sur y Brasil.

En el campo del “socialismo” real las contradicciones del capitalismo de Estado entre el zarismo o mandarismo chino y la clase trabajadora derivaron en un burocratismo policíaco asfixiante y en una parálisis económica impulsada sólo por su aparato militar. Este modelo económico lejos de propiciar el socialismo, fomentando relaciones de producción comunista, redujo al capitalismo de Estado a una expresión socialdemócrata de carácter autoritaria. En el plano internacional los aliados se convirtieron en “colonias” obligadas o comprometidas con el juego geopolítico del Kremlin. La lucha de clase promovida por la contradicción interna del socialismo real y por los capitalistas de occidente, fueron reprimidas con: terrorismo policiaco, discursos seudo–socialista y un partido fuertemente comprometido y aterrorizado con el líder de turno.

La inviabilidad del capitalismo de Estado en términos económico y social permitió que los esfuerzos del imperio occidental decretaran su muerte. Y en esta caída los trabajadores y campesinos no participaron por cuanto fueron los grandes ausentes del socialismo real. Otra fue la ruta del imperio chino. Este “comunismo” trazó una estrategia paralela (de convivencia) entre capitalismo salvaje, el capitalismo de Estado (burocrático y policíaco) y un sistema semi feudal donde el señor feudal es el partido y sus burócratas. Esta mezcla, sin embargo, ha permitido viabilizar momentáneamente el capitalismo de Estado chino. Ya la corrupción y la disciplina partidista hacen mella. A esto se agrega una poderosa burguesía china que reproduce su naturaleza y un capitalismo occidental sediento de venganza, de mercado y de capital.


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Néstor Aponte


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