Del bienestar al malestar

A causa de un cólico nefrítico que sufrimos recientemente, llegamos a la conclusión de que el estado de salud definitivamente es relativo, ya que de sentirnos muy bien, en un lapso de pocos segundos pasamos a sentirnos muy mal, es decir, repentinamente sentimos un serio quebranto de salud, una dolencia, una sensación muy desagradable al punto de anularnos tanto emocional como físicamente; este malestar sorpresivo rápidamente nos dejó postrados en cama, impedidos, situación ésta increíble pero cierta, difícil de asimilar en esos momentos cuando nos embarga la angustia y la preocupación.

Esta situación hizo que procuráramos atención en un centro de salud del sector público. Confieso que fuimos atendidos muy bien, tanto el diagnóstico como el tratamiento indicado fueron acertados, esto hizo que en pocos días el dolor, la fiebre y la infección urinaria estuviera controlada y nosotros en consecuencia recuperáramos el bienestar, o sea, nos sintiéramos completamente curados, sanos y en plena disposición de retomar nuestras actividades cotidianas tanto particulares como laborales. Queremos enfatizar que estos resultados contradicen ese prejuicio de subestimar al personal que labora en los centros públicos de salud; actitud esta injusta, que en realidad expresa la comisión de un error garrafal.

Es oportuno agregar que en el centro de salud donde fuimos atendidos, no contaban ni con calmantes para el dolor ni con guantes para curar heridas, a los pacientes que llegaban si era necesario administrarle algún calmante o usar guantes para hacerle una cura, eran orientados a comprar el medicamento o el insumo y luego volver. A pesar de estas condiciones adversas, trabajando con las uñas, incluso escribiendo las indicaciones en retazos de papel reutilizado, vimos a un personal laborando con esmero, dando lo mejor de sí, esto sin duda alguna es una actitud loable, un ejemplo de dignidad.

Cuando vivimos estos momentos donde experimentamos deterioro de nuestra salud, es decir, cuando nos enfermamos, son los momentos en que nos detenemos a reflexionar sobre la importancia del bienestar; es la vivencia de estos episodios que nos llevan a valorar en toda su dimensión la condición de sentirnos saludables y en consecuencia asimilamos cuan gratificante es mantenernos sanos, vigorosos, en plenas facultades físicas y mentales, en fin reafirmamos en nuestra conciencia el hecho de sentirnos bien de salud, de gozar de bienestar, condición esta que contribuye en gran medida o es determinante para ser felices, por lo tanto podemos afirmar que la salud es la mejor riqueza.

A menos que el paciente sea hipocondríaco, una enfermedad en lo emocional es angustiante, nos hace sentir incómodos, malhumorados, tensos, tristes y en casos extremos el enfermo puede desarrollar un estado depresivo, adicionándose otra patología al menguado estado de salud.

En este orden de ideas es menester mencionar lo relativo a los medicamentos, que sin duda alguna son de suma importancia para la recuperación del bienestar, para la cura del paciente, pero resulta que la inflación brutal, la devaluación de la moneda y los costos excesivamente caros de las medicinas, impiden a muchas personas adquirir el tratamiento indicado por el médico, lo que dificulta, atrasa o compromete la recuperación del buen estado de salud o peor aún atenta contra la vida de los enfermos.

Para finalizar, queremos destacar que otro factor importante en la consecución y disfrute permanente del bienestar es la medicina preventiva. Esta impone la ejecución de chequeos periódicos y tener en lo posible una buena alimentación que nos garantice los nutrientes requeridos para una vida sana, sobre la base de un peso corporal acorde a nuestra estatura y contextura.

 

jimenezgw@gmail.com



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