Las “peligrosas” Code Pink

La verdad es que ya nadie cree que la extrema derecha venezolana está compuesta por cándidos e inocentes paladines. Querubines celestiales guiados por loables intenciones superiores para colmar de amor a sus congéneres terrenales.

Pues los mismos que se rasgan las vestiduras gritando, con lágrimas en los ojos (solo ante las cámaras), que ellos son la representación más pura de democracia, libertad y respeto de hasta la última coma de las leyes y cuanta norma exista en esta tierra de Dios, han terminado exhibiendo su verdadero metabolismo reaccionario, fascistoide, criminal y violento.

Los hemos visto aquí dirigiendo personalísimamente sus Salidas violentas, ejecutando actos de terrorismo, sembrando la barbarie. Sin escrúpulos, ética o moral alguna han llevado hasta niños y gente inocente por la senda de la violencia en sus criminales guarimbas.

Lo de Carlos Vecchio en Estados Unidos es reflejo de esta tendencia a inclinarse por imponer el uso de la fuerza sobre la razón. Muestra una derecha torpe, ineficaz, decadente y mezquina.

Así, un excelentísimo "embajador" de pacotilla, nombrado por una alucinación de presidente (la caricatura-pasquín Guaidó), se acerca a "tomar posesión" y "recuperar" la sede diplomática de la República Bolivariana de Venezuela en Washington DC, sin poseer autoridad alguna sobre nuestro territorio soberano. Todo como lo acostumbra la extrema derecha, mediante arrebatos y ataques de ira. Tan espurio y mal habido como el doloso saqueo rapiñero que están perpetrando con nuestra empresa petrolera CITGO. Lo llaman peculado de uso y usurpación de funciones. El equipo de rateros y saqueadores del patiquín Guaidó algún día se enfrentará a la justicia.

Para asaltar la embajada venezolana, el espurio "embajador" Vecchio ha tenido que presentarse protegido por un ejército de gorilas y mercenarios gringos. Que pena ajena con ese señor. Nada de masas de venezolanos respaldando su asalto, llevándolo en hombros (como sueña en la oscurana). Nada heroico. Pero eso a los hombres ruines no les molesta. Es la ignominia de estos nefastos y grises personajes, que sin nada de mérito propio han intentado por años tomar por la fuerza el poder político que nunca han logrado ganar con los votos del pueblo.

En medio de estas tristes actuaciones apátridas, sobresale un grupo de activistas norteamericanos que han hecho suya la causa de Venezuela. Los Code Pink aparecieron en escena para poner en evidencia el ultrajante despojo que los empleados de Trump (Guiadó y Vecchio, arrastradamente) han venido intentando en contra de todos los activos y misiones diplomáticas de Venezuela en Estados Unidos.

Este no es un grupo cualquiera. Son un "movimiento de paz social y justicia social que trabaja para poner fin a las guerras y ocupaciones financiadas por los Estados Unidos, para desafiar al militarismo a nivel mundial y redirigir nuestros recursos a la salud". Desde el año 2002 han realizado movilizaciones oponiéndose a las guerras de Afganistán, Irak y Siria. Han denunciado la muerte de la población civil por el uso indiscriminado de los Drones asesinos, han denunciado el uso ilegal de la cárcel de Guantánamo y respaldan contundentemente todas las luchas del pueblo palestino.

Los Code Pink han plantado cara a Obama, a Trump, a los Halcones y a toda la logia militarista y reaccionaria del Imperio Norteamericano. Se han enfrentado a la maquinaria de guerra, en el caso de Irak, agrupando a más de "250 grupos locales en los Estados Unidos y una docena de grupos internacionales". Al agente del mal, Marco Rubio, se las cantaron en su cara: "El fanático de derrocar gobiernos @marcorubio se está desesperando porque el golpe de Estado ilegítimo que ha estado promoviendo en Venezuela ha fallado… ¿cuántas veces hasta ahora?". Por eso los fascistas se aculillan ante estas aguerridas mujeres: son peligrosísimas, porque no le temen al poder del imperio opresor.

Volviendo al espurio Vecchio, los medios de comunicación pudieron captarlo, dirigiendo el sitio en contra de los miembros de Code Pink, únicos autorizados por el Gobierno Bolivariano para resguardar la embajada venezolana en Washington. Durante las acciones de hostigamiento de Vecchio se le vio gozoso cuando dirigía el corte de la luz eléctrica y el agua potable o impidiendo el acceso de comida. Toda esta vergonzosa escena nos recordó de inmediato la descarga de arrechera de la extrema derecha fascista en abril del año 2002, cuando atacaron y sitiaron la embajada de Cuba ("se comerán las alfombras"), arremetieron violentamente contra docenas de instalaciones públicas e intentaron linchar a varios dirigentes políticos.

Frente a la ignominia del asalto contra una instalación diplomática de un país soberano, la solidaridad mundial no se hizo esperar. Desde la respetadísima presencia con alimentos en la mano del reverendo Jesse Jackson, hasta las voces solidarias de Pamela Anderson y Roger Waters.

Una vez consumado el asalto a nuestra embajada por parte de Vecchio, "resguardado" por agentes policiales extranjeros, queda claro el escaso patriotismo de estos miserables y enajenados personajes.

Trump, con su acostumbrada tozudez y soberbia, acaba de crear un precedente que seguramente se le devolverá en los muchos otros países donde tiene abiertos conflictos bélicos y políticos. El único organismo que reconoce a los países (y sus gobiernos) es la Organización de Naciones Unidas. La Convención de Viena establece específicamente las condiciones de funcionamiento de las misiones diplomáticas. Este acuerdo no está sujeto al antojo, malcriadez, discrecionalidad o interés particular de un país o una facción política. Es derecho internacional. Han violado descarada y flagrantemente el artículo 22: "Los locales de la misión son inviolables"; "El Estado receptor tiene la obligación especial de… proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño…"; y "Los locales de la misión… no podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución". El enajenado Trump ahora expone a situaciones similares a las misiones diplomáticas de Estados Unidos regadas por todo el mundo. El que crea un precedente vinculante de este tipo ("Stare decisis") debe esperar que otros se la apliquen también. Lo llaman reciprocidad. Nos vemos en el espejo.



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Richard Canán

Sociólogo.

 @richardcanan

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