Selfie: transculturización en la era tecnocrática

  Carlos Marx en su libro “La ideología Alemana” refiere que la humanidad tenía dos tipos de dominación: una material que se dinamiza por los medios de producción dentro del robo de la fuerza de trabajo que se ejerce en la industria y en segundo término, una dominación inmaterial que es en síntesis una dominación espiritual, producida por la propaganda, la publicidad y los folletos y es esa la fuerza inmaterial que inculca los antivalores propios del capitalismo, la misma que nos hace crear una manera de vivir —un fetichismo— los dos tipos de dominación se dan de manera simultanea. Para tener una mejor idea, cito lo siguiente: ”La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan”; Carlitos Marx es el único cerebro de la humanidad que explica cualitativamente y cuantitativamente el comportamiento del capital, así como su influencia directa en lo material e inmaterial sobre el hombre y la mujer que viven y sufren la explotación, su visión de la humanidad se colapsa, se aliena, se transculturiza, se desploma y vemos repetir la conducta de Chaplin en la película Tiempos Modernos donde se esmera para apretar las tuercas de la modernización, el alienado se ciega, es servil y al mismo tiempo victima de las diversas manifestaciones de la explotación.

Interpretar en rigor todas las alienaciones que existen en la pesca diaria del mercado, todas las transculturizaciones que nacen en el aparataje capitalista actual, me induce a reflexionar los fenómenos que subyacen en el seno de esta sociedad tecnócrata, un ejemplo de ello es eso que hoy se conoce como “selfie”.

Es posible que toque un tema muy incómodo, pues todas las personas que lean este artículo tendrán una experiencia cercana a este fenómeno, pues es un reflejo conductual que está en nuestra familia, cerca de nosotros; la dominación inmaterial acostumbra y somete a las personas en una rapidez insólita, es efectiva, incluso,  más allá del capitalismo, podemos militar en una organización anticapitalista y tener ciertas críticas, pero hoy día es evidente que esta práctica es un fenómeno que logra pernoctar en las organizaciones de izquierda. Usted lo puede analizar desde el punto más agudo, no se sorprenda si después de un plan de acción en pro de la revolución o después de la jornada algunos militantes se tomen una “selfie” y coloquen alguna frase de Fidel Castro o Nelson Mandela. Es absurdo pensar que este fenómeno social no corresponde a una alienación, es una mañosa práctica idiotizante que se hizo cotidiana y que choca culturalmente con quienes nos consideramos de una corriente contraria al capitalismo y pensamos en cambiar un sistema sumamente poderoso a un sistema más humano

Selfie: ¿una alienación más?

El punto núcleo de este artículo, es lo que hay detrás de una “selfie”, por definición es sencillamente la cultura de tomarse fotos a sí mismo, el origen básico por sus siglas en inglés significa sin ahondamiento alguno, autofoto o autorretrato. Su presencia se remonta a la aparición de los teléfonos inteligentes y a la era digital de las cámaras, aunque  algunos refieran a una historia del selfie en el siglo XX realmente en un fenómeno que se acentuó en mayor proporcionalidad en este incesante siglo XXI, la era de “imbecibilizar” a la especie humana a cambio de “invisibilizar” lo pensante, lo sensible, lo inminentemente social, crítica y audaz.


El selfie es también producto de las grandes cadenas corporativas de los medios de televisión, las series, los reality shows, el cine gringo-star, los artistas de Hollywood, al respecto Fidel Castro expresó: “No está lejano el día en que también predominen en las ya de por sí fabulosas imágenes de la televisión. No es casual que la llamada industria de la recreación tenga su sede en el corazón del imperio que a todos tiraniza.” Todo lo que es abarcado desde el espectro mediático que genera la clase pudiente del mundo, por lógica, corresponde conceptualmente a la segunda dominación referida por Marx, una dominación espiritual que se comporta y acciona dinámicamente en contra de los seres sociales.

 Este fenómeno ha dado mucho de investigar a diversas  comunidades científicas, se ha registrado desde la psiquiatría, la psicología, el psicoanálisis y la sociología, en la web y páginas oficiales de distintas comunidades científicas y de investigación hay numerosos artículos que explican la “idiotada columpiante” del selfie.

Un estudio de la Universidad de Brunel de Londres concluyó que el selfie como fenómeno social indica un reflejo conductual de problemas profundos con la autoestima y un patológico narcisismo, indica además, que es una pérdida de valor hacia la propia imagen, carece de valor propio ante el mundo que le rodea, vive y sufre; en lenguaje más preciso una “selfie” denota el acto de mendigar la aprobación y aceptación social por la red virtual.

Entre otros artículos se encuentran el estudio de la Universidad Wageningen de Holanda, que llegó a la conclusión que las selfies: “serían un grito de alerta, por medio del cual las personas expresan el abandono sexual que sienten”. Vale citar ese estudio al afirmar que: “Los adictos al selfie evalúan su nivel de bienestar en la imagen que construyen de sí mismos, utilizando las tecnologías para manipular la imagen real que obtuvieron de sí mismos y así poder vender algo que no existe y sienten ellos, sin entender que la vida no es un photoshop”, señaló Christyntjes Van Gallagher, investigador.

Nuestro siglo XXI se ha caracterizado por el ensimismamiento originado por la dependencia a la tecnología, el aislamiento social, el quiebre sustancial de la interacción con los seres, el estancamiento del disfrute familiar, la alienación en su múltiples expresiones, la transculturización en términos de velocidad por segundos y la pérdida de los valores humanos. La cultura del selfie vino a contaminar el comportamiento y a desquebrajar la estructura de la convivencia en el sentido propio de la interacción.

Aquellos que se muestran ante este fenómeno intentan dar a conocer cosas “relevantes” desde su percepción y a la vez esconden cosas sin relevancia, pues un selfie trata demostrar una “aparente felicidad social” a través de las redes, a per sé, “yo estoy feliz frente a ese momento que vivo en imagen-espacio”, “yo estoy feliz aquí en el parque comiendo algodón de azúcar” al mejor estilo de pseudo-películas de Disney, “yo estoy feliz comiéndome un helado”, “yo estoy feliz de compras”, “yo y mi regalo”, “yo y mi mundo”, en fin, ese análisis imagen espacio, no es más que un encubrimiento inmediato a la realidad social, el individuo falsea en deslinde su propia imagen interior, es una proyección individualista y el individualismo como asevera Adam Smith, filósofo neoliberal, justifica el origen de la riqueza que corresponde a los valores de competencia del mercado, cada persona detrás de una selfie dice ingenuamente: “yo al igual que muchos alienados, disfruto la vida en plenitud y lo demostraré  publicando mi falso-ego frente a la cruda realidad”


Selfie:¿un snobismo?

Ya sabiendo los orígenes de este fenómeno podemos reconocer que es un producto más de la invasión gringo cultural que contagia a los seres humanos y que genera en los otros una necesidad, desde lo cotidiano fue adoptado compulsivamente por todos los sectores. El snobismo es consecuencia del capitalismo cultural que pernocta en amplio espectro a los pueblos, sometiéndolo, —los sectores más humildes— recurren a repetir las actitudes de la clase dominante, suelen copiar el lenguaje, se imita el comportamiento caché, se imita la manera de ser y se mira por encima del hombro a los del propio barrio, surgen las sifrinas o sifrinos que dicen estar por encima de los otros; el trasfondo del capitalismo educa a la competitividad y al egoísmo y hace creer a todos que es fácil estar en consonancia con el siglo XXI. Cuántas veces no hemos escuchado “¡Qué genial, please una selfie, estoy happy!” como si detrás de este fenómeno se asumiera que mientras más selfies nos tomamos se podrá medir el nivel de felicidad de los seres humanos y los pueblos del mundo! Y es ridículo.

Lo más atroz de este fenómeno repercutió a toque de diana en la política cuando la derecha venezolana se tomó una selfie después de quitar el cuadro de Bolívar en la Asamblea Nacional,  los opositores caminan en la asamblea como borregos porque ven a los demás caminando.

Sin  embargo convivimos con una gran cantidad de militantes de izquierda, líderes políticos, participamos en movimientos sociales, y palpamos cómo se ejecuta el esnobismo de este fenómeno dentro de la comunidad que se supone esta en contra de cualquier manifestación del aparataje capitalista y deshumano, la alienación social del “selfie” se apropia de colectivos de diversas trincheras, movimientos feministas y ecologistas, artistas, cultores e intelectuales de la revolución.

Es inconcebible que una práctica alienadora y transculturizante se adopte dentro de los espacios de la revolución, dentro del quehacer revolucionario, dentro de la clase oprimida porque es un mal, repele, autocastiga la verdadera política de la revolución en América.

Debemos despertar, sacudir nuestro cerebro ante nuestra propia postura y reflexionar de manera real sobre el ataque cultural del capitalismo y sus múltiples formas de influir en cualquier espacio y contexto. El aparataje cultural del capitalismo está siendo eficaz en la demolición de los valores humanistas, arrastra en piedra y marea a toda la población y la izquierda no escapa de sus tentáculos poderosos, ni tampoco hace alardes ni críticas verdaderas frente a este fenómeno pero callar es aceptar el sistema y se vuelve costumbre, pero acostumbramos a esa ingenua cultura militante, a ser indiferente ante las mañas capitalistas también es una injusticia porque las valida y entonces el capitalismo, y sus costumbres educan, se asumen como algo normal y cotidiano, pisamos afincando en su terreno y no nos damos cuenta que en fin, la alienación y la transcultura se vuelve una manera de respirar en el botadero.

Sin más, el fenómeno del selfie va en contra de la interacción vigoskiana, pues repite una mamarrachada de la clase pudiente; en nuestros círculos de la revolución se utiliza el selfie inútilmente, se vuelve una cosa efímera, induce a crear falsamente como se demuestra en los estudios, una meritocracia virtual, una autoestima virtual, una felicidad virtual, mancha una propuesta política, dejamos bien a los alienados que nunca agarran un libro y dicen que la revolución es un mito.

No es revolucionario ver en los movimientos de izquierda a una especie de Jennifer López tomándose selfies y repartiendo panfletos de la guerra civil española o de la Unión Soviética o una chica o chico revolucionario que se toma  una foto con  una franela de la guerrillera Tania y un libro del Che en Barbacoas o frente a un muelle, o  en vez de una Carolina Herrera en un hotel comiendo frutas, una selfie con una franela de Rosa Luxemburgo o Simoné de Beauvoir comiendo Sushi con palitos de madera y postean “Defender la alegría como una trinchera” de Mario Benedetti porque eso es lo mismo que una chica o chico alienado que se toma una selfie con un helado y una franela de Paulo Coelho. Finalmente eso también desvirtúa nuestra propuesta.
  
Todo está en que hagamos una reflexión real de lo que sucede en nuestro alrededor, y espero que esto sea para agitar la conciencia y nos encaminemos a una verdadera transformación social y cultural en contra del aparataje que nos jode y explota.

josemiguelm87@gmail.com



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