Apocalípticos

La juventud venezolana siempre ha sido combativa. Digo la juventud que ha sentido el látigo del desprecio social, no aquella que habla de autos, de modas, de sifrineo y que ha vivido siempre en palacios y mansiones.

La juventud a la cual me refiero es aquella que vive con un pensamiento humanista en el alma. La que sufre por los que menos tienen, la que sueña con ver a una Venezuela en equidad, progresista sin explotadores ni explotados. La que está alerta ante la jauría vende patria, que quiere entregarla al imperio por 40 denarios. No es la juventud que viaja a USA para sentirse chévere, en la jungla de cemento y neón. No es esa juventud que sólo ve el círculo donde habita e ignora que más allá de su nariz, existen otros hombres y mujeres que han visto en Barrio Adentro, en Mercal, en las Misiones, a un gobierno que ha pensado en ellos.

La juventud de los años sesenta fue heroica. Tenía hermosos planes para el país. Con orgullo hablaba de libertad, de crecimiento, de justicia. Esa juventud, empero, cayó en las garras de los TRAFICANTES DE INOCENCIA, más conocidos como TEOCHORO PEZ COZ Y POMPEYO MÁQUEZ. Da asco escucharlos hoy en el mismo ritornelo. Ese par de apestosos buitres carroñeros, se ganaron un dinero traicionando a quienes veían en ellos, a dos seres llenos de combatividad. Fueron un par de lacras. Mintieron a esa juventud. Los enviaron a las guerrillas y luego los delataron, para que los asesinaran los acólitos de AD y COPEI. No fueron más que vulgares espías, asesinos de conciencia, sumisos, eunucos, cipayos, vendedores de niños.

Hoy, en un país democrático revolucionario, escupen bilis. Pompeyo Márquez, anciano decrépito, eterno cobardón, quien se hacía nombrar Santos Yorme, llama autócrata a Chávez y habla de libertad, ¿cuál libertad, viejo del diablo? ¿La que deseaban los muchachos presos en los TO5 a los cuales lanzaban desde aviones los sirvientes de Rómulo el pederasta? Libertad ansiaban esos, a los cuales ustedes dos sapeaban en la DIGEPOL PARA QUE LOS ESBIRROS, entre los cuales se encontraban Erasto y Posada Carriles, les arrancaran los ojos y la lengua. Les sembraran los testículos de corriente y grapas, los asesinaran en frías madrugadas, para luego lanzarlos en cualquier esquina como vulgares delincuentes. Hoy escriben tratando de aparecer como demócratas. Burlistas, asesorados por el demonio. Mentecatos sin conciencia ni amor por nadie. Traidores de poco monta, escupitajos de Atila. Si existiera en sus gerontológicos cerebros una micra de dignidad, no titubearían en coserse las bocas y derramar toneladas de lágrimas por las maldades cometidas, escritores al servicio del sadismo.

Ambos fueron recompensados por el opudeísta Caldera. Él les penetró el cerebro. Los dominó como le dio la gana. Los puso de rodillas, los colocó en la alfombra del jalabolismo, otorgándoles por sus “meritos” en sendos ministerios, los cuales fueron cajas chicas, de donde este par de ruinas humanas se tomaron el dinero que hoy les da para vivir holgadamente. Escriben bolserías. Los mismos de siempre. Aún creen que alguien les va a creer, cuando lo único que falta es que la ONU los señale como “Plagas Históricas”.

Se habla de Armagedón, de Apocalipsis y se piensa que todo eso va a ser causado por las maldades de los hombres en la tierra, lo cual va a ser cobrado por el Creador. Dicen que las comparaciones son ridículas, pero vamos por parte: no es exagerado comparar a este par de demonios con los más grandes criminales de la historia, porque su gran pecado fue engañar, traicionar, vender a la juventud por UN PAR DE MINISTERIOS y eso no tiene perdón. Pompeyo y Teochoro Pez Coz, al morir, serán arrastrados por el lodo del olvido. Mientras tanto en la selva, en la calle, en la montaña, a orilla del río, entre los pastizales, en los sótanos de alguna cárcel, una trompeta sonara un réquiem por los adolescentes, incluidos los de la MASACRE DEL ENCANTADO, caídos en combate por la libertad, la justicia, el sueño, que todo muchacho carga siempre en mente.

Teochoro Pez Coz y Pompeyo Márquez, pastelitos de mierda, pueden seguir escribiendo. Nadie se lo niega. Para eso guardan en sus alforjas el dinero birlado al pueblo. Empero, la historia ya les tiene reservada una cárcel en el infierno, de medio metro al cuadrado, con paredes de hierro y sin puerta, para que el mismo Satanás la rodee de fuego eterno.

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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