Por que él (Chávez) y no tú (Rosales)

Esta nota no es un descalificativo. No existe en ella otra razón que la verdad. Y como todos sabemos, “Por la verdad murió Cristo”. En breve síntesis, valiéndonos del pasado, presente y futuro, haremos una evaluación de por qué titulamos de esa manera: “Por qué él, Chávez y no tú, Rosales”. Como todas el pueblo venezolano sabe, por historia y hecho, Rosales viene de una pléyade de elementos que componían aquel arcaico partido político llamado AD, que valiéndose de la demagogia, la corrupción la entrega, hizo que la ruina cayera sobre Venezuela y por consiguiente los venezolanos. Una minoría de esos venezolanos vivía lo que ellos llaman bien y la mayoría sufría de las peores calamidades.

Cuando en 1958, el pueblo y algunos militares patriotas dieron al traste con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se pensó que la transición social era un hecho claro, que vendría a poner al pueblo en el lugar, que como parte de una nación sembrada de riquezas por la naturaleza, le tocaba vivir. Para ese tiempo una de las células con que contaba el movimiento contra Pérez, era la llamada Junta Patriótica, dirigida por Fabricio Ojeda y otros prohombres entre los cuales se encontraba el militar patriota Hugo Trejo. Desde Washington donde vivía exiliado, a Rómulo Betancourt le dieron la orden de poner una traba a esa Junta Patriótica y el sátrapa la cumplió al pie de la letra. Invadieron literalmente con sus oligarcas, Eugenio Mendoza, Blas Lamberti, y otros, las frágiles paredes de ese pequeño reducto, que soñaba con llegar a llevar la rienda del país. Rómulo Betancourt era el padre de todos los adecos y por consiguiente del candidato de hoy Manuel Rosales. Un viejo proverbio dice que, “hijo de gato caza ratón” Manuelo Rosales ha sabido llevar muy bien, línea a línea, ese refrán, porque Manuel Rosales, el adeco candidato de AD, hoy se ampara estúpidamente en otra tolda, para hacer creer (no sé a quien) que él no es adeco. Rómulo y sus fariseos echaron a un lado a la Junta Patriótica, en conchupancia con ese traidor del carajo llamado Wolfgan Larrazabal, quien se valió de la simpatía que sembraba entre el pueblo, para llevar a cabo sus crueles ideales. Los adecos segregaron a Fabricio, a Trejo y a otros de la Junta y se instalaron en Miraflores, dándole al pueblo una gran mentira sobre democracia. Si la historia no es hijastra del diablo y madre del adulterio, debe escribir que AD, la socialdemocracia, es algo así como un escupitajo de envenenado. Llegó a sembrar la miseria moral, la corrupción, el robo, el atraco, la inmoralidad, la promiscuidad, entre un pueblo que era la mar de sencillo, educado, sobrio y tranquilo.

La teoría de AD decía: “cuanto hay pa´ eso”, “ponme donde haiga”, “no razón para no robar”, “La banca me engañó”, “nos somos suizos” De ahí sacó Manuel Rosales sus enseñanzas. De ahí sacó el rufián de que a seis años del siglo XXI se puede comprar a un pueblo con aquello de la “tarjeta mi negra”. Manuel Rosales aprendió de esa filosofía de caverna, que el pueblo es idiota y que con demagogia todo se puede. Ese es el candidato al que se enfrenta el humanista Chávez. Ese es el candidato del terror del 11-A, del Carmonazo, de la firma, de la guarimba, los truenos y la amenaza. Ese es el candidato de la secesión zuliana, que pregonaba bajo el mando de W.Bush que a Venezuela hay que dividirla, como que si los hombres venezolanos fuéramos una sarta de cobardes que van a ver arder la patria y no van a buscar un océano de agua para apagarla. Rómulo y sus acólitos se apoderaron del naciente proyecto, con mentiras, elecciones, “acta mata voto” persecuciones, atropellos, invasiones nocturnas a los barrios, bloques y superbloques. Adolescentes ardiendo en la selva, mujeres mutiladas en prisión, perversiones, adulterios. De ahí aprendió Rosales lo que pone en práctica en el Zulia, teniendo de jefe policial a un asesino apellidado López Sisco, que entre sus crueldades tiene a Yumare y a Cantaura, donde se sació a más no poder contra el pueblo, asesinando, persiguiendo, ametrallando. Nos parece verlo riendo entre la oscuridad con su cara de sádico implacable.

Ese es el candidato que nos vende Bush y la Oligarquía del Este, la que nos ofende, nos llama tierrúos, desdentados, parásitos, come mierda y demás. Ese es el candidato que piensa enfrentar a un hombre del pueblo, salido de Barinas, forjado con patriotismo y lectura bolivariana, que nos ha enseñado que toda rama tiene su raíz. Un Hugo Chávez que no duerme, pensando en nuevas misiones. Un Chávez que es amado por las mujeres, los hombres, los niños, porque su cuerpo, su espíritu, su alma, exhala humanismo a granel. Un Chávez que puede mirar a lo más alto de un cerro y sonreír de gozo al ver un módulo de Barrio Adentro, un Mercalito, una Casa de Alimentación. El Chávez que es rodeado por jóvenes que lo idolatran al comprobar que más allá de ser el guía de una nación, está el ser humanos que siente y llora, padece y clama- Ese es el Chávez que no necesita historia, porque es el mismo pueblo quien se la ha escrito. Lo vio entregarse y decir la repetible “por ahora”. Rómulo y sus adecos tuvieron hijos deformes, que se convirtieron en nuevos ricos. Mientras al Norte, al Sur y al Oeste, crecía la marginalidad caraqueña, al Este, desde Chacaito, hasta el Marqués, hacia el sureste, el noroeste y los bordes de las grandes autopistas, se instalaba la oligarcas de las cúpulas, a decidir quien era “el meritocrático” que podía ser millonario y el pobre a quien invadir una noche cualquiera para embaucar al pueblo entre frases “democráticas” ruines y chillonas. A eso pertenece el hombre que enfrenta al Chávez de los interminables viajes por el mundo para hacer de Venezuela Una pequeña Potencia. Rómulo, Leoni, CAP, Luisnchi, representan la parte negativa de la historia contemporánea. Fueron artífices en el engaño, el truco, la mafia, la corrupción, la vende-patria. Ellos fueron “maestros” de la burla y la vagabundería.

El pueblo no es tonto. Sabe definir su destino, escudriña en el tiempo, compara y analiza. No es el pueblo que va a caer como un súbdito ante los reyes de la sangre y el imperio. En esta hora histórica de la Venezuela que crece al espacio de los sueños, no podemos decidir entre volver al pasado o creer como dijo el poeta, en que “se hace camino al andar”. La luz del futuro nos señala el camino. A los hijos de Rómulo, entre los cuales está Rosales, el pueblo les dio un parao en 1998. Desde entonces la patria supura amor y crecimiento. Por eso, ¿a quién le darás tu voto, hermano de mi corazón?

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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