Testimonio de refugiada colombiana en Venezuela: “Salgo a luchar todos los días, vencí el miedo”

Credito: Panorama

14 aept. 2017 - Huir de su natal Colombia fue la decisión más dura que le tocó tomar a “Valentina”. La desaparición de su esposo y las amenazas de grupos irregulares la forzaron a cruzar la frontera de forma ilegal. Hoy tiene una nueva vida en Venezuela.

Los infortunios son difíciles de olvidar para “Valentina”, una colombiana que decidió abandonar Barranquilla y huir de la violencia. Buscó un nuevo hogar en Maracaibo, uno que le brindara un plan de vida, un futuro.

Esta mujer de cinco décadas sufrió la desaparición forzosa de su pareja en 1999. Diez años antes sobrevivió a una explosión en la cocina de su casa que le produjo quemaduras en el 75% de su cuerpo.

Abatida y amenazada cruzó ilegalmente la frontera con Venezuela en la antesala del nuevo milenio. Dejó todo atrás, incluso a dos hijos.

“Me vine a Venezuela porque a mi esposo lo desaparecieron junto con otros dos muchachos. Intentamos averiguar qué les sucedió, pero comencé a recibir amenazas de grupos paramilitares. Una vez esos hombres nos dijeron: ‘si siguen buscando muertos, los muertos serán otros’. Ese tipo de grupos opera en toda Colombia”, recordó la mujer.

Una hermana quedó al cuido de los pequeños mientras ella lograba estabilizarse en el país.

“Llegué a Maracaibo sin nada, con lo que tenía puesto. Tenía unos familiares aquí, pero al principio no los busqué porque no tenía la dirección de ellos. Estaba desesperada y no sabía qué hacer. Pasé unos días aquí y luego me fui para Caracas. No me fue muy bien. Trabajaba por día de servicio en casas de familia”.

“En Caracas me encontré con una prima. Fue ella quien me dio el número de mis primos en Maracaibo y los llamé. A los pocos días regresé”.

Uno de los oficios que siempre le atrajo a “Valentina” fue el de la costura y la confección de ropa. Sus familiares en el Zulia lo desarrollaron como negocio y ella aprendió a manejar las máquinas más avanzadas.

“Siempre me gustó la costura, con ellos aprendí mucho. Coser y confeccionar es la herramienta que la vida me dio para seguir luchando”, resaltó la mujer que también diseña bolsos y todo tipo de ropa: desde prendas para dormir hasta leggins.

Su pasado lo lleva marcado en el corazón y en la piel. Un accidente doméstico en la cocina de su hogar en Colombia la dejó con graves quemaduras.

“Estaba preparando agua para un tetero cuando la cocina explotó, se me quemó casi todo el cuerpo. Estuve nueve meses en una cama recuperándome. Tenía 26 años, estaba muy joven. Creo que por eso no me fue bien en Caracas, por mis cicatrices, ya que uno tenía que atender la visita y en muchos casos a los niños y no era bien vista”.

El dolor por dejar a sus hijos atrás nunca la abandonó. Su hermana, por temor a represalias, no los dejaba salir de la casa. No estudiaban, ni salían a jugar.

“Estaban muy pequeños y a mi hermana le daba miedo sacarlos. Todos los días lloraba por ellos hasta que un día decidí mandarlos a buscar”.

“Me los llevaron hasta Maicao y mi prima me los trajo hasta aquí. Estuve un año sin verlos. Ellos también son refugiados. También tengo un hijo mayor que ahora tiene 32 años y vive en Colombia. Aquí en el Zulia tuve otro más, lo tuve sola. En total son cuatro varones los que tuve”.

Una vecina fue quien le habló por primera vez de Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y sin titubear buscó ayuda.

“Lo que tengo con Acnur es agradecimiento, me han apoyado y asesorado. Me han hecho sentir alguien importante”, apuntó la diseñadora de modas.

Como agencia de las Naciones Unidas, la Acnur asesora y brinda apoyo a las personas desplazadas, pero no son ellos quienes determinan la condición de refugiados en el país sino la Comisión Nacional de Refugiados.

Se estima que en Venezuela existen unas 173 mil personas refugiadas o con necesidad de protección internacional, pero realmente reconocidas, hasta diciembre de 2016, hay 7.461. Un 98% son colombianos.

“No es fácil para uno tener sus cosas y de repente no tener nada. Aquí no come el que no trabaja. Ya tengo la cédula ‘amarilla’. Ahora viene el proceso de transeúnte y luego residente”.

“Valentina” sabe lo que es ganarse el sustento trabajando, vendiendo en el centro de Maracaibo y otras veces en la Costa Oriental del Lago. En Coro también ha dejado sus ‘modelitos’ como ella los llama.

La crisis que afronta Venezuela no le es desconocida, la experimentó años atrás en su país. Dice que no ha dejado de comer a pesar de que muchas veces no le venden comida en los supermercados por la cédula que porta. Lo mismo le dicen para no despacharle una bolsa Clap y para no emitirle el carnet de la patria.

“Nosotros (los colombianos) hemos pasado por esto. Fue algo similar a lo que está viviendo Venezuela. Todo el tiempo me dicen desde Colombia, ‘qué hace pasando hambre allá, vengase para acá’, pero yo ni mis hijos hemos dejado de comer. Algunas cosas me dan miedo, pero no podemos vivir con miedo todo el tiempo. Tenemos que dejar el miedo a un lado”.

“Tengo la seguridad de que Venezuela saldrá de todo esto. Es difícil conseguir las cosas, pero quién dijo que la vida era fácil. Todas las mañanas me levanto y salgo a luchar. Uno no puede estar inspirando lástima, ni estar rogando”, aseveró.

A pesar de los esfuerzos por la resolución de conflictos internacionales, la cifra de refugiados en el mundo sigue aumentando y ya supera los 65 millones. Un dato que la hace reflexionar sobre su situación.

“Me parece muy triste que cada vez haya más refugiados en el mundo. Muchos de mis paisanos colombianos no han podido resolver el problema de la cédula, pasan mucho trabajo. Con el documento provisional no les venden comida en ninguna parte. Yo tampoco recibo ayuda del Estado, ni pensión”.

Su esfuerzo para vencer obstáculos lo exhibe al hablar de su casa: “viví en un rancho de lata, en una invasión. El piso era de arena y, cuando llovía, se metía el agua y lo perdía todo. Ahora es una casa de bloque y con relleno para que no se moje nada”.

“No niego que he tenido momentos de debilidad, de desespero, de angustia, pero hemos aprendido a defendernos. Soy una persona espiritual”.

Al hablar de su única nieta y su madre en Colombia no ahorra en sonrisas: “es la única hembra de la familia. Todos han sido varones. La otra hembra es una sobrina de 43 años. Ella nos colmó de felicidad porque era la primera hembra después de tantos años”.

“Sigo en contacto con mi madre de 86 años, ella ha venido para acá. Ahora tiene problemas de salud y ya no puede viajar”.

“Valentina” vive actualmente con su último hijo de 14 años. Todos los días se encomienda a Dios y sale a vender sus creaciones.

Después de 18 años en el país solo quiere que se le brinde más oportunidades a los refugiados que llegan o a quienes deciden irse en procura de un mejor futuro.

“Le pido a las entidades que me han ayudado a que sigan ayudando a las personas que llegan con este tipo de condición. No es solo a los colombianos, sino también a los venezolanos que se van. Que se les brinde apoyo a todos”.


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La fuente original de este documento es:
Panorama (http://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/Testimonio-de-refugiada-en-Venezuela-Salgo-a-luchar-todos-los-dias-venci-el-miedo-20170907-0002.html)



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