Hace razón
de unos días, releía una de las novelas más visionarias y sensibles
que se haya escrito en el siglo pasado, me refiero a “Paula”, de
Isabel Allende. La trama de esta novela se resume en un canto nostálgico
a la vida y a la esperanza; y entre sus palabras surge una frase que
hoy me conecta en sentimiento con el recuerdo de Trino Melean Yune,
amigo de viejas andanzas y muchos sueños: “¿Qué hay al otro lado
de la vida? ¿Qué ha quedado cuando no hay deseos, recuerdos ni esperanzas?
¿Qué hay en la muerte? Si pudiera permanecer inmóvil, sin hablar
ni pensar, sin suplicar, llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme
en el silencio más completo, tal vez entonces podría oírte, hija?”.
La autora se lo dice a su hija moribunda, pero es una frase que bien
proyecta lo que en este momento le quiero expresar a Trino: si pudiera
sumergirme en el silencio más completo, tal vez podría oír tu voz
leal y solidaria mi gran amigo…
Te fuiste sin
nuestro permiso Trino; sólo el santísimo sabrá para qué
te convocó tan temprano, pero dejaste una estela de recuerdos
y buenos amigos, que sin duda harán honor en mantener vivo tu recuerdo.
Te conocí
en la década del noventa; en la entonces Eleoccidente, cuando entre
tareas y oficios, construíamos elementos de dignidad para el trabajador
profesional eléctrico y que a la final permitió la reivindicación
de muchos de nuestros compañeros. Te conocí haciendo el bien y de
esa manera te mantuviste en el ámbito profesional. Hace razón de unos
meses nos encontramos, en varias ocasiones, en las calles de Guanare,
hablando acerca de lo que hablan los amigos, pero sobre todo siendo
reflexivos entorno a la realidad nacional. Tu espíritu revolucionario,
convencido plenamente que los vicios se podían eliminar, hizo trascendente
cada conversación en la cual el tema de la ética y moral fue el más
recurrente. “Sólo hay una cara, el que tiene dos no tiene vergüenza”;
te oí comentarme en una ocasión, y de tantas conversas, te hablé
de un texto que estaba leyendo del Dalai Lama, acerca del tema de la
muerte, en donde decía el autor que todo… “el mundo muere, pero
nadie está muerto”; un dicho tibetano que describe plenamente lo
que siento ante tu partida.
Los estadios
de esta vida Trino, se describen tan vívidamente en nuestros actos
que es posible imaginar el proceso de un viaje mental cada vez más
profundo, el viaje último de la transformación, en donde lo material
se convierte en espíritu y la muerte en un instrumento esencial para
alcanzar la felicidad eterna, pero una vez que hemos cumplido el compromiso.
Siento que partiste muy pronto; muy ligero. Que abonaste terreno en
esta existencia para construir un legado, una historia. Que te faltó
espacio para concluir con más ejemplos, pero nunca te imaginé como
un anciano contando lo que se pudo y no se pudo hacer: tú eras hombre
de acción y de pensamiento.
Algo si no logré preguntarte: ¿le temes a la muerte? El miedo a la muerte es miedo a perder todo lo que uno cree que tiene... pero ¿qué es eso que uno tiene? La muerte es un cambio, una manera de comprender la vida y de confesar que se estuvo en ella. Que nos llegue, que nos aísle y que nos aparte, es ley de vida; por ello, en esta pausa que hago a mis ideas para rendirte un tributo como “adiós”, siento que tengo la responsabilidad de seguir tu ejemplo, de acompañarte en ese sueño por hacer las cosas bien, por mostrar rectitud, por construir una sociedad de iguales, donde la fraternidad, la equidad y la dignidad de ser coherentes con el pensamiento y la acción, guíen los pasos hasta ese amanecer en el cual nos reencontremos y compartamos de nuevo una tasa de café…
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