¡Cerveza vs Revolución!

Retornaba con mi familia del centro del país. Transitábamos las curvas que parten de Barinitas y que ascienden por arriba de las nubes al cielo de Santo Domingo. Lo avanzado de la hora nos obligaba a buscar cobijo en algún bucólico pueblo del páramo andino. Recordamos que cerca de Santo Domingo encontraríamos la población de Pueblo Llano, cuna del maravilloso maestro Ángel Molina. Durante este trayecto imaginábamos una villa apacible y cordial. Arribamos allí hacia las 8 de la noche e inmediatamente percibimos la presencia de la “prosperidad” de una región rica en recursos agrícolas, favorecida por los programas de asistencia social y técnica del gobierno tanto estadal como nacional. ¡Irónica prosperidad! Decenas de motocicletas de la más variada cilindrada todas con el escape abierto giraban cual película de Marlon Brandon, aquella en la que hacía de carismático líder de motorizados que invaden a un pequeño pueblo californiano. Igual, las pocas cuadras del otrora apacible pueblo, estaban cargadas de un ruido ensordecedor y del humo contaminante de aquellas máquinas, mientras los habitantes del pueblo cerraban sus postigos, ventanas, portones y romanillas. Las diferencias marcadas con la película norteamericana lo daban la presencia en nuestro escenario, de la cerveza, los “soundcars” y el vallenato. 

La amable señora de la posada Pueblo Llano nos ubicó en el más apartado rincón de su pensión y pudimos descansar. Al siguiente día, nos cuenta: los motociclistas son todos de la zona, son campesinos…los fines de semana se reúnen en el pueblo a divertirse haciendo competencias y ruidos. A continuación la anfitriona nos cuenta: Casi cada fin de semana tenemos velorio. Los muchachos se nos están matando en esas máquinas…el problema es que beben mucha cerveza y usted sabe lo peligrosa que son estas carreteras. Efectivamente, fuimos testigos de un “novenario” y comprobamos cómo cuadra a cuadra, en lugar de la tradicional  bodega, se impuso la venta del popular y amarillento líquido.  

Duele recordarlo: Millares de camiones y gandolas de cerveza penetran diariamente ciudades, campos, pueblos, caseríos, como también el cuerpo y alma de nuestra juventud. Nuestra amada patria es asolada semanalmente por una secuela de accidentes, crímenes y reyertas que van acompañada de lo menos evidente, la ruina de familias enteras, su desarticulación, abandono de los hijos, y un largo etcétera. A estas alturas ¿será posible señalar responsables? ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿No es evidente la relación entre el consumo de licor en las esquinas de Venezuela y los índices de violencia y criminalidad? Urge entonces abocarse a este espinoso problema, máximo cuando ya es conocido que somos el primer país de mayor consumo de cerveza per cápita en América Latina. Es altamente preocupante que este fenómeno social este poniendo en riesgo los empeños de una revolución que se ha propuesto romper paradigmas y formar ciudadanos dignos, cargados de valores superiores con un inmenso compromiso social. Las Misiones dirigidas a elevar la autoestima de la población que habita nuestras barriadas populares se ven hoy seriamente amenazadas. Toda la entrega y corazón que coloquen sus facilitadores pueden ser destruidos un fin de semana por la aplastante penetración que tiene el citado producto alcohólico. Lamentablemente, éste se vislumbra como uno de los mayores obstáculos a los retos de la revolución bolivariana. ¿Terminarán siendo más fuertes las industrias cerveceras que los propósitos superiores de nuestra revolución humanista? 

alcidesrivas@gmail.com


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Rubén Rivas

Merideño, Profesor de Música, con estudios en la Escuela de Música de la ULA. Egresado de la U. de Chile. Magister de la U. de Cincinnati. Autor de los proyectos de Carrera de Licenciatura en Música de la Universidad del Zulia y Universidad del Táchira.

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