Historia Regional y local

La invasión a la provincia de Yaracuy y su resistencia heroica

Era el año 1862, gobernaba la república el general Páez, en Yaracuy gobernaba para aquel entonces el doctor Joaquín Díaz, quien tuvo noticias de la invasión de las fuerzas revolucionarias efectuadas por el general Desiderio Trias, encargado por el general Falcón para armonizar la situación de todos aquellos que luchaban bajo su bandera, quien con mutuo acuerdo con otros jefes resolvieron invadir la provincia de Yaracuy con fuerzas de portuguesa y las guerrillas que a su paso les seguían, incorporándose a los federalistas Juan Fermín Colmenares, Prudencio Vázquez, Blonh Bravo, Nicolás Patiño, Antonio Mendoza, Saturnino Velásquez y otros.

El general Trías venía con 800 hombres rindiendo todos los pueblos de occidente, tomando la plaza de Chivacoa la mañana del 12 de agosto sin mayor dificultad; ese mismo día, el gobernador logró dar aviso a Valencia y al gobierno de Caracas, cual era la situación de la plaza y los pocos recursos de que disponían para hacerles frente al enemigo, recalcando la urgente necesidad de auxilios, al mismo tiempo que prometió hacer una grande y esforzada resistencia para la cual se atrincherarían lo mejor posible con las escasas fuerzas que tenían.

Las tropas invasoras llegaron a las 9 de la mañana del día 13 contra San Felipe, sitiando toda la ciudad, mientras el gobernador organizaba la defensa de la plaza, junto con el comandante Daniel Torrellas que era el Jefe Militar de San Felipe y Guama. Ambos distribuyeron la guarnición y los milicianos que se presentaron, en cuatro manzanas de la ciudad, que era lo que podían defender. Con la mayor actividad acopiaron vituallas, ganados y agua, resueltos a resistir.

A las tres de la tarde comenzó el ataque contra las posiciones avanzadas, las cuales fueron muy bien defendidas; el empuje fue mantenido toda la noche y al siguiente día continuaban con toda su intensidad, pero las tropas gubernamentales no cedían siendo muy insignificantes los progresos de los sitiadores. Las tentativas para apoderarse del parque fracasaban.

Los centrales redujeron sus líneas defensivas, situándose mejor y más convenientemente, mientras el tiroteo de una y otra parte continuaba; los federalistas estrechaban el sitio y lo hacían cada vez más riguroso. Se combatía sin cesar, uno y otro día, sufriendo las tropas sitiadoras considerables pérdidas de hombres y municiones, sin lograr avances ni ventajas apreciables.

El tiempo pasaba y los esfuerzos resultaban inútiles, por lo cual decidió el general Trías y sus compañeros sembrar el terror en las filas enemigas y en el resto de la población que ocupaba.

Varias casas fueron incendiadas y muchas otras fueron saqueadas por sus tropas, pero todo resultaba en vano: la resistencia era inquebrantable y la moral de los defensores no decaía. Estos, unos doscientos hombres de tropas, algunos milicianos y empleados, junto con otras personas más, sufrían privaciones: los alimentos se les agotaban y la falta de agua comenzó a sentirse. Señala Navas Miralles que para comer carne apelaron al fin a los caballos y mulas que tenían; era forzoso salir fuera de las trincheras para conseguir agua, pues había que combatir y correr graves riesgos, varias veces lo intentaron sin obtener nada en las incursiones, como no fuera la perdida de varios hombres que eran víctimas de aquella desesperante situación. No sabían que hacer ya. Algunos pensaban que les seria forzoso hacer una capitulación cuando repentinamente sobrevino un gran invierno, con el cual renació el espíritu de resistencia dentro de las maltrechas y agotadas tropas, que prometieron una vez más, seguir conteniendo al enemigo con el mismo valor y decisión como hasta ahora lo habían hecho.

El general Trías después de agotar todos sus esfuerzos y cuantos medios les sugirió su pericia militar, ofreció al enemigo garantías para negociar la capitulación, la cual fue seguidamente rechazada. Viendo entonces que sus municiones disminuían cada vez más y que aunque tenía fuerzas suficientes temía la llegada de auxilios a la plaza sitiada, resolvió hacer un último esfuerzo para rendirla, ordenando un ataque cerrado sobre la ciudad, pero no tuvo el éxito esperado, pues por el contrario perdió muchos hombres de tropa y municiones gastadas inútilmente.

El 26 de agosto sabe el general Trías que se aproximan fuerzas por el camino de Puerto cabello, por lo cual se vio precisado a levantar el sitio al día siguiente y emprender la retirada sobre Urachiche y Yaritagua, por Nuare, después de tantos esfuerzos y sacrificios infructuosos, donde perdió gran parte de sus hombres y agotó inútilmente sus municiones en los catorce días de combate y asedio a la ciudad que no logró rendir. El valor con que fue defendida La plaza de San Felipe mereció grandes encomios a los servidores del gobierno; y por tal suceso fue obsequiado el jefe supremo en caracas con una popular serenata; se quemaron fuegos artificiales y se pronunciaron entusiastas discursos. Caracas celebraba la heroica resistencia del pueblo sanfelipeño…

 

jorgevalera80@hotmail.com



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