Hilos y bombas

La distancia entre unos hilos y unas bombas, puede ser dramáticamente corta, si bien las misiones de aquellos y estas en teoría deberían ser radicalmente distintas.

Los hilos, básicamente tienen una connotación poética: nuestra madre los usaba para coser botones o los pantalones víctimas de nuestros arrojos infantiles; ella también tejía, y en sus telas, que usualmente terminaban siendo fundas de almohadas, con mucha frecuencia veíamos a un par de palomas sosteniendo o envueltas en corazones. La inolvidable María Modesta reflejaba la paz y el amor hilados, como podía hilarse una canción de cuna o podían hilarse poemas de ternura y de combate, tal y como aprenderíamos luego, por nuestra propia cuenta. También aprendimos a hilar sueños, y en el batallón de los soñadores seguimos militando

Conocimos a temprana edad los títeres y, por supuesto, los titiriteros. Más creciditos, iniciando en plena adolescencia nuestra militancia revolucionaria, supimos de titiriteros mucho más perversos, malignos, sanguinarios, que los de aquellos asombros infantiles, cuando no atinábamos a entender cómo podían moverse las figuritas sobre los escenarios de cartón. Comprendimos que, siempre en las sombras, los que manejan los hilos mueven, en lugar de muñecos, seres humanos, y lo hacen con mortal e impúdica saña.

Hoy es nuestra Patria el escenario en el cual mueven sus hilos alevosa y descaradamente los titiriteros, los del Estado Oculto que maneja al Pentágono, incluyendo al presidente de turno en Estados Unidos. Desde las sombras, ellos producen, escriben el guión, dirigen y, por supuesto, seleccionan el reparto, encabezado por los almagro, borges, capriles, marihuanita guevara, las tintori, machado y, no faltaba más, sus propagandistas, los medios de comunicación. Todos y todas reciben jugosas sumas como actores principales de esta obra macabra. También tienen sus actores de reparto, los borregos a los cuales pagan con el veneno irracional del odio, con el acceso impune a las redes cloacales para descargar toda su virulencia, a la espera del momento en el que puedan drenarla en vivo y en directo contra todo aquello que les huela o se les parezca al rrrrégimen; con el tránsito libre hacia la pérdida total de los valores, la memoria, la conciencia. Les taladran cerebros, venas y narices; les arrojan mendrugos y limosnas, las treinta monedas de antes, para vender a Cristo; las treinta monedas de ahora, para vender la Patria.

Los hilos manejados por los titiriteros, halan gatillos y sus balas suelen encontrar las carnes de aquellos a quienes envían como carnes de cañón, a poner el pecho que ellos jamás asoman. Ellos, también ventrilocúos, ordenan; sus muñecos, también reptiles, se arrastran y ejecutan, moviendo la colita como los peritos sumisos trucados en mandatario peruano, paraguayo, colombiano, argentino, brasileño, chilena. En sus ventanas teñidas de sangre, las muertes se contabilizan con el signo del dólar y el color del petróleo.

Los titiriteros, además de hilos que mueven muñecos y halan gatillos, también cuentan con botones, esos que con solo pulsarse arrojan bombas con estricto sentido humanitario, sobre todo cuanto en sus coordenadas se atraviese, con la quirúrgica impunidad de su genocida historia. Las bombas tienen sus destinos, pero si por alguna razón fallan y destruyen escuelas, hospitales, mercados, edificios, urbanizaciones, barrios, con centenas, miles de personas en ellas, basta con un cínico "son daños colaterales" y que continúe la fiesta, el baño sangriento. Esas bombas, por cierto, independientemente de la confianza que pueda existir en los avances de la tecnología gringa, todavía no pueden distinguir entre chavistas y opositores. La muerte, en esos artefactos, no discrimina. Y los aviones no alcanzarán para la huida de los títeres, si algún día comienzan a caer.

Pero quienes manejan los hilos y a sus muñequitos de carne y hueso, siguen despreciando la variante fundamental: ese pueblo del Credo de Aquiles Nazoa, con sus poderes creadores intactos, que dejó de ser manso y pendejo para empuñar como arma fundamental la esperanza y los sueños por construir la Patria Buena; ese pueblo al que cantó Alí y visibilizó Chávez, heredero de la sangre de Bolívar y todos nuestros próceres. No hay hilos, mucho menos titiriteros, capaces ya de manipularlo. No hay balas, no hay bombas, capaces de derrumbarlo.

Más allá de los hilos teñidos de sangre, de quienes los mueven a la espera del momento para soltar las bombas, ese pueblo sigue utilizando los hilos de los sueños para tejer mañanas, en los cuales una Patria libre, en paz y soberana, sin el oprobio de un nuevo andamiaje colonial, siga elevándose altiva frente a todos los titiriteros.

 

jimmylopezmorillo@gmail.com



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