Se extinguen etnias originarias que habitaban en el fin del mundo

Artículo dedicado con cariño y agradecimiento a Cristina Calderón Harban, última hablante nativa de la lengua yagan

Cuando el año 1520 Hernando de Magallanes, navegante portugués a las órdenes de España, luego de atravesar el estrecho que hoy lleva su nombre, junto a una parte de su tripulación pone pie en territorio del austro americano, observa dos situaciones que han quedado grabadas en la Historia. Huellas de enormes pisadas estaban marcadas en la arena; pertenecían a aborígenes del lugar, a los que sin haberlos visto Magallanes llamó "patones" (de ahí el nombre ‘Patagones y Patagonia"). La enormidad de esas huellas –hoy se sabe-era producto de las pieles de animales con las que los aborígenes cubrían sus pies, y no pertenecían a "gigantes del sur del mundo" como escribió el geógrafo y cronista Antonio Pigafetta en la bitácora de viaje de esa famosa expedición.

El otro hecho que llamó la atención de Magallanes y su gente fue observar en la noche, en lontananza, enorme luminosidad producida por fogatas que supusieron también ‘gigantes’, lo que derivó en que los tripulantes de las naves bautizaran el lugar con el nombre de "Tierra de los Fuegos" (hoy, Tierra del Fuego). ¿Eran realmente dantescas las fogatas como parea dar –desde lejana distancia- tanta luminosidad en las oscuras noches de ese territorio? Por supuesto que no. La razón obedecía simplemente a que en el austro del mundo la atmósfera es particularmente diáfana, lo que agigantaba la luminosidad de las fogatas.

En la región del Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego el paisaje muestra extensas llanuras de coirón y gramíneas, hábitat de camélidos como el guanaco, pequeños roedores y ñandúes. En este mundo de inmensas planicies habitaban pueblos de gran estatura y contextura robusta, organizados en bandas de cazadores-recolectores sobre la base de grupos de parentesco sanguíneo.

Los pueblos de los canales australes chilenos estaban divididos en tres grandes grupos étnico-lingüísticos: los Chonos, que habitaban las islas situadas entre el archipiélago de Chiloé y la península de Taitao, los Kawéskar, entre el Golfo de Penas y el Estrecho de Magallanes y los Yámanas, habitantes de las islas al sur de la Tierra del Fuego. Con una organización social sencilla, sobrevivieron por cientos -quizás miles- de años en un medio ambiente de extrema rudeza. Sin embargo, el contacto con el mundo occidental alteró radicalmente su estilo

de vida llevándolos a su extinción como pueblos.

* Los chonos desaparecieron en el siglo XVIII, mezclados con los chilotes y sus vecinos más australes, los Kawéskar. Estos últimos sobrevivieron hasta principios del siglo XX, entablando esporádicos contactos con misioneros jesuitas y navegantes ingleses y franceses. El establecimiento de rutas regulares entre Punta Arenas y el centro de Chile así como la llegada a esa zona de loberos chilotes (de la isla de Chiloé), desestructuró completamente su estilo de vida.

* Los Yámanas sufrieron una suerte parecida, y, el temprano establecimiento de una misión anglicana en la región, aceleró el proceso de aculturación.

* Entre el río Santa Cruz y el estrecho de Magallanes vivían los Aónikenk, el grupo más austral de los Tehuelches. Cazadores de guanacos y ñandúes, la introducción del caballo a fines del siglo XVII transformó su estilo de vida, dotándolos de gran movilidad y de nuevas técnicas de caza. La fundación del Fuerte Bulnes en 1843 a las orillas del Estrecho de Magallanes, el contacto con exploradores europeos y la expansión de la ganadería ovina en el último cuarto del siglo XIX, alteraron radicalmente su modo de vida y terminaron por hacerlos desaparecer del territorio chileno.

* En las planicies de la Tierra del Fuego habitaban los Selk'nam, pueblo de cazadores-recolectores pedestres de enorme riqueza ritual y cultural, pero que tuvo un trágico final al ser exterminado salvajemente por los colonos que se instalaron en la isla a fines del siglo XIX, en el período de auge de las grandes estancias ovejeras y de una corta "fiebre del oro" que atrajo a esa zona a aventureros y desalmados de variopintas nacionalidades. . .

Todos los pueblos de la zona austral, a pesar de la simplicidad de su organización social, mostraban profundas creencias religiosas y ritos de alta complejidad. En ese sentido, distaban de ser los "salvajes" que pretendían ver los europeos; y fue esa mirada la que de alguna forma contribuyó a despoblar las frías tierras australes de sus primeros habitantes.

El historiador español José Luis Alonso Marchante encontró en la Biblioteca Nacional de España el texto original de Treinta años en Tierra del Fuego, del misionero salesiano, gran naturalista y expedicionario Alberto de Agostini.

Con este libro en sus manos, el historiador comprobó que en las actuales reediciones del texto, incluida la realizada el 2013, faltaban párrafos y no cualquiera. En los textos censurados, el misionero era implacable: la extinción del pueblo selk'nam en la Patagonia chilena y argentina no fue obra de su "ignorante glotonería", "guerra entre tribus" o producto de su "miserable contextura física", como dictó durante muchos años la historia oficial, sino que producto del exterminio y la cacería, ordenada por un solo hombre: José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile.

"Exploradores, estancieros y soldados no tuvieron escrúpulos en descargar sus mauser contra los infelices indios, como si se tratase de fieras o piezas de caza", reza uno de los párrafos censurados (De Agostini, 1929: 244).

En la Región de Magallanes, específicamente en Punta Arenas, las mansiones de la familia Menéndez se conservan en forma de museos, dando cuenta –a través de su fastuosidad– de la época dorada de la región magallánica.

Menéndez, tras una breve estancia en Cuba, llegó a Chile en 1868. Al poco tiempo recibió miles de hectáreas como beneficio del gobierno chileno por la colonización en el sur. La idea era traer el desarrollo económico a la zona y establecer reservas indígenas. En esos años Mauricio Braun, otro inmigrante, también había recibido miles de hectáreas, lo mismo que Julius Popper en Argentina.

El imperio económico de estos estancieros, que llegó a sumar bancos y navieras, tuvo su origen en el comercio de lana de oveja, que vendían a Inglaterra a cambio de libras esterlinas. En la inserción de las ovejas en la zona y consecuente desplazamiento del guanaco, animal que poblaba esas zonas, se encuentra el origen de una de las matanzas más grandes de indígenas del siglo XIX en América, y que contó con todo el poder editorial de esos años para tapar el genocidio.

"A medida que comenzó a avanzar la frontera ovina, porque toda la riqueza de las dinastías económicas se sustentaba en el ganado de lana", cuenta el historiador español Alonso Marchante, "comenzaron a requerirse cada vez más tierras para terminar los ovejeros instalándose en el territorio selk'nam".

Ya en esa zona, dividen el terreno mediante alambradas, y el guanaco –principal sustento alimenticio y de abrigo de los onas– se ve arrinconado hacia tierras más alta. Una vez que el guanaco desaparece, el hambre ataca al pueblo Selk’nam, y este comienza a alimentarse de las ovejas in tener idea de por qué están allí ni por que aparecieron en su territorio.

Fue entonces que el José Menéndez da la orden de acabar con ellos, y los ‘cazadores’ comienzan a exterminar a los varones adultos selk’nam diparándoles directamente al cuerpo, mientras que a las mujeres y a los niños les cazan para después ofrecerlos en plazas públicas europeas en calidad de "animales de circo".

Hace pocos días, teniendo 93 años de edad, falleció Cristina Calderón Harban, la última hablante nativa de la lengua yagán, considerada un "tesoro humano vivo" por el Consejo de la Cultura y las Artes de Chile. La "abuela Cristina" (como cariñosamente le llamaban en la zona magallánica, deja siete hijos catorce nietos, pero ninguno de ellos habla la lengua yagán.

Los pueblos del fin del mundo (prácticamente extinguidos por el "hombre blanco")

Chonos

Habitaron entre el archipiélago de Chiloé y la península de Taitao, extremos de la ‘ruta chonos’. Eran expertos navegantes, y en canoas salían a cazar lobos marinos, peces y aves. Domesticaban al perro para utilizarlo como animal de caza, sobre todo en la pesca. Las mujeres eran recolectoras de mariscos. Acostumbraban a sembrar papas.

Aónikenk

Conocidos también como Patagones (de pies grandes), esta etnia de los tehuelches vivió entre el río Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes de la Patagonia chilena. Actualmente, de su legado podemos reconocer: manufacturas artesanales en cuero, sobre todo en el trabajo campesino; el cuidado por los caballos y la caza con boleadoras.

Kawésqar

También conocidos como Alaculefes vivieron entre fiordos y canales, desde la península de Taitao hasta el Estrecho de Magallanes. Entre sus características principales, destacan la práctica del chamanismo, ceremonias de iniciación a la pubertad y una cosmovisión basada en un grupo de seres malignos que poblaban su tierra, fiel reflejo de las duras condiciones climáticas en que vivían.

Parte de lo que antiguamente fue su territorio, hoy se llama Puerto Edén. Su idioma aún es enseñado a los últimos descendientes que van quedando, los cuales, de hecho, son los únicos autorizados para cazar lobos marinos, actividad milenaria de su cultura.

Yámanas

Los yámanas (o Yaganes) fueron la etnia áas austral del mundo; vivían al sur de la Tierra del Fuego. Al igual que la mayoría de los pueblos de la Patagonia chilena, se caracterizaron por ser recolectores y cazadores marítimos.

Selk’nam

Llamados por sí mismos como selk’nam, y por sus vecinos los yámanas como Onas (hombres del norte), su hábitat fue Tierra del Fuego, parte de la cual pertenece a Patagonia Chile. Entre sus particularidades cabe mencionar la norma estética de que debían depilarse todo el cuerpo (menos la cabeza, de cabellera larga y abundante), y la utilización de pintura corporal, tanto para protegerse de los rigores del clima como para expresar estados de ánimo.



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Arturo Alejandro Muñoz


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