Caminando la caracola

Uno sale silbandito desde tierra firme. Es que da mucho gusto rodearse de mar por todas partes. Claro, que no sea a 40 brazadas de la orilla. Ya allí sería mucha agua sin salvavidas para uno solo.

Pero bien, no vinimos nadando. Sí mitigando la rémora e incomodidad viajera, con el placer de los recuerdos del dulce canto de nuestra madre allá en Capaya del Bergantín que llueve el café de Barcelona. Canta lo que era el adorno del poema “…Margarita es una lágrima…” que, cual melodía serreña, navegaba ondulante cual ostras perlas.

Al llegar a la isla bella, hermana consentida de 23 hermanos, buscamos los caminos de Gustavo Pereira para llegar a las sombras del maguey de Luis Beltrán y de aquí a La Caracola de sol, huella, sal y los bajíos laguneros del Morro.

Cuánta belleza marchita. Cuánta transpiración acuosa y perfumada, melcochando el vaho que amortaja mangle. Hombres descarnando protuberancias para aligerar siluetas y bellezas jalonando peroné. Acabada la benignidad solar, se queda sola y en silencio la faz amusgada del manglar; absorbiendo las emanaciones almizcleras soltadas al viento desde las vetustas y enfermas edificaciones que “adornan” la periferia.

Pobre laguna, la del Morro de tiempos idos. Pobres de nuestros hermanos del “sancochito e´ pescao” de aguas viejas pero todavía bondadosas, a pesar de borrachas por la espuma fermentada en descomposición que emana del plástico y concreto envejecidos.

Los hombres y las mujeres (navegaos y anclados), pedimos a gritos una renaturalización de las bondades de la original Costa Azul, con su bella laguna “El Morro” y su caminería de La Caracola. Son los dueños y dueñas de los grandes edificios quienes deben escuchar este clamor y acordar entre sí con el gobierno regional y, a través de éste, con el Ejecutivo Nacional, para buscar una solución definitiva. Margarita lo merece. Ojalá los amigos de la prensa se sumen a este clamor.

Mientras tanto, sugerimos que los propietarios de las edificaciones (incluido el centro comercial ultra conocido) planifiquen conjuntamente con el Ejecutivo Regional, sendos pozos sanitarios donde “descargarán” las aguas servidas que, eventualmente y durante accidentes mecánicos de la máquina de bombeo, sean succionadas y transportadas en camiones cisternas hasta la oxidación. Y en cuanto a la separación de la laguna del oleaje de la bahía, proponemos la apertura de un canal sin tronchar la caminería. A los efectos sugerimos que allí se construya un pequeño puente para el paso de vehículos livianos y pasarelas peatonales, diseñado por la inteligencia y las manos de una margariteña; mujer que, como todas las venezolanas, tiene suficiente sensibilidad humana y amor por el paisaje y la belleza. Además, las ñeras saben que hasta las piedras se anotan bonitas.

Los vecinos de la laguna hicieron oír sus voces con la esperanza de lograr una solución que, aunque no definitiva, por lo menos contribuyera a disminuir las emanaciones pestilentes de las aguas putrefactas que van a dar también a las playas Concorde y Bella Vista, originando una contaminación ambiental con terribles consecuencias, hecho este que se suma al impacto creado por el ecocidio cometido en Los Robles, al talar 25 árboles centenarios que adornaban la plaza del sector.

Margarita, la bella, llora por la ausencia de sus robles y la desaparición de otras especies vegetales y animales, producto de la descarga de aguas servidas en las playas que la adornan.

Pedromendez_bna@yahoo.es


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Pedro Méndez


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