Argentina

¿Los movimientos populares soportes de una propuesta política de cambio social, o "factores de poder" integrados al Estado capitalista?

 

¿Los movimientos populares soportes de una propuesta política de cambio social, o "factores de poder" integrados al Estado capitalista?¿La "Economía social" trinchera de resistencia, o islas para sobrevivir avalando al capitalismo? (Título original del artículo).

 

Quien desarrolla emprendimientos productivos que no se inscriben en las formas capitalistas clásicas hace "economía social", pero el desarrollo de una economía social puede ser funcional a garantizar la gobernabilidad capitalista o ha políticas transformadoras. Se trata de la orientación política con que se asuma esa construcción. Articular los numerosos esfuerzos de "economía social" desarrollados con una visión transformadora es una tarea pendiente.

Un nuevo actor entra en la cancha de la lucha de clases.

La irrupción de los movimientos piqueteros a partir de 1996 expresaron la novedad política de que la lucha de clases empezaba a elegir como escenario frecuente a los territorios y los trabajadores empezaban a buscar nuevas formas organizativas alternativas al sindicalismo. Decimos novedad porque un recorrido de la experiencia anterior daba cuenta de que en nuestro país la referencia de lucha de clases era dominantemente sindical. Si bien se registraron puebladas donde participaron otros sectores, el sujeto convocante y aglutinador habían sido los trabajadores desde su condición de asalariados y utilizando como estructura organizativa al Sindicato. Esto fue así desde las primeras luchas del siglo XX, con epicentro en los años 19 y 20, donde los trabajadores metalúrgicos de los talleres Vasena compartían sus luchas con los marítimos, los panaderos, los peones rurales de la Patagonia o los jornaleros de los quebrachales del NEA, organizados a partir de su condición de asalariados y siendo parte de la FORA.

Estos cambios políticos tenían la base material de los cambios producidos en la matriz productiva del país por la dictadura militar (76-83) que fueron continuados por los gobiernos civiles de Alfonsín y Menem. La burguesía local advertidos de los inconvenientes de tener una clase obrera escasa, sindicalizada, rebelde y cara definieron incluirse en el orden internacional reprimarizando la economía, como exportadores de materias primas y agroindustrias, es decir retrocediendo al modelo de país anterior a 1940. La integración regional con Brasil vía MERCOSUR jugó un papel muy importante en el nuevo esquema productivo donde correspondía a Brasil, con una clase obrera mucho menos experimentada y combativa ocuparse de desarrollar la industria.

Los cambios iniciados por la dictadura que rompieron el empate social que habían sostenido los trabajadores resistiendo desde 1955, no introdujeron un modelo novedoso en America Latina. Por el contrario Argentina que se había diferenciado por su industrialización temprana y por una clase trabajadora que en muy pocos años se organizó sindicalmente y se convirtió en una de las mas combativas del mundo con récords mundiales de huelgas y conflictividad sindical, empezó a parecerse a los demás países, se latinoamericanizó.

Las clases dominantes toman nota de los nuevos actores

El dinamismo de los movimientos territoriales argentinos cuyas expresiones mas potentes se expresaron en lugares de una larga tradición de luchas obreras como es la zona sur del conurbano bonaerense, Gran La Plata, el sur de Rosario, San Salvador de Jujuy y las zonas petroleras en Neuquén y Salta, expresan toda su potencialidad en los tiempos previos al estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001 y se transforman en un factor de enorme preocupación para las clases dominantes.

Correspondió al gobierno de Duhalde desarrollar las primeras iniciativas que apuntaban a la contención de estos movimientos.

Por un lado se trató de dividir a los movimientos generando distintas instancias de negociación e identificando a sectores que se consideraban más potables para un arreglo. Así fue que identificaron a la alianza del sector piquetero de la CTA que estaba encabezado por Luis DËlia y la CCC, liderada por Alderete, que habían tenido protagonismo en los cortes de zona oeste, y se iniciaron negociaciones para poner en marcha un programa nacional de planes de empleo, al que le asignaban carácter universal, que denominaron de Jefes y Jefas de Hogar que se distribuiría desde los Municipios a partir de Consejos Consultivos donde participarían las organizaciones sociales, otorgándole a estas organizaciones una cuota en el reparto.. .

La concentración piquetera del 26 de junio de 2002 incluyó a organizaciones que no eran parte de esa negociación y por el contrario reclamaban autonomía de las organizaciones para recibir directamente los planes de empleo sin pasar por la estructura de punteros municipales y también autonomía para decidir que harían con las contraprestaciones de trabajo. No integrar cuadrillas municipales sino desarrollar trabajos en su propio barrio como huertas, comedores, bibliotecas, hornos de pan, herrerías, carpinterías o bloqueras.

El segundo aspecto en que Duhalde prestó atención con la intención de empezar a contener a estos nuevos movimientos desde el desarrollo desde un área de producción social cooperativa o economía social. Esta área ya existía en la Provincia de Buenos Aires cuando Duhalde fue gobernador y básicamente se dedicaba a repartir subsidios o créditos blandos (la mayoría incobrables) a cooperativas o grupos productivos, que en su mayoría eran emprendimientos fantasmas organizados por punteros del PJ. Esta estructura daba trabajo a algunos profesionales, algunos de procedencia de izquierda, que realizaban tareas de capacitación, y además aportaba una fuente más de financiamiento los punteros del PJ.

La cuestión de "la economía social".

Hago referencia a este período histórico porque me recuerda algunos debates que manteníamos con algunos compañeros que al principio ingenuamente y después interesadamente promovieron esta idea de "la economía social".

El argumento de los compañeros era que las revoluciones estaban precedidas inexorablemente por cambios en la economía y en las clases sociales. A modo de ejemplo mencionaban que la Revolución Francesa había sido precedida por el crecimiento del poderío económico y político de la burguesía. Desde esa lógica la mejor manera de avanzar revolucionariamente era hacer crecer en la economía un sector no capitalista, que desde una lógica solidaria se instalara como tercer sector (diferenciado del capital público y privado). Con uno de esos compañeros con quien compartíamos militancia y que había sido parte de una muy interesante experiencia cooperativa fundada por obreros despedidos gráficos y ferroviario y había promovido la creación de Federación de Cooperativas de trabajo, las discusiones se tensaron cuando Menem lanzó las AFJP e intentó convencernos de que en el camino para avanzar revolucionariamente era un aporte crear una AFJP que aportara al desarrollo cooperativo (y de hecho la crearon).

Conociendo algunos de estos procesos cooperativos casi desde el origen y observando sus mutaciones en el tiempo empezamos a concluir que más allá de sus buenas intenciones iniciales y sus posteriores justificaciones "revolucionarias", se estaban construyendo islas para sobrevivir en el capitalismo, pero además donde los cuestionamientos al sistema empezaban a diluirse.

En la medida que se desarrollaron las organizaciones piqueteras que se definían como movimientos de lucha, empezaron a surgir emprendimientos productivos, que recreando nuevas formas de relación y organización del trabajo, fueron considerados esencialmente como trincheras para que sus militantes puedan luchar más efectivamente por el cambio social. Imaginemos por ejemplo que significaba para Darío Santillán, trabajar en la bloquera.

A partir de estas referencias conviene volver sobre la idea de Economía Social. Ese concepto que abarca múltiples actividades no define una orientación revolucionaria, ni siquiera progresista. La economía social puede ser un gran ghetto permitido y tolerado dentro de un proyecto capitalista. En ese gran ghetto puede vivir algunos movimientos sociales, ONG y una nutrida hueste de profesionales que trabajando en capacitación concilian sus inquietudes sociales con sueldos estatales. Los sectores involucrados en estos ghettos, aliviadas sus condiciones de supervivencia, y apelando a ventajas corporativas pueden hacerse los distraídos o incluso avalar politicas contra el conjunto del pueblo y los intereses nacionales. A modo de ejemplo en lo que hace al modelo de producción agropecuaria el kirchnerismo apostó a los agronegocios, que presupone el dominio de las multinacionales sobre toda la cadena productiva agropecuaria. Esa política continuó y profundizó las politicas que venían ejecutando desde la última dictadura: liquidación de la pequeña propiedad agropecuaria, desplazamiento forzoso de poseedores campesinos, expropiación de saberes populares y reemplazo de la semilla campesina por las patentadas por las multinacionales, incorporación de venenos y materiales transgénicos que afectan al medio ambiente.

Controlar e institucionalizar a los movimientos territoriales

Lo que empieza a pergeñarse con el gobierno de Duhalde va mas allá de los procesos de emprendimientos productivos cooperativos que con el correr de los años van perdiendo vocación de transformadora, sino que se trata de una estrategia de contención planificada desde el gobierno para promover las desviaciones corporativistas de los movimientos populares e integrarnos en la lógica estatal como un "factor de poder", con el que se institucionaliza un margen de negociación acotado.

Si lo miramos comparativamente podemos advertir que se trata de algo parecido a lo ocurrido con el movimiento sindical.

Haciendo un recorrido histórico podemos decir que durante los dos primeros gobiernos de Perón (45-55) existió una intencionalidad de estatizar y subordinar al movimiento obrero que se concretó, a medias, después de 1952. Este proceso se interrumpió con el golpe gorila que ejecutando la intervención a los sindicatos y persiguiendo a sus principales dirigentes generó una reacción adversa de los propios trabajadores que avanzan en su autonomía y empiezan a organizarse al margen de la legalidad burguesa y el control estatal.

El verdadero artífice de la creación de la burocracia sindical fue Frondizi que con su política de Integración devolvió los sindicatos y sedujo a una importante camada de dirigentes al principio con arreglos corporativos para beneficio exclusivo de sus gremios y después con arreglos cupulares. En ese proceso de amansamiento de las direcciones sindicales fue vital garantizarles el manejo de las obras sociales, cajas millonarias que favorecieron el enriquecimiento de los dirigentes y el alejamiento de sus bases.

Francamente no compartimos la idea de que avanzar en un reconocimiento legal, o centralizar esfuerzos organizativos conduce inexorablemente a burocratizarse, y ha sido por eso que siempre nos ha parecido una buena idea la construcción de una Central de Movimientos Sociales. Y fue así que cuando apareció la propuesta de la CTEP quedó sembrada la duda sobre si esta iniciativa podría apostar a fortalecer la autonomía de los movimientos frente al Estado y los gobiernos de turno.

A poco de andar, sus liderazgos y sus prácticas van demostrando que está planteada como una herramienta que se propone disputar conquistas corporativas, pero que desde lo político se propone aportar a proyectos que no exceden la gobernabilidad capitalista.

Su recorrido copia de alguna forma el realizado por la burocracia vandorista a principios de los 60. Se empieza ladrando para construir representatividad, pero el objetivo final es la negociación. Negociación que no esta planteada como un paréntesis en la lucha para ir por mas, sino como una estrategia final, porque no esta cuestionado el sistema.

Si alguna duda cabía sobre las intenciones de quienes dirigen esa iniciativa quedaron despejadas por el apoyo del Papa Francisco y las primeras acciones y acuerdos desplegados con el gobierno de Macri. La CTEP se asume como una estructura que se instale como "factor de poder", para negociar con el gobierno de turno, sumarse al proyecto de Massa, o acompañar un eventual retorno de Cristina Fernández. Digamos, que menos una alternativa anticapitalista, esta dispuesta a acompañar todas las propuestas posibles. .

Desde del punto de vista del gobierno de Macri, y los que pueden sucederlo con un proyecto capitalista, así como ocurrió con la burocracia sindical, estructuras como la CTEP le resuelve el problema de centralizar y poner límites a las negociaciones. Los políticos más lúcidos del macrismo son concientes que enfrentar la movilización territorial con el protocolo anti-piquete, es insuficiente. No han renunciado a la represión directa, como lo han demostrado en Jachal, pero esa represión esta complementada con la búsqueda de un interlocutor potable, que también permita demonizar a todo lo que quede afuera.

La disputa de la herencia y el viejo problema de la unidad

El alza de las luchas populares de finales de los 90 que hicieron eclosión el 19 y 20 de diciembre de 2001, incorporaron nuevos actores sociales a la lucha que ya venían llevando los trabajadores formales y alentaron la esperanza de que sobre esa movilización y las nuevas organizaciones creadas se pudiera sustentar una alternativa política de orientación transformadora en la Argentina. Lo que hoy esta en juego es donde van a ir a parar los frutos de tantas luchas y tantos esfuerzos. La disputa de la herencia.

La burocracia sindical vandorista disputó la herencia de la resistencia peronista, y se apropió de una parte de esos frutos. Tampoco la tuvieron fácil, sus principales dirigentes Augusto Vandor y José Alonso fueron ejecutados por traidores.

Como bien quedó demostrado en los 70, la eliminación física de algunos dirigentes no resolvió el problema, fue necesario encarnar una alternativa política en cientos de miles de trabajadores movilizados.

Pensando en esa alternativa política capaz de aglutinar y encarnar las luchas y los esfuerzos populares de los últimos 20 años, capaz de disputar la herencia, advertimos que la lacra del sectarismo ha jugado un papel decisivo para que no se concrete. ¿Como es posible que las diferencias con el mas cercano y las disputas de cartel, sean mas importante que las que tenemos con la burocracia podrida o con demostrados agentes de proyectos antipopulares? ¿Como es posible que conseguir cuatro migajas reivindicativas sea motivo suficiente para enfrentarnos con nuestros compañeros de camino? De alguna forma repetimos la equivocación de los pueblos originarios que supusieron que las diferencias que tenían con sus hermanos de raza justificaban no aliarse para enfrentar a Cortez, a Pizarro, o a Julio Roca. E incluso muchos llegaron al extremo de que se sintieron más cómodos compartiendo una batalla (y en tiempos mas recientes, algunas fotos) con los invasores, que con sus iguales.

Resumen final.

Quien desarrolla emprendimientos productivos que no se inscriben en las formas capitalistas clásicas hace "economía social", pero el desarrollo de una economía social puede ser funcional a garantizar la gobernabilidad capitalista o ha políticas transformadoras. Se trata de la orientación política con que se asuma esa construcción. Articular los numerosos esfuerzos de "economía social" desarrollados con una visión transformadora es una tarea pendiente.

La incorporación de nuevos actores sociales como son los movimientos territoriales amplió la capacidad de lucha popular, sumando a la ya riquísima experiencia acumulada por los trabajadores que venían luchando, organizados en su condición de asalariados, desde principio del siglo XX. Esa ampliación de luchas, propuestas organizativas y perspectivas revolucionarias constituyen una sólida base para construir una alternativa política de orientación transformadora. Lo que se ha demorado construir en los últimos años, ahora se ve amenazada por la construcción de una nueva burocracia social o territorial.



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